De la casa común a la casa tomada

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24 de septiembre de 2021
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12:15 am
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De la casa común a la casa tomada

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Pues sí, Hilario, de todo hubo en la fecha matriz del Bicentenario, gracias al próspero auspicio gubernativo y la promoción mediática: impresionante despliegue de los hombres de uniforme, retumbantes cañonazos, paracaidismo aéreo… y presencial, la flecha metálica de un F-5, gente allegada al estadio del General Carías en buses amarillos, cuadros artísticos y desfiles pintorescos, protagonismo del alcalde y candidato oficial, advocación católica y evangélica y, por descontado, el elogio discursivo de quien, subido y cabalgando en la acémila de la reelección, puso de correr a la violencia, al narcotráfico, la pandemia, la corrupción, etcétera, y, feliz del país que deja con “empleo y desarrollo económico”, no pudo menos que echarle resueltos vivas a la independencia.

Por contraste, el escenario móvil del bulevar Morazán acogió en las mismas horas septembrinas a la caravana política de Libertad y Refundación y de activistas sociales convergentes en el rechazo de una efeméride -con más hojas que tamal, según equiparó un transeúnte desempleado- y en disfavor de la entrega territorial a enclaves extranjeros, adonde la ley y el orden tienen su ámbito propio de aplicación y validez. En lugar de conmemorar “200 años de Independencia”, ahora que ni siquiera existe independencia de poderes, la concurrencia quiso e hizo honrar la memoria de Francisco Morazán, cuya muerte a manos de la reacción interna e inglesa, en tierra tica, aconteció el 15 de septiembre de 1842, tal cual fue subrayado en discursos y pancartas. Xiomara Castro, Anarela Velez, Hugo Noé Pino y Fernando García, para apenas citar a cuatro intervinientes, alzaron sus consignas y protestas al pie del conjunto estatuario del guerrero unionista que vigila y es vigilado en el parque central.

Mientras, en el otro escenario, entre la almidonada y compuesta comitiva nacionalista, peroraban a su turno el cura y el pastor: el primero interlineando términos candentes -corrupción, pobreza, impunidad- y alertando que “el maligno busca adueñarse de Honduras”; el segundo, el infaltable Solórzano, propugnando a grito suelto el temor y la obediencia hacia Dios en la “casa común”.

Después de hechos notorios, como los consumados en 2009, 2013 y 2017, ¿es el país, nuestra casa común? La diosa razón lo descarta; lo niega la mujer de a pie; al irse una y otra vez, el migrante le da un práctico mentís. Para que el lector compare e hilvane conclusiones, he aquí un relato sumamente resumido de Julio Cortázar. De su construcción fantástica podrá esto inferirse: así como en lo irreal, en la irrealidad narrativa del escritor argentino, merodean criaturas amorfas y sonsacadoras aunque bonachonas que él denomina cronopios, en lo palpable y existencial se mueven verdaderos pillos, “cronopillos” dispuestos a tomarnos y hurtarnos la casa. Las ZEDE tienen este último carácter.

Irene -dice el relato cortazariano- estaba tejiendo en su dormitorio, cuando escuché algo en el comedor o la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de sillas sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. Fui a la cocina, calenté el mate, y cuando estuve de vuelta le dije a Irene: -Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo. Dejó caer el tejido y me miró con sus ojos cansados. Preguntó: -¿Estás seguro? Asentí. -Entonces -expresó recogiendo la aguja- tendremos que vivir en este lado. (Con los días, otras partes del inmueble se perdieron, hasta quedar la pareja en el zaguán). Fue Irene quien interrogó: -¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -No, nada (dijo el hermano, y agregó): -Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene, yo creo que ella estaba llorando. Salimos a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima. Cerré bien la puerta de la entrada y tiré la llave en la alcantarilla. No fuera que algún pobre diablo se le ocurriese robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

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