SOSTUVO las riendas del gobierno durante 16 años como canciller. Los adolescentes de hoy no conocieron otro líder aparte de Ángela Merkel. Es innegable el impacto que ha tenido su larga gestión administrativa sobre el país y sobre las vidas de sus coterráneos. Pero además de ello, su influencia en la política europea. Durante su reinado la canciller alemana se perfiló no solo como líder de su país, sino como una líder regional. Enfrentó, como timonel del bloque, las crisis y desafíos que se fueron presentando en el camino. Entrega el poder siendo todavía una figura popular. El país es lo que es, –a no dudar bastante próspero en relación a sus socios europeos– sin regatearle la parte del crédito que pueda atribuirse a sus antecesores, gracias al calibrado manejo gubernamental de la canciller saliente.
“Su legado –según la opinión de un analista– es haber representado el pensamiento “racional, pragmático y orientado a la solución”. Con un estilo caracterizado por los consensos, la conciliación y la búsqueda de equilibrios. Ello cuando la tónica de ciertos liderazgos en la actualidad ha sido populista, nacionalista y de intransigencia personal lindando con la egolatría. Sin embargo, ni el peso de sus prestigios, ni los logros de su largo período de juiciosa gestión, fueron suficientes para asegurar la continuidad de su formación política. Los socialdemócratas de centro izquierda (SPD) –en la elección de la Cámara Baja del Parlamento Federal– superaron por escasos puntos de diferencia a sus rivales del partido conservador CDU/CSU, el bloque que dirigió Merkel durante muchos años. Los resultados preliminares: SPD, 25,7%, CDU/CSU, 24,1% y 14,8% a los Verdes, la tercera formación más votada. El CDU nunca ha tenido menos del 30% de los votos. Así que, si bien el revés podría atribuirse a la debilidad del candidato, el peso de Merkel es tal que no escapa, con este pobre resultado, empañar su legado. El Bundestag escoge al canciller entrante. Ahora entran al período de las negociaciones hasta alcanzar el arreglo que asegure una coalición de gobierno. (Los Verdes se inclinan tradicionalmente por los Socialdemócratas y los Demócratas Libres hacia la UCD. Sin embargo, de momento, ninguno ha dado señales claras. Todo dependería de los ofrecimientos en las negociaciones. La otra opción con mayoría parlamentaria es repetir la “gran coalición” saliente de la UCD y los Socialdemócratas. La combinación que dirigió a Alemania durante varios períodos anteriores. “Solo que esta vez sería bajo el liderazgo socialdemócrata con el bloque de Merkel de socio menor”).
Hay apuro por sacar la tarea pendiente. Con una diferencia tan apretada entre una y otra formación, sin una mayoría contundente, en elecciones inconclusas, lo que viene podría ser varias semanas de incertidumbre. De volatilidad de mercados en la mayor economía europea. Como de inestabilidad política hasta lograr arreglos definitivos en la formación del futuro gobierno. A ello se agrega el incierto desenlace de la próxima elección presidencial en Francia. Esos dos –aparte de Inglaterra que ya está más afuera que adentro de la comunidad– son los poderes económicos y políticos de mayor relevancia en la Unión Europea. Ello sucede cuando el bloque enfrenta –en la copiosa agenda de asuntos pendientes– a la Rusia de Putin. El ruso va indisputado, sereno, sin nada que le incomode, a su reelección. Solo para que sopesen la ventaja del ejercicio perpetuo del poder. No tropieza con obstáculos amenazantes si se quita de encima los estorbos impertinentes que lo disputen. (En estas travesías lo otro incierto es la inclinación del Sisimite. Unos calculan que sería por la coalición “semáforo”, de los rojos, verdes y amarillos; y otros por la Jamaica, del negro, amarillo y verde. Es para que vayan acostumbrándose al arcoíris, digamos, de las coaliciones que salgan en el próximo Congreso).
