EL HIMNO NACIONAL COMO CATALIZADOR DEL FERVOR PATRIÓTICO

ZV
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23 de octubre de 2021
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12:20 am
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EL HIMNO NACIONAL COMO CATALIZADOR DEL FERVOR PATRIÓTICO

Ya ha transcurrido más de un siglo de haberse instituido, de forma oficial, como Himno Nacional de Honduras: “El de la letra de don Augusto C. Coello y la música del maestro Carlos Hartling” (decreto emitido por el presidente Alberto Membreño en el año 1915).

Identificarse como hondureño, pasa obligatoriamente, por el conocimiento e interpretación correcta de nuestro Himno Nacional. Esa ha sido una de las acciones más relevantes realizadas por la Comisión Nacional del Bicentenario de la Independencia Patria. A dicho efecto, se convocó y realizó en la ciudad de La Paz, departamento de La Paz, los días 23 y 24 de junio del presente año, un simposio de especialistas, que, con toda responsabilidad y profesionalismo, deliberó y adoptó los criterios conducentes para que esa noble aspiración se convirtiera en una realidad tangible.

No han sido pocos los obstáculos a vencer, para lograr dicho objetivo. Para comenzar, tanto la letra como la música de nuestro Himno Nacional, han sido objeto de ataques sistemáticos, que van desde las acusaciones infundadas, especialmente en lo relacionado en la música, que han buscado poner en entredicho su originalidad, hasta intentos abiertos o solapados para dañar el carácter con que la concibió su autor.

Las acusaciones de plagio nunca prosperaron, aunque sí lograron algunas personas adulterar el carácter marcial y enérgico que le atribuyó claramente el maestro Carlos Hartling en la partitura original.

El mayor daño se le ocasionó como al consignarse en el SOLO, que corresponde a una de las estrofas del poema de don Augusto C. Coello por parte de un músico hondureño (José Benigno Coello), quien, aparentemente, por encargo de la Secretaría de Relaciones Exteriores de nuestro país, en la década de los años treinta del siglo pasado, cuando ya el autor de la música había fallecido, efectuó un “arreglo” de la música, confiriéndole a esa parte de la composición el espíritu de una “ Dulce Cantilena”.

El autor del arreglo en referencia no solamente cometió una falta de orden jurídico, al violentar los derechos de autor del compositor, sino que además, consumó, de manera festinada, una deformación del carácter marcial y enérgico de la obra original, pues en el solo el maestro Hartling lo único que consignó es que debería hacerse una ligera disminución del “Tempo”, en el que tendría que hacerse un “Meno Mosso”, pero sin modificar el carácter intrínseco de la música, especialmente en lo concerniente a su ritmo.

A este respecto, es importante aclarar, que la “cantilena” fue una forma musical surgida en el medioevo europeo, para ambien-tar las partes más solemnes de la misa católica. Este descubrimiento, efectuado en las reuniones de trabajo del simposio de especialistas, resultó del análisis de una partitura que se distribuyó en el citado evento, la que fue anunciada, sin serlo, como la partitura original de la música del Himno Nacional. Y aquí reside, la manera deformada en que se ha venido interpretando (vocalmente), o ejecutando (instrumentalmente), durante varias décadas nuestro Himno, al que, con justificada razón, se le ha calificado como un ALABADO.

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