Honduras, ¿sociedad anónima?

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22 de octubre de 2021
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12:45 am
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Honduras, ¿sociedad anónima?

CONTRACORRIENTE:
Por: Juan Ramón Martínez

En cada campaña electoral, se acentúa el sentimiento que Honduras no es, de todos sus ciudadanos, sino que, de unos pocos privilegiados. Fundadores de partidos, orientadores de opinión pública, propietarios de partidos, candidatos presidenciales, caudillos regionales, aportantes extranjeros o nacionales, representantes diplomáticos responsables de censos, cédulas de identidad, jefes de observación, que nos trasmiten la impresión que ellos, no solo hablan por nosotros -que callados los dejamos que lo hagan- sino que, además, son dueños de Honduras y, todo lo que hay en su interior, es suyo. Exclusivamente suyo. Este fenómeno, al que no le damos mayor importancia, en la medida en que nos hemos ido volviendo simples electores, -cosas que cuentan entre los grandes apostadores que disputan sobre las ropas de la República-, se ha ido profundizando desde 2009 hasta la fecha. Incluso la palabra refundación de Honduras, da la impresión que la que nos heredaron los creadores de la República Federal, debe ser borrada de la historia y sustituida por otra parecida a Venezuela y que sus propietarios que, para manejarla, la han convertido en una sociedad anónima en que unos pocos se reúnen en horas nocturnas, deciden el destino de todos. No solo del territorio, sus instituciones, sino que, además, de la vida y el bienestar de todos nosotros. Y sin consultarnos.

Algunos hechos ocurridos en las últimas semanas, muestran este espíritu irregular de los falsos propietarios de Honduras, usurpadores de los derechos que todos tenemos de la nación que nos heredaran Valle, Morazán, Guardiola, Soto, Luis Bográn, Policarpo Bonilla, Ponciano Leiva, José María Medina y Manuel Bonilla. Efectúan alianzas sin consultar a las bases de los partidos de los que se han autonombrados, no solo propietarios, sino que directivos absolutos. Amenazan desde el bando opuesto, con una polarización intranquilizante que destruirá la paz de la colectividad. E incluso, ninguno atiende las dificultades que atravesamos y más bien, anticipan que no aceptarán los resultados -en caso les sean desfavorables- estando dispuestos a destruir la precaria paz en que estamos viviendo. No tienen pena alguna en reconocer que, si no se les dará continuidad a los mecanismos de seguridad existente y los sustituirán por modelos fracasados en la América del Sur, sin que los ciudadanos hayamos sido consultados, en lo mínimo sobre nuestra voluntad. Incluso antes que se hayan efectuado las elecciones singulares que, caracterizan la párvula democracia que vivimos.

No hay que argumentar para sostener que este espíritu usurpador, que tiene diferentes grados de intensidad, en función del número de acciones que dicen poseer de esta falsa sociedad anónima en que han convertido a la nación hondureña, tiene que ser rechazado, frenado y sus autores, dominados, controlados e inmovilizados. Manuel Zelaya Rosales, Nasry Asfura, Luis Zelaya, Doris Gutiérrez, Salvador Nasralla, Xiomara Castro y los cabezas calientes que quieren hacer de esta República liberal, imperfecta y en conclusión, reformable dentro de los parámetros democráticos, sustituida por una sociedad socialista; o una dictadura imperfecta en la que sus ciudadanos -los únicos propietarios- seremos sometidos a la voluntad de quienes, se han erigido en dueños de nuestra patria.

Para derrotarlos, hay que salir a votar. Escogiendo a los adecuados, a los que sabemos que no nos suplantarán. Y que, en consecuencia, carecen de disposición de sustituir nuestra voluntad democrática de dirigir a Honduras. En el Congreso no debemos aceptar que nos recomienden votar en plancha siquiera. En las alcaldías, revisar a los que se han reelegido tanto que se creen reyes locales, suplantadores de la voluntad popular. Y unirnos, así como lo hacen ellos para hacerle daño a nuestra patria, para defender a Honduras de sus obscuras y perversas intenciones. Necesitamos imponer la fuerza ciudadana, por encima de falsos accionistas de una sociedad anónima inexistente. Y buscar entre los mejores, al margen de partidos, compatriotas que definan la realidad, indicando los problemas a enfrentar, las soluciones adecuadas y con azote en mano, imponerles a los candidatos, que, sin bosticar palabra, se sometan a cumplirlas, ejecutándolas inmediatamente por aquellos que reciban la mayoría del voto popular.

Es urgente sacar a los “accionistas” del templo. Es necesario, buscar los mejores, honrados, disciplinados y obedientes, menos falsos y mentirosos, que se conviertan en empleados nuestros, renunciando a las falsas tenedurías de acciones, de una sociedad anónima que no puede ser Honduras. ¡Nunca jamás!

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