“Caitocracia” o similares

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14 de octubre de 2021
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01:22 am
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“Caitocracia” o similares

Por: SEGISFREDO INFANTE

No estoy seguro. Pero creo que el escritor Eliseo Pérez Cadalso (QEPD) inventó o descubrió la palabra “caitocracia”, en el seno de una organización política que fue fundada a finales de 1918 y comienzos de 1919, según documentación encontrada en el Archivo Nacional de Honduras y en una universidad estadounidense. “Don Eliseo”, amigo personal de Rafael Heliodoro Valle y uno de los hombres más ocurrentes que he conocido en mi vida, inyectaba buen humor a la mayoría de sus artículos periodísticos, análogos a los artículos de Orlando Pineda (QEPD), quien escribía en LA TRIBUNA y nos hacía reír cuando nosotros éramos mozuelos.
Aparte de ser escritor y diplomático, Pérez Cadalso se metió, en ciertos momentos, en los ríos revueltos de la política. Por eso cuando se le presentó la oportunidad, como diputado por una de las facciones del Partido Nacional de Honduras a mediados de la década del cincuenta del siglo pasado, parece que fue el primero en proponer y legislar en favor de que las mujeres hondureñas votaran en las elecciones. Eso está registrado en los archivos dispersos de la República. Creo que Alejando Palma Cerna posee esta información más o menos ordenada. En todo caso el mismo “Don Eliseo” me informó de aquellas lejanas actividades en nuestras conversaciones alrededor de unas tazas de café con pan de casa (o “pan histórico” como le dicen ahora). Eran los tiempos en que todavía los verdaderos intelectuales eran tomados en cuenta dentro de las filas de las facciones internas de los partidos políticos. Incluso del Partido Nacional. Eso comenzó a desvanecerse durante la década del noventa del siglo pasado, como consecuencia lógica de la frivolidad y superficialidad “triunfantes” del neoliberalismo y de sus incomodidades con las clases medias. Pero, sobre todo, se desvaneció en el curso de los últimos veinte años, en que los meros activistas fueron colocados por encima de la gente pensante. Sin embargo, en la campaña presidencial de Ricardo Maduro Joest, se organizaron comisiones de intelectuales heterogéneos, cuyos nombres recuerdo perfectamente.

Pues bien. A finales del siglo diecinueve y primeras décadas del veinte, una élite se hizo con el poder político hondureño, marginando a los campesinos de las zonas rurales y suburbanas. Especialmente mestizos y mulatos. Al surgir el Partido Nacional bajo el liderazgo de Alberto Membreño, Silverio Laínez, Paulino Valladares (tres intelectuales) y Tiburcio Carías Andino, más la sumatoria posterior, en 1923, del “movimiento liberal manuelista” olanchano, las bases partidarias fueron organizadas, y reorganizadas, con estas personas humildes y marginadas que vestían ropas de manta blanca y calzaban caites, o sandalias de hule para información de posibles lectores extranjeros. De ahí derivó la palabra “caitocracia”, que según Pérez Cadalso era “el poder de los caites”. Esta noción del poder popular de los caites nacionalistas, o de colectividades descalzas, humildes, trabajadoras y honestas, prevaleció hasta comienzos de la década del noventa, en que una nueva élite se apoderó del Partido Nacional, olvidando probablemente sus raíces originarias. Quizás ahora, en el actual proceso electoral, los dirigentes vuelvan la mirada autocrítica hacia el campesinado pobre y hacia la juventud urbana desempleada.
Como estoy desconectado de la política vernácula, percibo desde afuera que la actual dirigencia del Partido Nacional carece de un discurso para la juventud hondureña, que bajo cualquier gobierno subsiste en la incertidumbre de un desempleo creciente, que jamás se resolverá con discursos neopopulistas de “izquierda” o de “derecha”. Solo con inversiones estratégicas y expansivas que nunca dañen a las instituciones del Estado, se solucionará el problema del desempleo y del semiempleo. Tales inversiones, ya lo he dicho en otros artículos, deben ser el producto natural o voluntario de la convergencia de los inversionistas catrachos y de grandes capitalistas extranjeros. Ningún candidato de ningún partido político que haga exhibiciones de baile con gestos caricaturescos a veces histéricos, por muy buenos que sean sus asesores, podrá resolver jamás el problema del desempleo de las nuevas generaciones de jóvenes.

Necesitamos dirigentes con una actitud parecida a la de los verdaderos estadistas, cuyos intereses personales pasen a un segundo plano frente a los intereses vitales de la ciudadanía organizada y desorganizada. Los políticos incapaces de anticiparse a los hechos y que solo reaccionan cuando los golpean o cuando desean ofender a alguien, han dejado de ser políticos de vocación. Hay actitudes que hacen un enorme daño a cualquier partido político: El aislamiento sectario o la falta de apertura democrática a las viejas y a las nuevas generaciones. Pero el peor de los errores, sobre todo en una campaña electoral, es el “triunfalismo” ciego de los dirigentes y activistas de ocasión. Son pocos los días que quedan para corregir, sobre la marcha, cualquier error estratégico en el cual estén incurriendo los círculos de hierro que rodean a los candidatos presidenciales.

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