¡Me encontré con la serpiente, la víbora y un amigo!

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26 de septiembre de 2021
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12:02 am
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¡Me encontré con la serpiente, la víbora y un amigo!

Por: Lic. Gustavo Adolfo Milla Bermúdez
E-mail: [email protected]

Este escrito es “una ensalada de política y amistad”. Semejante a una fábula.

Hoy es un nuevo crepúsculo en mi vida, me desperté frente a mi ventana mirando los equinoccios donde nacen los rayos del sol, y me encontré a la vez con la serpiente que engañó a Adán y a Eva con la fruta prohibida.

También me encontré con una víbora, siendo su víctima propicia para la muerte, como último acto del despertar de mi vida. Al final no salí de mi asombro del tercer encuentro con los poderosos de Honduras que venden la patria a pedazos y son altivos petulantes sin dignidad, cuya lívida malicia tratan de morder al pueblo con sus dientes venenosos, aun sabiendo que yo vengo de la bella y “molecular ciudad de Erandique” tierra de piedras preciosas de brillantes ópalos de colores como arcoíris, y, donde los pinos se mecen a los ósculos del ábrego, donde las aves modulan la armonía de sus cantos y a través del viento silban los pinares del bosque como ritual de alegría; en las horas más oscuras donde se ve la silueta de luz de un relámpago.

Yo veo una manta hecha de telas retorcidas y entre tejidos con hilos fuertes, como docilidad de corazones muertos, como timón de desgracia de una nave en borrasca de tormentas en forma de torbellino arrastrando los cadáveres sin sepulcro que no les dio la santísima vida.

Yo tengo un gran amigo-hermano que tiene por nombre Adán y también su Eva en el jardín de su aposento, que es feliz lleno de armonía con su corazón que palpita con sinceridad de amor de amigo-hermano. Ya habrá algún día que iremos de paseo por los pinares del bosque de Erandique para respirar el aire puro y libre con perfume de las flores de múltiples colores; “¡como andar de la vida!”. Soy amigo sin dobleces, sincero de corazón, de palabra honesta y honrado de mis manos a carta cabal. “¡Siempre guardo el respeto a los demás, nadie es mejor que otro. Ante Dios todos somos iguales!

No quiero ser mendigo como Homero, ni pobre y perseguido como el Dante, ni ser como Cervantes el primero por sus harapos y su luz radiante.

Quiero vivir, Señor, sencillamente, amado en la humildad, sin desamores, con el dulce de verdadero creyente de Jehová mi Dios y, en la paz de los buenos corazones como el de mi amigo-hermano Adán y el de su padre don Horacio y su tío don Felipe, que me guiaron por buenos caminos de la vida, los recuerdo con mucho amor. Mi gratitud les rindo prosternado por el rayo divino que me dieron. Que Dios los tenga a su derecha por ser almas buenas y sus corazones llenos de amor a los demás, sin dobleces en el corazón y sin laberintos de armonía, en ellos todo era ternura de amor.

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