Foros, debates y democracia

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2 de octubre de 2021
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12:05 am
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Foros, debates y democracia

Esperanza para los hondureños

LETRAS LIBERTARIAS

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

En Honduras no existe el debate serio y juicioso en política, como en la mayoría de los países latinoamericanos donde los medios de comunicación juegan un papel de primer orden en la creación de espacios para la discusión pública. Sin ese componente de controversia que vincula a los ciudadanos con los políticos -vinculación que corre a cargo de los medios de prensa formalmente instituidos-, la edificación de la democracia y la construcción de una cultura de transparencia ética jamás serán posibles.

Somos de los poquísimos países en que los medios de comunicación televisados no generan lo que suele llamarse la “deliberación política”, es decir que las mesas redondas y los foros no estimulan la reflexión política de altura ni forman entre los espectadores una comprensión real de las verdaderas intenciones de los gobiernos o de los partidos mismos. Casi siempre, lejos de orientar, los coloquios televisados terminan enredando los temas de interés nacional, temas que de por sí, la gente siente inapetencia de presenciar, ya sea por su bajo nivel educativo, o porque ha dejado de creer en los discursos baratos, vacuos y carentes de un espíritu dialógico. Eso no es nada nuevo.

En otras palabras, los políticos y los periodistas en nuestro país interaccionan de una manera bastante superficial, limitándose los primeros a expresar argumentos insípidos sobre temas que no estimulan en el público televidente la motivación participativa ni el deseo de compartir los “sentimientos comunes entre los individuos” de los que hablaba Emile Durkheim. Y los segundos, no siempre tienen una visión científica sobre los escenarios sociales ni exhiben las técnicas más refinadas para extraer la información que los ciudadanos -cándidos en nuestras sillas de telespectadores-, necesitamos conocer para tomar verdaderas decisiones electorales. O simplemente se limitan a seguir la línea ideológica del medio en el que operan, el que normalmente funciona a la manera de una agencia publicitaria de un partido político, o simboliza la querencia más reaccionaria de un candidato, como ha sucedido y sucede en casi toda América Latina. Más allá de eso, la mayoría de los comunicadores ignora que esos foros no abonan en réditos a los políticos, pues se han convertido en una aburridísima e insulsa verbosidad en vivo, y en un franco monólogo que solo los invitados terminan entendiendo.

Casi ningún comunicador logra llegar a la médula de las agendas políticas, ni nadie se atreve a describir el tejemaneje de los partidos políticos que participan en las ferias electorales como meros instrumentos de grupos -poderosos- cuyos objetivos no colindan con los intereses vitales de los ciudadanos. Suceden dos cosas: ningún político se siente a gusto mostrando la verdad en sus pretensiones politiqueras, y, por otro lado, es notoria la incapacidad de los candidatos presidenciales para sostener un “speech” de calidad, como dicen los gringos. Casi todos exhiben dificultades serias para hilvanar ideas congruentes con la realidad socioeconómica del país, y para exponer sostenidamente un diálogo de altura con los moderadores de los medios de comunicación, a riesgo de ser detectados en sus mentiras. De todas maneras, ya no hacen faltan los discursos ni la fluidez verbal que caracterizaron a los grandes líderes del pasado. El arte de la oratoria se hacía necesario cuando se trataba de convencer a los votantes sobre el carácter ideológico del político en campaña y de la calidad moral del estadista; pero, en esencia, la política no estaba tan podrida como hoy en día.

Entre la ignorancia política y los cálculos politiqueros, el comunicador cotidiano participa de la comedia y de la farsa electoral, polemizando someramente sobre temas trillados, en donde se utiliza la misma fraseología y las mismas ofertas estereotipadas del pasado. El público -y algunos periodistas bastante inocentes-, cree asistir a un verdadero enfrentamiento político, cuando en verdad lo que le venden es gato por liebre.

Los finales casi siempre son felices. Los llamados “debates” de los foros terminan en la charlatanería y en el jolgorio entre los “amigos-enemigos” politiqueros que confundirían al mismísimo Carl Schmitt, cerebro del totalitarismo filosófico. Pero esa es la cruda realidad.

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@Hector77473552

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