Electores y dinero

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24 de septiembre de 2021
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12:10 am
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Electores y dinero

CONTRACORRIENTE:

Por: Juan Ramón Martínez

La fotografía que nos ha parecido más interesante, durante este mes, es la que muestra a Zelaya, dentro de su vehículo -que maneja personalmente- repartiendo billetes, a un conjunto de manos ansiosas. Que, desesperadas, compiten entre sí, para agarrar uno o más billetes que el expresidente, generoso y con placer reparte como confites a los niños del fondo de una piñata, en forma de cartera abierta. Contrario a lo que se pueda anticipar, no nos sorprende que Zelaya reparta dinero. Él conoce más que nadie -por su vida rural y larga militancia política- cómo tratar a los electores. Sabe cuáles son los resortes que hay que tocar; tiene mucho conocimiento de cómo reaccionan los pobres. Al fin y al cabo, forma parte de una generación de caudillos que, han logrado construir redes de asociaciones emocionales, haciendo favores a los que tienen dificultades, a cambio de lealtades. Por ello, nos parece natural que haya hecho lo que hizo, sin pensar que, con ello no favorece a la democracia, -que poco le interesa- cuyo eje central no son los candidatos, sino que, los electores. Por ello, nos impresionó más la actitud de las personas cuyas manos, desesperadas -posiblemente de compatriotas que pasan dificultades, que no tienen qué comer o que han perdido, en el curso de estos últimos tiempos, el sentido del honor- tratando de aprovechar todo aquello que les reditúe beneficio. Y con el menor esfuerzo.

Detrás de esta actitud, hay una tragedia. La falta de empleo por una parte y por la otra, la pérdida de la dignidad, para pelear por arrebatar un billete o varios de ellos que, tiempo después nos hemos dado cuenta que, todos eran de veinte lempiras. Es decir que Zelaya sabe que donde va, le piden y para ello, va preparado con la cantidad de billetes necesarios y de la misma dominación. Lo más doloroso de esta tragedia es, la pérdida del honor y la dignidad, porque además de la vergüenza de pedir, se requiere enorme valentía para recibir. Porque al hacerlo, reconocemos nuestra inferioridad, la pérdida del orgullo y la ausencia de carácter para preservar nuestra dignidad.

La pérdida de dignidad, no siempre está unida a la falta de empleo. Estamos seguros que, el hondureño -por razones que tienen que explorar nuestros investigadores de la personalidad- no solo acepta rebajarse pidiendo y aceptando dádivas porque tenga necesidad, sino porque considera que es un acto de viveza, de natural inteligencia, aprovechar lo que está libre; y se puede coger libre y atropelladamente. Los jóvenes de La Mosquitia que saquean la lancha de dos motores que fuera perseguida por la Fuerza Aérea, representan a ese hondureño que, sin carácter, toma todo lo que está libre y sin dueño. Cada camión con carga que vuelca en las carreteras, desde los alrededores, salen desesperados a recoger cosas abandonadas, aunque no las necesiten. Hace unos años, vimos a personas en la carretera de oriente, recogiendo pintura, así como en las cercanías de Pespire, ancianas acaparando en recipientes metálicos, gasolina de un camión cisterna que, por desordenada imprudencia de los desesperados recogedores de combustible, provocaron un incendio que destruyó a catorce casas y afectó a 12 personas que les provocó la muerte. Es decir que, la conducta del hondureño está muy afectada y se muestra, como un acto natural, decidida a entregar su honor, con tal de recibir algo que estén dando. No importa, lo necesite o no. ¡Está dispuesto a venderse!

Aunque, como lo he dicho antes, muchos de los que metían la mano para que Zelaya les diera billetes de veinte lempiras, tienen empleos; creemos que la mayoría carecen de él. Por lo que, necesitamos que los orientadores de los electores, deben hacer un esfuerzo para convencerles, no solo para saber por quién deben votar, sino que desarrollar una visión nueva y que se exprese en su comportamiento, desde un conjunto de valores que tenga en la cumbre, la dignidad. Sin dignidad, no se puede hacer ciudadanía. Con personas que han perdido la vergüenza y reciben dinero de quien se los ofrece; y para los fines que este quiera, no es posible elegir buenos diputados, alcaldes esperanzadores; ni menos, a un gobernante que, además del honor, entienda bien que, asume la carga máxima para la cual, no todos estamos preparados.

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