LETRAS Y LETRAS

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17 de octubre de 2021
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12:27 am
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LETRAS Y LETRAS

Por: Juan Ramón Martínez

I
La Academia Sueca, otorgó el jueves recién pasado el Premio Novel de Literatura 2021, al tanzano Abdulrazak Gurnan, por “la descripción de los efectos del colonialismo en África y de la suerte de los refugiados, en el abismo entre diferentes culturas y continentes”. Es decir que la Academia, cosa que no anticiparon los observadores, reacciona al tema de la migración, especialmente a los conflictos emocionales entre la patria que se deja atrás y la integración a otra cultura que casi siempre, rechaza al extraño. Un dilema entre la cultura en que se ha formado, que hay que relativizar, disminuir algunas veces, por su impronta colonialista y la cultura recipiente que, al rechazar al recién llegado, le obliga a condicionar las relaciones entre una y otra, implicándose emocionalmente en un conflicto emocional que el autor premiado maneja con maestría y sin caer en los lugares comunes con que hasta ahora se describe el colonialismo en África. Ni a las emotividades de las descripciones patrioteras locales que invitan volver hacia el pasado. Como mero ejercicio de nostalgias emocionales. Obras más conocidas, especialmente entre los lectores en inglés, “Paraíso” (traducida y publicada en España), “By the sea”, Desertecion (2006), “Gravel heart” (2007). Estas últimas todavía no traducidas a nuestra lengua. Es el galardonado, un escritor africado que escribe en inglés, nacido en Zanzibar, Tanzania en 1948, es decir tiene 73 años, profesor emérito en el departamento de lengua inglesa de la Universidad de Kent. “Un autor descocido por el gran público, dice un escritor de “El País”, Madrid, España, algo que forma parte de la tradición de la Academia Sueca”. El galardonado, no aparecía en las quinielas. El único español que se mencionaba, como el año pasado, es el español Xavier Marías, sin mensaje claro en sus numerosas novelas La Academia Sueca se ha inclinado por el tema de la inmigración, homenajeando como casi siempre ocurre, a un escritor poco conocido pero que encaja en el propósito de ofrecer una nueva perspectiva del tema, con lo cual, logra concitar un mayor interés, no solo en el autor sino que también, en el asunto que busca resaltar. En este caso la emigración, la recepción, el rechazo y el colonialismo implícito.

II
“Gabo y Mercedes: una despedida” de Rodrigo García, el hijo mayor de Gabriel Márquez, es una tierna historia de cómo él y en realidad toda la familia, vivió los últimos momentos del premio nobel colombiano. Cargada de ternura, esta obra en donde no es extraño encontrar algunas chispas de talento narrativo del hijo mayor del premio nobel más querido de los últimos años, uno concurre no solo al deterioro de la memoria del escritor, sino que a las relaciones de una familia fuerte que enfrenta con dignidad a la muerte inevitable. “En marzo del 2014, Gabriel García Marques posiblemente el escritor más querido en lengua española del siglo XX, ya anciano y enfermo, cayó resfriado. De esta no salimos le dijo Mercedes Barcha, su esposa desde hacía más de cincuenta años, a Rodrigo, el hijo de ambos. Estas páginas son la crónica más íntima y honesta de los últimos días de un genio, escrita con la asombrosa precisión y la distancia justa de un testigo de excepción: el propio Rodrigo. Así vemos el lado más humano de un personaje universal y de la mujer en la que se fijó cuando era una niña de 9 años, que le acompañó toda la vida y que apenas lo sobrevivió unos pocos años. Este relato, entreverado de recuerdos de una vida irrepetible, es la más hermosa despedida al hijo del telegrafista y su esposa”. Para los lectores, como nosotros, es la oportunidad, como fisgones, para entrar a la intimidad entre los dolientes y el cadáver del fallecido, la indiferencia de los fúnebres artesanos de la muerte que, después que el hijo pide a la enfermera que ponga la placa dental al muerto, lo hacen entrar en una bolsa plástica, sobre la cual, Rodrigo, coloca una rosa amarilla, mientras lo conducen, manos indiferentes, al horno de cremación, cumpliendo las palabras de Gabo; “hagan conmigo lo que quieran, carajo, al fin y al cabo, entonces ya no estaré”. Lectura emocionante, de la cual no hay que perderse.

III
Pablo Neruda, antología general, edición conmemorativa, fue publicada por la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua española (ASALE) en 2018. Como cualquiera otra antología, contiene una selección de los poemas que, el antólogo prefiere. Dejando fuera otros que le interesan al lector. Esta antología no escapa a esta maldición antológica. Sin embargo, tiene una virtud: la posibilidad de juzgar al poeta de isla Negra, desde diferentes perspectivas y conocer, más de cerca las características del personaje, su sensibilidad dolorosa y apreciar, en el juicio de críticos muy calificados, una obra que no siempre es juzgada en las dimensiones globales que exhibe la antología que comentamos. Desde la descripción de Jorge Edwards, que se refiere a los últimos años del poeta Pablo Neruda, -entre ellos sus tiempos en la embajada de Chile en Francia, la compra de una casa en la costa francesa, la correspondencia con una enamorada poética, sus dolores por un cáncer que le destruía la vida y las sensibilidades del poeta ante los embates de los críticos que quieren lograr fama haciendo daño al mayor poeta vivo de su generación; los juicios de Alonso Sicard, intitulado entre lo habitado y la fraternidad; la lucidez de Selena Millares que hace un repaso entre la tradición poética, entre la sombra y la luz de un diálogo entre siglos, la visión trágica en la poesía de Pablo Neruda del académico portorriqueño José Luis Vega, hasta lo que más me ha impresionado, el juicio sobre la fuerza existencial de la poesía de Neruda, en la que el poeta no sale de sus versos y más bien está allí, adentro, sin negarse o evitar entrar en la epifanía de la novedad o en la dolorosa tragedia del verso que anuncia lo peor de la vida, el no ser y el desamor. Sin duda, para poder entender -de verdad, como debe ser- la poesía de Neruda, que tanto ha influido en la poesía hondureña, al grado que el único que no está en deuda con él es, Daniel Laínez, -antípoda del poeta, que no entra al verso y que quiere encontrar en la realidad, todos los elementos de la poética, sin tocar la sangre o el corazón de la realidad descrita- hay que leerte este texto esclarecedor de la poesía nerudiana y acceder a la profundidad y la lógica del ensayo, que dista mucho del hacen los municipales críticos que aquí pontifican sin mayores conocimientos, solo basados en la autoridad que nadie les ha dado, para enjuiciar a los poetas y novelistas hondureños. Aquí encontramos en las palabras de José Luis Vega, que Neruda, “poseído por la intuición del tiempo y de la muerte, hubiera podido afirmar, con palabras de Goethe que sus poemas lo habían hecho a él, y no él a sus poemas”. Aquí hay una lección para los jóvenes poetas hondureños que quieren, desde una falsa superioridad, describir la realidad y los estados de ánimo que intentan provocar en el lector, sin implicarse, como demiurgos invitados, sin dejar sangre sobre el verso bien logrado. Que casi siempre, tiene un funerario olor a muerte. Solo dejando los guantes agujereados de la falta de oficio y compromiso. Porque escribir poesía es entregarse, moriréis en cada verso, comprometerse en cada palabra y sufrir. Porque poesía existencial como la de Neruda, es la superioridad de lo trágico, en la cual vive el poeta y el lector, juntos, comprometidos en la redondez del poema.

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