¿Por qué le han perdido el temor al pueblo?

MA
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16 de octubre de 2021
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01:34 am
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¿Por qué le han perdido el temor al pueblo?

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

El lunes pasado, en el foro televisado “Frente a Frente” que dirige acertadamente Renato Álvarez, la pregunta lanzada para generar el debate del día, decía algo así como “¿Por qué la autoridad pública perdió el temor y el respeto hacia el pueblo?”. Los panelistas, aunque todos coincidieron en sus opiniones, jamás encontraron la verdadera razón por la cual, el actual gobierno echa mano de la discrecionalidad para ejercer el control político del Estado sin temor a las reacciones populares. Y no la encontraron porque las explicaciones de esa tendencia se encuentran más allá de la territorialidad nacional, originadas en los movimientos financieros mundiales que inciden sobre las decisiones de los gobiernos, como hasta hace poco lo hacían también las grandes transnacionales.

Un ejemplo para ilustrar esta aberración geopolítica. Para posicionar las zonas industriales de procesamiento -ZIP- fue necesario que Honduras ofreciera lo que suele llamarse las “ventajas competitivas de país”, que no es otra cosa que la apertura legal para invertir en nuestro territorio, aprovechando las facilidades de regímenes especiales que abaratan los costos de operación; verbigracia: las exoneraciones y los salarios en la maquila. Pero ese régimen especial exige un cambio de las leyes que casi siempre suscitan malestares, suspicacias y conflictos políticos y sociales. A cambio, dicen los defensores del sistema y los incautos, se atrae más inversión y más “chamba” para la gente. La premisa es correcta, pero los efectos sociales, no. Se los digo porque trabajé en esas zonas especiales.

Por eso hay que pedirles a los analistas que acudan a los filósofos modernos y que dejen de lado las herramientas conceptuales del pasado para descifrar los recovecos políticos del presente. El viejo Zygmunt Bauman -quien murió no hace mucho-, decía bien que “lo local” ha cedido el paso a “lo global”. Aunque esto es harto conocido desde los años 90, lo que ignorábamos es que los movimientos financieros mundiales ejercen presión sobre las soberanías, debilitando el accionar del Estado en lo político, en lo económico y en lo social. Porque ya no es el sistema estatal el que decide el rumbo de los acontecimientos nacionales, sino los intereses de los flujos financieros que, al contrario de las mercancías, no son visibles en las carreteras, ni se saben de dónde provienen ni en qué lugar del planeta se esconden. Incluso, ya no están sujetos a los marcos legales de cada país. Todo iba bien hasta que los socios nacionales se hicieron presentes formando un “joint venture” con los inversionistas extranjeros. Lo malo es que esos socios no solo están representados por empresarios de tradición, sino también por políticos cercanos al gobierno que han aprovechado el Poder para mover los hilos constitucionales a su antojo. Leyes que se alteran en sus contenidos; decisiones sobre la territorialidad, zonas exclusivas y amuralladas, seguridad especial y fronteras de mentiras que solo aparecen en los viejos mapas. El resultado: una nueva configuración espacial del territorio: élites que experimentan la seguridad del futuro, sin menoscabo de sus vidas privadas; fuerzas especiales que las protegen y libertad para moverse por todo el mundo sin temor a ser rechazados por los agentes de migración.

Los ciudadanos que van quedando excluidos, experimentan exactamente lo opuesto a los deleites de las élites. Bajo estas circunstancias surgen miles de preguntas producto de la incertidumbre, y que nosotros nos atrevemos a contestar humildemente para ilustrar un poco a los periodistas y politólogos. ¿Qué pasará con el aparato estatal una vez que los impuestos de las ZEDES no se reflejen en la hacienda pública? ¿Bajará el accionar social del Estado, ya de por sí de escasa presencia y calidad? ¿Cuántas empresas se moverán hacia los santuarios capitalistas dejando atrás toda una estela de lumpenproletariado -como decía Marx- en las regiones donde operaban? ¿Quién se hará cargo de toda esta población imposibilitada para moverse dentro de la geografía regional cuando no encuentre empleo?

Una advertencia: venga quien venga después de las elecciones tendrá que lidiar con el mismo problema.

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