LAS MIL Y UNA NOCHES

MA
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13 de octubre de 2021
/
12:25 am
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LAS MIL Y UNA NOCHES

CURITAS para detener la hemorragia de la profunda herida asestada por la peste sanitaria fue el alivio de la parsimoniosa burocracia financiera internacional a los pintorescos paisajes acabados. Nunca hubo apuro o creatividad en las medidas. Reaccionaron, con la misma lentitud que les es característica en tiempos normales, como si se tratase de atender un aprieto cualquiera. Dieron la impresión de no tener noción de la espeluznante crisis que se vino encima. ¿Y qué podría esperarse de instituciones que, pase lo que pase, sus técnicos y altos funcionarios siguen devengando en cómodas oficinas, sin riesgo de perder su empleo, por producir montañas de papeles que nadie lee? Cuando los estragos apocalípticos que se atraviesan demandan de soluciones inmediatas, no de dictámenes impenetrables, de diagnósticos imprecisos ni de las mil y una noches de trámites que exigen para no resolver.

¿Dónde aprenden a enmarañarlo todo? ¿A hacer hábito del tortuguismo, a perderse en caótico laberinto sin salida, dando vueltas y más vueltas como tornillo sin fin? ¿Dónde estudiaron el arte del despiste? Ello es, desvariar horas, días, meses y años enteros, en engorroso papeleo inacabable. ¿Cómo desarrollaron la pericia obstruccionista que, como obstinada tozudez, paraliza el logro de resultados? (Pues, no atinamos descifrar dónde. Si la academia presumiblemente prepara al estudiante en procesos de eficiencia y de optimización de sistemas. Premia la eficacia y fomenta la diligencia en la solución de los problemas. Dudoso que en las universidades entrenen para juegos de malabares. En otras palabras, pasarse la pelota de una mano a la otra, de uno a otro lado, creando la ilusión que actúan, sin que nada suceda en realidad). En vez de dar moratoria como Dios manda, a toda la deuda externa de los países pobres, agarraron por el atajo. En el cónclave del G-20, allá cuando San Juan dispuso bajar el dedo, decidieron un plazo de aplazamiento. De montos irrisorios ya que solo fue al servicio de la deuda bilateral. Sin embargo el Banco Mundial lo anunció como la gran proeza alcanzada. Otra vez el presidente del Banco Mundial habla de reestructuración de la deuda. Tomen nota cuántos meses han pasado desde el inicio de la pandemia, del tiempo transcurrido sufriendo la crisis, de la ruina causada a estos países por la contracción de sus mercados y el colapso de sus economías. Ahora es que reparan que “la carga de la deuda en los países de bajos ingresos aumentó en un 12%, a un récord de 860,000 millones de dólares en 2020”. Y ello equivale a un “trágico retroceso” en el desarrollo de esos países.

Hasta hoy se enteran que “los niveles de deuda sostenibles son vitales para la recuperación económica y la reducción de la pobreza”. Que se ocupa un “plan integral para abordar el problema, incluida la reducción de la deuda, una reestructuración más rápida y una mayor transparencia”. Que “los esfuerzos para combatir el COVID-19 exacerbaron los niveles de endeudamiento ya en aumento y será necesario un alivio de la deuda”. Que ya “muchos países en desarrollo comenzaron el 2020 en una posición vulnerable, con la deuda externa pública ya en niveles elevados”. Y “el riesgo ahora es que demasiados países saldrán de la crisis de COVID-19 con un gran sobreendeudamiento que podría llevar años gestionar”. Sumen a ello la advertencia del FMI: “La persistencia de la pandemia y la desigual distribución de vacunas siguen frenando la recuperación económica mundial y empeoran las perspectivas para los países en desarrollo, incluidos los de América Latina”. (A propósito de los cuentos de Las Mil y una Noches. Sugieren mandar al Sisimite a avisarle a la burocracia que ya ratos comenzó la crisis).

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