Infraestructura resiliente ante desastres
Álvaro Sarmiento
En medio de una polarizante y creciente campaña electoral y futbolera, parece que lo importante y realmente trascendental, es lo que realmente suma a la creación de riqueza para todos. Los datos provistos por el Grupo del Banco Mundial en las Reuniones Anuales con el FMI en Washington son especialmente poderosos y sobrepasan los discursos y afirmaciones o negaciones de muchos candidatos presidenciales o legislativos, concretamente a finales de los años 80 y comienzos de los 90 los países en desarrollo como Honduras comenzaron a liberalizar sus regímenes comerciales, bajar sus barreras arancelarias (impuestos de importación), esto significó un aumento de casi el doble en su tajada del comercio internacional, y esto se vio reflejado en una reducción en la pobreza extrema en el mismo período, casi 36% de la población del mundo estaba viviendo con menos de US$ 1.90 al día, porcentaje que se redujo al 9% para el 2017. Esta tendencia fue revertida por la pandemia ya que llevó a que 97 millones de personas regresaran a la pobreza extrema.
Se puede afirmar y casi ningún profesional en las ciencias económicas serio lo niega, que el aumento en el comercio internacional afecta positivamente, creando más y mejores empleos, lastimosamente este beneficio no es igual para todos los países, ya que las barreras no arancelarias al comercio como los trámites aduaneros y costos logísticos aumentan al doble el precio de las importaciones de los países más pobres, lo que repercute directamente a los consumidores y los productores y exportadores.
MarI Pangestu, directora del GBM confirmó que el comercio internacional es un mecanismo que ha sido sumamente útil para recuperarse en las crisis económicas internacionales y la Pandemia no ha sido la excepción, sin embargo, los países más integrados en el mercado mundial y aquellos participantes en la cadena de valor mundial, lograron una recuperación más rápida. Esto significa para países como Honduras, la importancia de ser abiertos al comercio e inversión, tener acuerdos -comerciales- más ambiciosos y asegurar que las empresas estén bien integradas en la cadena de valor mundial. Agregó, el respeto al Estado de derecho y cargas fiscales razonables.
Aquí uno de los temas que afecta al comercio internacional es lo relativo al aumento sostenido en el transporte marítimo así como el déficit mundial de contenedores (containers) para el comercio. En estos temas, países como los centroamericanos poco pueden hacer de manera directa, pero sí se puede influir en hacer más eficiente y abaratar los costos logísticos asociados a las importaciones y exportaciones, desde aeropuertos que funcionen muy bien, la apuesta por Palmerola parece que va en la dirección correcta, pero no es viable que el costo de boletos aéreos en la región sea prácticamente la más alta en las américas. Esto también aplica para el transporte aéreo de carga. La longitud de pista, operaciones nocturnas, etc., no son suficiente, convertir a Palmerola en un centro logístico de carga para Centroamérica, implica tener reglas de negocio, controles aduaneros, cuarentenarios de primer nivel internacional, integrando, automatizando y basar todo control en modelos de gestión de riesgo. Resulta totalmente absurdo pretender que se deba o pueda inspeccionar físicamente más del 2 ó 3% de la carga.
Tanto David Malpass, presidente del GBM y de Ngozi Okonjo directora general de la OMC resumieron “Los costos comerciales equivalen, en promedio, a un arancel del 114% sobre los bienes importados en los países en desarrollo. Gran parte de esa carga para los consumidores se debe a los procedimientos fronterizos ineficaces y la infraestructura de transporte deficiente”. Estos temas no deberían ser secundarios o ausentes en los debates electorales. El comercio internacional y regional, al rescate de nuestros migrantes, es una apuesta segura.
