Profundidad histórica del presente

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23 de septiembre de 2021
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12:03 am
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Profundidad histórica del presente

Por: Segisfredo Infante

En un curso universitario un estudiante dio a entender que todo lo que estábamos diciendo sobre la muerte de Lempira en un “combate cuerpo a cuerpo” con el conquistador español Rodrigo Ruiz, era completamente falso. Entonces le pregunté cuál era la versión auténtica. Frente a todos los compañeros el joven relató que Lempira le había robado la novia a uno de los españoles, y que entonces el sargento Martínez había matado al defensor de la zona de Cerquín, por celos y por venganza, pero muy cerca de la actual Siguatepeque. Lempira le había enviado, previamente, una carta a Francisco Morazán para que llegara a auxiliarlo. Pero a Morazán le resultó difícil llegar a tiempo. Claro, había casi tres siglos de diferencia entre uno y otro.

Le pregunté al estudiante si acaso le habían “enseñado” eso en el colegio. Y me respondió con una sonrisa. Desde entonces estoy preocupado (y ocupado) por la necesidad de una verdadera comprensión histórica y filosófica en las aulas y en varios medios de comunicación masiva. Pues al cacique Lempira lo hacen aparecer todos los años como prócer de la “Independencia” centroamericana. Lo mismo que al general morazanista José Trinidad Cabañas, quien fuera un militar protegido, según documentos de primera mano, del general José María Medina, más conocido como “Medinón”. Los verdaderos próceres de la “Independencia”, para bien o para mal, son aquellos que se reunieron en el “Palacio de Ayuntamiento” el 15 de septiembre de 1821, y recomenzaron el tortuoso recorrido hacia el proceso de configuración de la primera República Federal de América Central, fundada por José Cecilio del Valle. En este caso es importante diferenciar entre el vocablo “prócer” independentista, y el término “personaje”.

Pero lo que verdaderamente me aflige es que algunas respetables autoridades de las altas jerarquías catrachas, aunque sean aisladas, afirmen que el pasado histórico no tiene ninguna importancia, frente a los retos del presente. Pareciera que carecen de la “conciencia” o “pensamiento histórico” indispensable, de aquel que hablaba el erudito hondureño Mario Posas, en tanto que la visión sirve incluso para alumbrar los caminos inciertos del futuro. Pareciera, además, que han olvidado la existencia de retos pendientes de solución desde el siglo diecinueve, como el de la propiedad latifundista improductiva de la tierra. Necesitamos, en consecuencia, que los eruditos vuelvan a aparecer, urgentemente, en las escuelas de primaria y en los colegios de secundaria, hermanados de los buenos libros y de nuevas investigaciones históricas científicas. No ideológicas. Y que por lo menos sepan cantar el himno “La Granadera”, y que conozcan la fecha exacta del nacimiento de José del Valle, nuestro primer repúblico y economista regional, digan lo que digan aquellos que pretenden soterrar al más grande “sabio” y estadista de América Central y México durante las primeras cuatro décadas del siglo diecinueve.

La “profundidad histórica del presente” es una frase de un filósofo alemán conciliador del siglo veinte, porque incluso, bien podemos derivar de su pensamiento, que detrás del saber indefinido de la gente sencilla y humilde que se expresa cada día, encontraremos un trasfondo histórico y filosófico en el uso del lenguaje actual y en los arcaísmos que hemos heredado de los tiempos virreinales y de los usos del castellano del siglo diecinueve. Así que la deuda cultural, además de los próceres, personajes y procesos históricos truncos y zigzagueantes, va más allá de lo que podríamos suponer o imaginar en una charla trivial frente a personas que desconocen la historia integral y los verdaderos problemas estructurales de la hipotética nación. No es dándole la espalda al pasado como vamos a resolver los problemas del presente y los retos enigmáticos del futuro. Es preciso estudiar cada trayecto histórico sin tergiversar los momentos “oscuros”. O las “lagunas” en materia de información. Para eso están los documentos aparentemente escondidos y los métodos de la historia cuantitativista.

Soy de la opinión que la historia y la filosofía del pasado, pueden iluminar los cuatro puntos cardinales del presente. Siempre y cuando sepamos diferenciar la verdad rigurosa de las calumnias, las ambigüedades y las exageraciones. La historia la hacen los navieros y los caminantes bajo el sol o, en lo profundo de la noche. Los barcos históricos que navegan en medio de las aguas tormentosas, buscan el faro de la “Filosofía” que habrá de iluminarlos a fin de llegar a puerto seguro; igual que los caminantes siguen la antorcha de aceite que alzan los guías en medio de los túneles o de la jungla.

Si no fuera importante la “Historia” rigurosa nada tendría sentido. Por eso el filósofo de la historia, el británico Bernard Williams, afirmaba que “El legado de Grecia a la filosofía occidental es la filosofía occidental” misma. En ausencia de los griegos, añadiríamos nosotros, sería bastante probable que la filosofía y la teología occidentales cayeran a pique. O se resquebrajaran en grandes fragmentos.

 

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