Muerte y resurrección de los intelectuales

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25 de septiembre de 2021
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12:06 am
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Muerte y resurrección de los intelectuales

Esperanza para los hondureños

LETRAS LIBERTARIAS

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo hondureño)

Los intelectuales nunca han sido bien vistos por los gobiernos de América Latina, porque sus críticas desnudan las verdaderas intenciones que se esconden detrás del Poder. Por el contrario, cuando el intelectual avala las decisiones de los poderosos, por muy erráticas que estas sean, el premio a su labor apologética es el reconocimiento oficialista y el enaltecimiento honorífico en los presbiterios más envidiados por el mundo académico. Es cuando suele decirse que el intelectual se ha pasado al bando “enemigo”.

¿Cuál es el papel que desempeñan hoy en día los intelectuales en América Latina, en vista de la turbulencia política que abate a la mayoría de los países del continente? Es bueno saberlo, sobre todo en este momento en que el Poder está creciendo de manera desmesurada y la democracia se tambalea, principalmente en países como El Salvador, Nicaragua y Honduras. A medida que la presencia de los intelectuales no es tan necesaria en las instituciones del Estado, estos han tenido que migrar hacia el valle de las críticas contra el sistema, y desde ahí lanzan sus juiciosos misiles contra el “establishment” pretendiendo orientar a la opinión pública y a los grupos opositores en la búsqueda de una nueva moralidad política. En otras palabras, los intelectuales entraron en una fase de desencanto al ver que los cambios sociales no desembocaron ni en el progreso ni en el desarrollo, tal como nos lo habían prometido a finales del siglo pasado.

Durante la llamada Guerra Fría, los ideólogos de izquierda influyeron notablemente en el desarrollo de la lucha revolucionaria, en calidad de asesores o participando en los órganos de divulgación popular. Más tarde, para seguir gozando de las mercedes del Poder y no ser enviados a los “gulags” de reeducación marxista, los intelectuales se dedicaron a alabar a los regímenes totalitarios, escribiendo apologías en columnas periodísticas, y obras literarias, enfiladas por completo a resaltar las “bondades” de los partidos comunistas. Muchos de los buenos pensadores se convirtieron en meros militantes del monopartidismo.

Con el auge neoliberal en los 90, el trabajo de los intelectuales fue de mucha utilidad para los organismos de desarrollo durante el llamado “proceso de democratización de la sociedad”, pero esa utilidad se fue diluyendo en la medida en que los políticos vieron que el manejo de la cosa pública ya traía los moldes fabricados por los propios organismos internacionales de crédito, solamente para adaptarlos a las circunstancias de cada país, sin otro requisito que seguir, al pie de la letra, las instrucciones de las recetas económicas sin discusiones de ninguna especie.

Hoy en día, mientras asistimos al derrumbe de la democracia y al secuestro de los partidos políticos, las oligarquías se han enfocado en hacer negocios donde los intelectuales no tienen cabida alguna, a menos que sus obras entretengan a las masas hambrientas de espectáculos, sexo y amarillismo, y mientras no pongan en riesgo las sólidas estructuras del poder político y económico. Mientras eso pasa, los intelectuales se han encerrado en sus monasterios académicos ejerciendo muy poca influencia en el rumbo de los acontecimientos históricos, o en asuntos tan delicados como el cambio social y la democratización de las sociedades. La mayoría sigue empecinada en seguir los mismos caminos ideológicos del pasado, ejerciendo una labor poco o nada relacionada con aquella “intelligentsia” que brillaba desde los días de la Ilustración en la búsqueda de una nueva moral universal.

La única salida que le queda a los intelectuales es unirse en un solo haz de valores y creencias, e ir por el mundo predicando el evangelio -positivista, desde luego- para ejercer los cambios sociales con los que tanto ha soñado y recuperar, de una buena vez, la luminosidad perdida. Pero antes tendrá que cambiar esa mentalidad egoísta y vanidosa de creer que ilumina al mundo a punta de ensayos y disquisiciones filosóficas de bajo impacto, que no hacen mella alguna en la coraza del Poder. Una pregunta muy válida sería: ¿Cuál fue el éxito, si podemos llamarlo así, de aquellos ilustrados del siglo XVIII?

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@Hector77473552

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