Democracia, políticos y militares

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5 de octubre de 2021
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01:12 am
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Democracia, políticos y militares

Juan Ramón Martínez

En estos 200 años de vida republicana, tenemos pendientes algunas tareas: el establecimiento de un sistema democrático, la operación de un capitalismo moderno, -articulado ventajosamente con el comercio mundial-, y el funcionamiento de un sistema educativo, forjador de un carácter acerado entre nosotros, así como una actitud retadora para cambiar la realidad. El incumplimiento de estas tres tareas, nos ha impedido, poner al sistema político al servicio del bien común, crear una oligarquía nacional con sentido de patria y compromiso nacional; y cultivar en el hondureño, una fuerza que le haga sentirse orgulloso de serlo; y, con imaginación, para competir con los demás pueblos del mundo, haciendo de Honduras una nación próspera y respetada.

Por eso las elecciones del 28 de noviembre son tan importantes en este propósito. Sus resultados nos permitirán, la renovación de las élites gobernantes, con nuevas visiones de la realidad y con una mayor disposición para darnos esperanza y fuerza para aprovechar mejor las condiciones naturales y geoestratégicas de nuestro país. Pero no hay que batir las campanas al vuelo. Es necesaria una mayor responsabilidad que la que ahora han asumido los políticos que, buscan posiciones en las elecciones próximas. Requerimos nuevas visiones de la realidad, actos de constricción por lo que han hecho mal hasta ahora; y compromiso claro que nos indique que saben lo que ha fallado para desarrollar a Honduras y lo que, rectificando, harán durante su mandato. Más allá de lo cosmético, lo publicitario para engañar a bobos para que vayan a votar, sino que propuestas transformadoras del sistema político, económico y cultural que debemos cambiar, sencillamente porque no nos han servido nada más que para aumentar la pobreza, fortalecer la desigualdad, propiciar el dominio de unos pocos por encima de las mayorías. Así como achicar al gobierno, cerrando las puertas que han favorecido -desde un capitalismo de compadres- el impune ejercicio de la corrupción.

Hasta ahora, las cosas no apuntan en la mejor dirección. El sistema electoral no está en manos de los mejores, sino que, en representantes de partidos, para los que los objetivos nacionales son secundarios. Sus integrantes están interesados en quedar bien con sus empleadores, más que con los deseos y aspiraciones de los hondureños. Y el Poder Ejecutivo, cosa innegable, no les permite la autonomía y la libertad para el que, en teoría, -el primer poder del Estado- en vista que por medio de las urnas se expresa el poder popular que alimenta la existencia de los tres poderes del Estado. Las cosas que hemos oído, por parte de autoridades electorales, funcionarios del Ejecutivo, diputados y líderes políticos, no apuntan a creer que todos han tomado conciencia de la importancia que tienen estas elecciones. Incluso una pregunta en la televisión, ya empezaron a crear una malévola distracción: atribuirle responsabilidad del proceso electoral a las Fuerzas Armadas que, no tienen -y no deben tenerlo- puesto que, en el sistema electoral, no cuenta los votos y ni siquiera sus hombres pueden estar muy cerca de las urnas. Su papel es trasladar, de ida y vuelta, los materiales electorales. Solo eso.
Lo que sí es claro es que las Fuerzas Armadas han servido, además de instrumento para garantizar la soberanía territorial, para evitar las guerras civiles que tanto daño le han hecho a la existencia de Honduras. Por ello, en horas de incertidumbre, en vez de hacerlas responsables de lo que no tiene nada que ver con sus justificaciones existenciales, es fortalecerles ante la amenaza de la dictadura que se está incubando en El Salvador que, puede confrontarse con nosotros, como medio para permitirle a Bukele, seguir en el poder, usándonos como falso enemigo de El Salvador.

En fin, las elecciones deben ser vistas como el inicio de un esfuerzo para reconstruir a Honduras. Más allá de un juego, para repartirse las vestiduras de la República. Necesitamos crear democracia auténtica, forjar un sólido Estado de derecho y establecer igualdad y seguridad para la inversión nacional y extranjera; convirtiendo al pueblo, en uno orgulloso que no extiende la mano ante quien le ofrece dinero, manteniendo elevada la frente como prueba de orgullo nacional y de indeclinable e irrenunciable dignidad. Sino entendemos esto y seguimos disputando por el presupuesto como hasta ahora, el país no ira a ninguna parte. Haití nos superará.

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