La revolución social de la Escuela de Frankfurt

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24 de octubre de 2021
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12:46 am
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La revolución social de la Escuela de Frankfurt

Por: Mercedes López Mateo

La Escuela de Frankfurt hace referencia a un grupo muy variado de intelectuales que emprendieron un proyecto común para transformar la injusta realidad social. Diseño realizado a partir de las ilustraciones de (de izda. a dcha. y de arriba a abajo) Marcuse, Adorno, Benjamin, Horkheimer y Fromm (a la derecha en grande). Todas hechas por Alberto Espinosa (CC BY 2.0).

En la Alemania de los años 30, un grupo de intelectuales se reunía para dar origen a la corriente de pensamiento que años más tarde se denominó Escuela de Frankfurt. Bajo esta etiqueta se encontraban filósofos, sociólogos, economistas y psicólogos, todos ellos interlocutores de tres grandes pensadores críticos: Hegel, Marx y Freud. Sin embargo, precisamente debido a esta diversidad, hablar de «escuela» ha sido visto por muchos como un asunto controvertido.

¿De quiénes hablamos cuando hablamos de la Escuela de Frankfurt?

Para comprender de dónde nace esta famosa etiqueta de «Escuela de Frankfurt» debemos remontarnos a 1923, año en que se funda el Instituto de Investigación Social en esa misma ciudad. El objetivo entonces era claro: construir un centro de orientación marxista que, a pesar de estar vinculado a la Universidad de Frankfurt, tuviera independencia económica y, por tanto, también académica. Cuando se hace referencia a esta escuela, nos encontramos en el marco institucional que delimita este instituto.

Aún así, todavía no sería lícito hablar de Escuela de Frankfurt. Más bien, su marca de salida se encuentra en 1930, cuando el filósofo y sociólogo Max Horkheimer asume la dirección del Instituto. La razón principal es que, para poder hablar de una escuela, son necesarias varias características esenciales además de compartir una institución; así lo explica Wiggershaus en su obra La Escuela de Fráncfort.

Algunos de estos elementos principales señalados por Wiggershaus son el carisma intelectual congregador de Horkheimer, el discurso inaugural al tomar su cargo en 1931 que hacía de manifiesto al marcar una voluntad muy concreta, así como una línea de pensamiento conocida como «Teoría crítica» que establecía un diálogo con Hegel, Marx y Freud. De este modo, se hacía posible encontrar un patrón común entre los distintos miembros de la escuela (en su mayoría, por cierto, de origen judío, hombres, de mediana y alta burguesía). Los más conocidos de esa época —la primera generación— son el ya mencionado Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Erich Fromm y Walter Benjamin.

El objetivo del Instituto de Investigación social era claro: construir un centro de orientación marxista que, a pesar de estar vinculado a la Universidad de Frankfurt, tuviera independencia económica y académica

Teoría crítica

Esta Teoría crítica a la que se dedicaban es una filosofía que tiene por objeto la sociedad en sí misma. El escrito donde mejor queda plasmado en qué consiste esta propuesta es Teoría tradicional y teoría crítica, de Horkheimer en 1937. Debido al carácter multidisciplinar que presentaba, la Teoría crítica ponía a trabajar juntos a pensadores muy dispares con el fin de buscar un espacio común que permitiera el encuentro entre la filosofía y las ciencias sociales. De un modo u otro, todos ellos integraban en su pensamiento el materialismo histórico y una perspectiva crítica hacia la totalidad de la vida social. Es decir, se trataba de una teoría inseparable de la praxis.

Esto significa que no solo entendían la necesidad de aplicar una perspectiva crítica de lo social en el pensamiento, sino que también la dirigían hacia la transformación revolucionaria del orden social para alcanzar uno más justo. Esta oposición radical al régimen capitalista contemporáneo, que aspira a su superación y por eso lo confronta y niega, es la razón de que se denomine también la Teoría crítica como negativa. Por todo ello, la Teoría crítica se encuentra en el horizonte del llamado «marxismo occidental».

Todos los miembros de la Escuela integraban en su pensamiento el materialismo histórico y una perspectiva crítica hacia la totalidad de la vida social

La evolución de la escuela

Sin embargo, explica también Wiggershaus, estas características que otorgaban a la Escuela de Frankfurt una idiosincrasia propia no estuvieron siempre presentes. Solo predominaron en la primera etapa, durante los años treinta, especialmente en la época en la que tuvieron que trasladarse a Nueva York debido a la llegada de Hitler al poder (ya que, como hemos dicho, eran en su mayoría de origen judío). Cuando por fin pudieron regresar a partir de 1949, solo lo hicieron Horkheimer, Adorno y Pollock, quedándose Marcuse en Nueva York y, posteriormente, en California.

Wiggershaus se presenta escéptico frente a la etiqueta de «Escuela de Frankfurt» como unificadora de sus miembros y generaciones. Su producción intelectual, intereses y perspectivas tomaron caminos distintos después de la II Guerra Mundial. Horkheimer llegó a tener dudas sobre la viabilidad de la Teoría crítica y su interdisciplinariedad a pesar de haber sido el motor principal de esta. Marcuse se alejó en el plano teórico de Adorno y Horkheimer para mantenerse fiel a lo que fue el proyecto inicial. Fromm no tardó en distanciarse de la escuela. Por eso Wiggerhaus concluye la introducción de su obra diciendo:

«Su espacio para moverse es tan grande y sus tiempos son tan dispares que es prácticamente imposible hacer una clasificación por fases para la Escuela de Fráncfort. Lo más adecuado es hablar de las tendencias, desviaciones, que la iban separando, la deriva que iba distanciando a la teoría y a la praxis, a la filosofía y a la ciencia, a la crítica de la razón y a la salvación de la razón, al trabajo teórico y al trabajo del instituto, a la situación irreconciliable y a la voluntad de no dejarse desanimar».

Horkheimer

De él ya hemos hablado. Horkheimer ocupó el puesto de director del Instituto desde 1930 hasta 1958, y a ello le debemos el despegue metodológico y epistemológico del proyecto que fue la Escuela de Frankfurt. Además del ensayo ya mencionado sobre la Teoría crítica, sus obras más reconocidas fueron Crítica de la razón instrumental (1947) y Dialéctica de la Ilustración, escrita en colaboración con Adorno durante la guerra, pero que no fue publicada definitivamente hasta 1947.

Quizás resulte paradójico, pues ninguna de estas dos obras es representativa del proyecto inicial que llevó a cabo. Más bien, corresponden a un intento de comprender cómo la sociedad moderna occidental, cuna de la Ilustración y de la razón, había podido colapsar hasta degenerar en los totalitarismos. Si hubiera que resumir la respuesta de este complejo escenario, sin duda sería la llamada «razón instrumental»: el principio de comprensión y de dominio de la realidad que hace de esta última un simple medio para los fines del individuo. Este proceso interesado de sometimiento total solo es capaz de provocar, en última instancia, nuestra autoliquidación como sucedió el siglo pasado.

Adorno

Adorno fue el sucesor de Horkheimer como director a partir de 1958 hasta su muerte en 1969 y su trayectoria fue muy variada. No se ciñó únicamente a los análisis de filosofía social de la escuela, sino que también es conocido por sus estudios estéticos y culturales, en especial su teoría sobre música. Por esta razón, Adorno es ampliamente estudiado y seleccionar una obra, tesis o área de estudio por la que es conocido resulta más complejo.

Dialéctica de la Ilustración, de Adorno y Horkheimer, corresponde a un intento de comprender cómo la sociedad moderna occidental, cuna de la Ilustración, había podido colapsar hasta degenerar en los totalitarismos

En filosofía, es principalmente citado por su Dialéctica negativa (1966), donde se enfrenta al concepto hegeliano de dialéctica y a la síntesis final unitaria en la que esta acaba. En sociología, por la obra empírica conjunta en la que participa para estudiar los rasgos propios de la personalidad fascista tras la guerra: La personalidad autoritaria (1950). Y, por ejemplo, en estética, por su trabajo publicado póstumamente Teoría estética (1970). Aún así, la mayoría de sus textos cuentan con un fuerte carácter interdisciplinar, en los que la sociología, la filosofía política o la metafísica saben hacerse su propio lugar.

Marcuse

Herbert Marcuse fue el gurú de la Nueva Izquierda (título que él siempre rechazó) y de los pocos que se instalaron definitivamente en Estados Unidos después de la guerra. Allí permaneció como profesor de filosofía política en diferentes universidades, como la de California San Diego, donde dirigió la tesis doctoral de Angela Davis. Marcuse fue especialmente reconocido en los años 60, durante las revueltas estudiantiles, por su integración de conceptos del psicoanálisis de Freud (como el principio de placer) en análisis marxista de alienación, fetichismo de la mercancía etc. Esta síntesis, conocida como freudomarxismo, puede encontrarse en obras como Eros y civilización (1955) o El hombre unidimensional (1964).

Benjamin

Al igual que Adorno, la producción intelectual de Walter Benjamin fue de lo más variada: literatura, historia, cine, arte, filosofía política… Sobre todo ello escribió Benjamin desde una perspectiva marxista. Debido a su trágico y temprano suicidio al no lograr cruzar la frontera para escapar del régimen nazi, la mayoría de sus textos y cartas fueron publicados póstumamente. Junto a La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, su último escrito, Sobre el concepto de historia, es el que más recorrido ha tenido, en especial la tesis IX donde habla del Angelus Novus de Paul Klee, inspiración para su «ángel de la historia».

«Hay un cuadro de Klee llamado Angelus Novus. En ese cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que está mirando fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, la boca abierta y las alas desplegadas. Este aspecto tendrá el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona ruina tras ruina y las va arrojando ante sus pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, la tempestad se enreda entre sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. La tempestad lo empuja, inconteniblemente, hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad».

Fromm

La participación del filósofo y psicoanalista Erich Fromm en la Escuela de Frankfurt fue más fugaz que la de sus compañeros. Con el paso de los años y debido a ciertas discrepancias y conflictos internos —especialmente con Horkheimer— acabó distanciándose de la Escuela, así como del pensamiento de Freud más ortodoxo. A diferencia de Freud, Fromm apostaba por una visión más humanista y social del psicoanálisis. A pesar de todo, su posición marxista y su rechazo al capitalismo abusivo se mantuvieron siempre firmes. Fromm es popularmente conocido por su obra El arte de amar, aunque se trate de una continuación a sus tesis en escritos más centrales como El miedo a la libertad (1941) o Ética y psicoanálisis (1947).

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