La prosperidad que no llegará

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9 de octubre de 2021
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12:03 am
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La prosperidad que no llegará

LETRAS LIBERTARIAS
Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Hay dos escenas que no puedo olvidar de los años 90 y que representan la algarabía con la que festejábamos el advenimiento de la globalización: la de un guerrero Massai utilizando un teléfono móvil, y la de una mujer -muy luchadora ella-, en una canoa transportando cosméticos de una marca bastante conocida, a lo largo del río Amazonas. Son meros símbolos nada más; una pequeña muestra de una nueva era, en la que creímos ingenuamente que la prosperidad tocaba a las puertas de los países subdesarrollados, y que los conflictos sociales, si bien seguirían formando parte del paisaje mundial, ya no tendrían los apocalípticos alcances de aquella tirantez que tuvo como protagonistas a los Estados Unidos y a la extinta Unión Soviética. Se trataba del “fin de la historia” a la que aludía constantemente el filósofo norteamericano Francis Fukuyama, sin imaginar el inocente hegeliano que las cosas se irían por otro lado.

Hoy en día, debemos aceptar que hemos sido timados por quienes escriben la historia. La supuesta democratización de la sociedad y la abundancia material que se suponía surgiría como un derivado natural del libre intercambio de bienes y servicios, se extraviaron en algún lugar del planeta o fueron secuestradas por fuerzas extrañas que vinieron allende del espacio sideral. Al menos no se hicieron presentes en países como Honduras, donde los escasos esfuerzos por crear una sociedad más inclusiva y un mercado más participativo no pasaron de ser una simple publicidad que aparecía en los folletos y revistas de las Naciones Unidas y de organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Con esto de la globalización, los hondureños hemos recorrido tres estaciones en el viacrucis de la historia: la primera sucedió en un plano meramente global cuando se nos dijo que gozaríamos de todos los beneficios del intercambio de bienes y servicios; en la segunda, las cosas tomaron rumbos diferentes, es decir, cada gobierno interpretó la globalización a su manera, pensando más en las élites que en las grandes masas poblacionales. Por eso somos más pobres y atrasados que antes del tiempo en que tomara figura esto de la globalización. Si esta es la promesa del progreso o del desarrollo, ya no sabemos entonces, a quién acudir por auxilio. Al principio se nos dijo que para mejorar la economía había que achicar el Estado para reducir los costos, mientras se propugnaba por un mayor crecimiento económico, vía inversiones y exportaciones. “Menos Estado y más mercado” era la consigna. Pero ni aquel se redujo, ni este creció: el primero se hizo más grande y el segundo se quedó enano como un niño malnutrido.

La tercera oleada se llama “la del fracaso”, que es la que estamos viviendo. El mercado y la política naufragaron por completo, por amaño, por escasez de inteligencia y por ambiciones de grupos. Ante la imposibilidad de hacer del Estado el conducto para que fluyera el bienestar, las élites gobernantes decidieron atrincherarse en sus propios domos de la complacencia, haciendo del mercado libre su propio mercado libre; de la democracia su instrumento particular para afianzarse en el Poder, y de la sociedad civil… bueno, que cada uno se salve a su manera, o que las buenas gentes encomienden sus almas a la divina providencia. Es decir, ni crecimiento ni derrame económico ni Estado benefactor. Lo curioso de este fenómeno que no solo está ocurriendo en Honduras, es que los ciudadanos, a pesar del futuro sombrío, de la incertidumbre y sin mayores opciones que buscar mejores horizontes fuera de sus puntos geográficos, siguen apostando por la vía electoral como si se tratara de la única fuente de agua existente en el candente desierto.

Y la lectura de esta realidad no es fácil hacerla: por eso vemos a los periodistas y a los portavoces del oenegismo clamar por una nueva fase de la historia que ellos saben, no llegará por los momentos. La apuesta, según los pobres ingenuos, es la vía electoral para salir de la desgracia. Esperando se quedarán.

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@Hector77473552

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