Elogios con buena paga a los dueños del poder

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15 de octubre de 2021
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12:52 am
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Elogios con buena paga a los dueños del poder

Estelas del saqueo en las Ruinas de Copán

Óscar Armando Valladares

La palabra -lo dice Perogrullo- es expresión de una idea, un pensamiento, una cosa material. En el abultado vientre del diccionario figura la definición y alcance de cada vocablo. El término democracia -para el caso- aparece así descrito: “Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. II 2. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado”. De Alcalá de Henares -cuna de Cervantes y tumba de Nebrija- proviene el Diccionario de la Lengua Española que produjo su afamada Universidad; en él se halla la voz dictadura, referida y ejemplificada del siguiente modo: Sistema político en el que una persona gobierna con poder total: las dictaduras atentan contra la libertad del ciudadano; las dictaduras aparecen en momentos de crisis política: la dictadura de Primo de Rivera comenzó en 1923 y terminó en 1930. II Autocracia. 2. Período de tiempo que dura ese sistema político: durante la dictadura de Franco muchos intelectuales estuvieron en el exilio. 3 p. ext. País que se gobierna de esa manera: Argentina fue una dictadura militar. (Fin de la cita).

Pero el viento de este comentario mueve más a merodear por cuatro palabras indicativas de actitudes y conductas tendenciales deseables tres, vituperables una: admiración, simpatía, adhesión y servilismo. Y aunque no somos muy dados a frecuentar el lexicón, venga su apoyatura como punto de salida.
Ver, contemplar o considerar con estima o agrado especiales a alguien o algo que llama la atención por cualidades juzgadas como sobresalientes o extraordinarias, redunda en admiración. Admiramos la belleza estatuaria de la Venus de Milo, aunque un político de tierra adentro haya extrañado al contemplarla que el escultor no le “puso” las extremidades superiores. Genera simpatía, o sea, inclinación afectiva por lo general espontánea y mutua entre personas, o bien hacia animales y cosas. Simpatizamos con las alegaciones denunciatorias del Consejo Nacional Anticorrupción, pese a granjearle antipatías por parte de los adoradores del dios Caco y los discípulos de Saqueo. La adhesión o declaración de apoyo, implica estar de acuerdo con un ser o un quehacer: me adhiero a la opinión de la mayoría; Cabañas explayó su adhesión por las ideas de Morazán. El servilismo, en cambio, constituye la ciega y baja inclinación a la autoridad de un mandamás, por lo cual ese comportamiento es blanco de un sinnúmero de calificativos: abyecto, rastrero, indigno, sumiso, arrastrado, lambiscón, lacayo, alabardero, lamebotas, vendido, desvergonzado y, por supuesto, servil. En menoscabo del amigo del hombre, cobró notoriedad el contenido telegráfico de un acérrimo cariísta: siempre leal como un perro.

Aparte de otros factores, la descomposición política y el servilismo suelen corresponderse. Utilizando el dato del escritor griego Plutarco -insertó en sus Vidas paralelas-: sobre que no fue Filipo sino el oro de Filipo el que tomó las ciudades de Grecia, de los últimos gobiernos hay que aducir hablando en plata, que esta fue y no propiamente el PN la que llevó al sillón presidencial tanto a Lobo como a JOH; plata de viciosa procedencia como ha salido a la luz en confesiones, distanciamientos y recientemente en los “Papeles de Pandora”. Probado está, además, que quienes detentan la cosa pública, al carecer de apoyo popular precisan de fuerza armada y propaganda para sostenerse y de mucha claque que les dé “calor”.
Por si acaso se ha olvidado, claque en la jerga política es el grupo de individuos de distinta condición que defienden, aplauden o alaban las acciones del de “arriba” y agreden al adversario por una paga, un pegue burocrático o una “asistencia solidaria”.

Los alabanciosos, los que hablan con lengua de plata, entraban como “pícaros” en la clasificación que hacía José del Valle, el prócer y varón de letras traído en andas -es un decir- para engrandecer el Bicentenario. Y estando por concluir JOH su mandato extraordinario, con ratonil viveza esa claque adulona se apresta a saltar del barco, e ipso facto arrimarse a la orden de los burros o botines de “Tito”, del alcalde, candidato y bailarín “Papi a la Orden”, simplísimo remoquete que recuerda a algún personaje de cuento arabesco avistado con lupa en Las mil y una noches o de una novela siciliana.

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