Alia Kafati, candidata liberal a diputada por FM: “Soy más hondureña que las baleadas”

ZV
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9 de octubre de 2021
/
12:36 am
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Alia Kafati, candidata liberal a diputada por FM: “Soy más hondureña que las baleadas”

Después de sufrir todo tipo de vejámenes de su exesposo, Alia Kafati construyó su propia trinchera para alzar su voz y ayudarle a mujeres maltratadas por la violencia doméstica. Ahora, quiere trasladar ese proyecto al Congreso Nacional, como diputada, pero debe sortear los “sapos y culebras”, como se lo describieron, de la campaña y convencer a los electores, comenzando por su círculo “étnico”, que no le cree y hasta la excluyeron con sus hijos de las fiestas y piñatas. Como le habían advertido, también ha tenido que dejar sus zapatos lujosos para ir a los barrios y aguantarse en el monte, a diferencia de los hombres, cuando le tocan sus necesidades. En sus recorridos por el Distrito Central y el resto de los municipios de Francisco Morazán, la gente valora su lucha, pero en las redes sociales muchos la discriminan por el apellido y la acusan de fabricar su historia personal para ganar votos. Aquí se sincera.

–Muchas veces ha contado que sufrió violencia doméstica, ¿qué tan complicada fue su vida marital?
Me casé a los 22 años, por amor, no por el bien de los tres (eso me gusta aclararlo) pero me fue mal en el matrimonio. Me casé con un hombre que me maltrataba física, emocional y económicamente, hasta dejarme en la calle, literal.

–¿Cómo así?
Mi mamá nos regaló una casa, de boda; él la fue a empeñar al banco sin mi consentimiento, nos desalojaron de la casa. Llevo muchos años peleando en los juzgados para que me asigne una pensión alimenticia y cuando se la asignan, él no la cumple.

–¿Le afectó su salud?
Caí en una depresión fatal, me convertí en una farmacodependiente, me tomaba nueve pastillas antidepresivas diarias más un coctel que el psiquiatra me dio para domir, la verdad, que fue un momento muy duro en mi vida del que fui saliendo poco a poco, con el apoyo de mi madre y mis hermanos.

¿Tiene que ver su caso personal con su fundación?
Así es. He visto que en esos juzgados el que paga es el que gana, no el que tiene la razón. Cuando yo iba a los juzgados o iba al Core 7 (sede integral de denuncias) a presentar mis propias denuncias, miraba que había mujeres que no las volteaban a ver, los fiscales no les tomaban mucha importancia y eso me fue indignando y por eso creé mi fundación (#Haysalida#RiseupFoundation) donde damos consejería, ayudamos en los juzgados y acompañamos denuncias, porque a veces pierden hasta las audiencias, ya que ni cuenta se dan.

–Apellidos como el suyo siempre han generado muchos prejuicios en la política comenzando con la idea del dinero, ¿los ha sentido?
Cabal, así me ven, así me tratan. Como creen que soy de dinero dicen ‘esta no necesita’, pero yo siempre les digo que no todo lo que brilla es oro.

–Con tantos familiares y amigos de dinero, ¿le ayudan a financiar la campaña?
Se ríe. Le voy a contar, los árabes son los que menos dan, mi apellido abre y cierra puertas, es un arma de doble filo. Gracias a Dios con mi trayectoria en la fundación hay un montón de donantes que confían en mi proyecto y son los que me dicen tomá.

–¿Quién la invitó a participar en política?
Me invitaron de varios partidos, pero mi sangre es liberal. Me decidí por Yani Rosenthal porque es un excelente esposo, hijo y tiene cuatro hijas mujeres y él me apoya cien por ciento en mi proyecto.

–¿Qué es la política para usted?
Es una plataforma para las personas que podemos ser voz para quienes no la tienen, me permite poder enseñar mi lucha y una de las realidades de las mujeres hondureñas es que tienen que callar. Dicen que en política se tiene que tragar sapos y culebras, pero yo no me considero política, lo hago por ayudar.

–¿Cuántos sapos y culebras le han salido en esas redes sociales?
Muchos, uno de ellos, Elmer Rubí, que es suplente de un liberal, pero que milita para el Partido Salvador de Honduras, me atacó en las redes de manera muy denigrante y por eso lo denuncié en el Ministerio Público, yo tengo voz y no me quedo callada frente a las injusticias.

–Otros le dicen que se hace la víctima, ¿qué les responde?
Para nada, en las primarias ese sujeto ya me había pegado una insultada, ahí lo dejé, pero esta vez tenía que sentar un precedente. No me gusta el papel de víctima, me considero una sobreviviente de la violencia doméstica y no lo hago tanto por mí, lo hago por esas mujeres que pasan por eso y lo callan porque no tienen el apoyo.

–¿Regala bolsitas de café?
Claro que lo hago.

–¿Oro o Indio?
Café Maya. Acuérdese que hubo un problema entre mi abuelo (Óscar Kafati, empresario del café y exministro de Industria y Comercio) con mi tío Jesús, lo sacaron injustamente del negocio, entonces, mi abuelo compró Café Maya.

–¿Qué fue lo primero que le advirtieron antes de visitar los barrios?
Que dejara los tacones y me pusiera tenis. Pero, yo decía, se nota que no me conocen, así como ‘Tito’ Asfura tiene sus burros, yo tengo mis tenis, me gusta recorrer los barrios y caseríos, platico con la gente, algunos no creen que una Kafati sea así y la verdad que yo me considero una mujer sencilla.

–Oswaldo Ramos Soto decía que para las mujeres es complicado andar en política hasta para hacer sus necesidades en el monte, ¿le ha tocado?
Yo me aguanto, pero así me dijo Eliseo Castro cuando íbamos para Reitoca. La verdad que la mujer de batalla no tiene problemas, y como yo soy así, no tengo problemas para nada, aunque es complicado andar en política, hasta los donantes prefieren apoyar a los hombres.

–¿Qué es lo más ofensivo que ha recibido en política?
Turca, qué andas haciendo aquí, andate a tu país, y yo digo ¿cuál?, si aquí nací y aquí nacieron mis padres, mi abuela vino a los 18 años y han hecho más por este país que cualquiera nacido aquí. Yo soy más hondureña que las baleadas.

–¿El momento más triste de la campaña?
Cuando una niña de una casa llena de goteras me enseñó sus juguetes y eran unos taparroscas de refrescos. Me tuve que contener para no llorar, cuando llegué a mi casa, le pedí a mis hijos que regalaramos todos los juguetes.

–¿Discriminada?
Sí, cuando me insultan por el apellido. Estoy consciente que hay familias árabes que han sido dañinas para el pueblo y hay una familia Kafati en especial, que es conocida por no pagar impuestos; ese ha sido mi reto, hacerles ver que no todos los del mismo apellido somos iguales y que es ingrato meternos a todos en la misma licuadora.

–¿Se considera diferente?
Soy diferente, detrás de mí hay una historia de sufrimiento, he llorado lágrimas de sangre al ver a mis hijos plantados esperando en la acera a su papá, que no llega o que aún siendo una Kafati, a veces, no me ajusta para el supermercado. Dicen que ‘Papi’ es diferente, paja, diferente soy yo y qué triste es que la gente juzgue por el apellido y por la apariencia.

–Es que es difícil creer que a una Kafati no le ajusta para el súper…
Tiene toda la razón, y fíjese que no es mentira, porque tienen que entender que los Kafati somos muchos y hay una jerarquía, entonces, ahora existe mi abuela, ella maneja las cuentas, después de ella vienen sus cinco hijos que algún día mi mamá va heredar y alguuuuuún (hace énfasis con la voz) día voy heredar la quinta parte de la quinta parte que va heredar mi mamá.

–¿No recibe utilidades?
No recibo ningún cinco, no trabajo en la empresa familiar, a mí no me regalan el dinero, obviamente, si ocupo algo yo le pido a mi mamá y ella con gusto me lo da, si mira que no he ido al supermercado o no le he comprando un medicamento a mi hijo.

Yo tenía un trabajo de darle charlas a instituciones educativas, pero cerraron los programas por la pandemia, dejé de percibir ingresos.

–¿Y si va a la empresa familiar a buscar trabajo?
Pues no me dan porque soy licenciada en psicología y ahí ocupan administradores de empresas, no me van dar trabajo solo por ser Kafati y ahí es donde se equivoca la gente porque creen que la empresa se maneja como una caja chica familiar. ¿Me endiente? A los varones es diferente, porque heredan los puestos de sus padres y están manejando las empresas de café, pero uno de mujer, no.

–¿Le duele que no le crean?
Bueno, esa es la grosería que vivo día a día, cuento mi historia y la gente me dice mentirosa. Me he ganado críticas hasta de mi misma sociedad, me dejaron de invitar a reuniones, y a mis hijos a las piñatas, porque yo salí, en esta sociedad tan cerrada, a hablar de violencia doméstica.

–¿Se refiere a su círculo social?
Claro, el mismo círculo social de los árabes y hasta me han tratado de mentirosa porque, claro, como yo montaba un show de que todo estaba bien estando casada, ahora se preguntan ¿cómo es posible? He sufrido mucho por eso y cinco años después sigo contando mi historia, porque es cierta; no he mentido en nada.

–¿Qué piensa de estos debates sobre la teoría de género y el aborto?
Son importantes, pero creo que es cortina de humo para que la gente no hable de la corrupción, los hospitales móviles, las deficiencias del plan de vacunas, ni la ineptitud del gobierno.

–¿Y Cupido?
No hay tiempo para eso, desde que me divorcié me he dedicado a mis tres hijos a tratar que sanen emocionalmente y sanar yo, al proyecto político, si se va dar, que se dé, pero yo no lo ando buscando.

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