Espejo de la conciencia

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30 de septiembre de 2021
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12:40 am
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Espejo de la conciencia

BARLOVENTO:
Por: Segisfredo Infante

Es innegable, en primera instancia, que me debo a los filósofos y a los historiadores, en tanto que el tema de la conciencia es originariamente filosófico, y seguidamente histórico. Hoy en día, sin embargo, los neurocientíficos han incursionado, incluso con disecciones quirúrgicas, sobre el tema de las partes que integran el cerebro humano y la conciencia. Pero nuestro discurso central habrá de seguir los caminos especulares de la gran “Filosofía” y de la “Historia”, tratando de buscar aplicaciones objetivas y concretas a sociedades vulnerables como la nuestra.

La vitrina de la “Historia” presenta ante nosotros los mosaicos o pedazos de tablillas con escrituras cuneiformes (papeles amarillentos comidos por cucarachas y termitas en nuestro caso personal), que proceden de pueblos multiformes, cuyas identidades son difíciles de definir si se rechaza la probabilidad de leer con cuidado los acontecimientos más o menos integrales del pasado y del presente. No se puede realizar una lectura correcta del pasado exhibiendo cabriolas históricas, esto es, saltándose aquellas temporadas de la historiografía oficialista que cualquier bando ha borrado con el fin de estigmatizar o evadir momentos históricos que se desean ocultar.

Son poquísimos, o escasos, los historiadores hondureños que han estudiado con imparcialidad los gobiernos de Santos Guardiola y de José María Medina, en tanto que a veces el trabajo lo tienen que realizar mediante investigaciones desprejuiciadas los historiadores extranjeros. Pues pervive un afán, heredado desde la época de algunos iluministas europeos, de censurarlo todo por el simple deseo morboso, superficial o frívolo, de negar sus propias raíces locales y transfronterizas, exhibiendo una supuesta sabiduría que es ajena al verdadero saber de las cosas que ocurren en el mundo. Encierran sus miradas dentro de los agujeros de sus propios aconteceres locales, extraviando el acontecer mundial, con sus fenómenos y esencias. (A propósito de “Medinón” convendría leer, con ojo crítico, el libro “Potencias en conflicto” de John Charles Morán).

La multitud de fenómenos diarios y semanales de actualidad, suele cegar la mirada tanto de los políticos como de los más humildes paisanos. Aquí habría que subrayar que países como Honduras jamás han surgido de la noche a la mañana. Que en el pasado han acaecido cosas buenas, regulares, pésimas, extrañas y ambiguas. Y que todos hemos sido responsables, directa o indirectamente, de tales acaecimientos. Debemos reconocer que unos y otros somos individuos con defectos, honestidades y virtudes por doquier.

El hondureño de élite, o del promedio, antes de atacar a los demás, debe autocontemplarse en el espejo de la conciencia. Y tratar de observar su imagen mestiza en forma integral. De repente los catrachos utilizamos pedazos de espejos quebrados para percibir, parcialmente, la nebulosa de lo que somos. Tal vez en esos cobres y estaños quebradizos solo aparecen retazos de nuestras caricaturas personales. Como si fuéramos mojigangas que provocan risas, temores y reproches en unos extranjeros que tampoco se han autocontemplado en el espejo de la verdad histórica, económica y financiera de sus propios países y del mundo en general. Aquí conviene puntualizar que individuos mestizos como los hondureños, son rechazados y juzgados en otras partes (sobre todo por los supremacistas blancos), por el simple hecho de ser mestizos. Situación que se agrava cuando el mismo hondureño niega, rotunda o fragmentariamente, su propio mestizaje, y hasta le produce vergüenza hablar en un español correcto, ignorando que la lengua castellana se deriva del idioma latín: uno de los idiomas más sólidos que han existido en el mundo, al grado que casi toda la nomenclatura científica universal, ha sido establecida mediante códigos latinos, a veces derivados del griego y del sánscrito.

El tema de la “conciencia histórica” me lo ha robustecido el erudito hondureño Mario Posas con su libro “Lecturas de apoyo para la investigación histórica” (2017). No se trata del concepto archi-manoseado de “conciencia de clase”, sino más bien de algo que conecta con aquellas visiones profundas y de largo alcance que van más allá de las fronteras nacionales. Se trata, ante todo, de reconocer, respetuosamente, la existencia del “Otro” (incluso del adversario) en el espejo de la “Historia”. Esta mirada de largo alcance podría evitarnos demasiados enredos cotidianos y secundarios, como si fuéramos adolescentes que acabamos de descubrir un circo. Que conste que el concepto de “adolescencia” para referirme a países como Honduras, jamás lo he utilizado en términos despreciativos, sino como una mera fase de las historias nacionales. En consecuencia, el hondureño debe aprender a mirarse en el espejo de la conciencia real y a descubrir el proceso de construcción de su propia identidad, bajo la sugerencia que aquellos
que poseen enormes techos de vidrio, dejen de lanzar piedras contra sus paisanos defectuosos, cuyos defectos están interrelacionados con una pavorosa crisis internacional.

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