Nuestra Comayagüela

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24 de octubre de 2021
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12:03 am
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Nuestra Comayagüela

Algo más sobre la numismática

Por: Mario Hernán Ramírez
Presidente vitalicio “Consejo Hondureño de la Cultura Juan Ramón Molina”.

Cuando el ínclito vate comayagüelense Juan Ramón Molina, retornó de su extensa gira por América del Sur, Norteamérica y Europa, acompañado de su inseparable amigo Froilán Turcios y del doctor Fausto Dávila, secretario privado del entonces gobernante de Honduras general Manuel Bonilla Chirinos, Molina exclamó: que después de haberse extasiado ante la grandiosidad y civilización que sus ojos admiraron en los países recorridos, sentía en el alma que ahora amaba mucho más a Honduras.

Es evidente que la sensación experimentada por aquel hombre genial, a su regreso a la tierra natal fue sencillamente emocional, porque el amor a la patria no tiene límites.

Hace 40 años aproximadamente tuve la suerte de disfrutar de una beca que me otorgó la OMS/OPS, cuando laboraba para el SANAA, la que comprendía los países de Costa Rica, Panamá, Colombia y Venezuela, con duración de un mes por cada país y créanme que al final de la jornada pese a todas las prebendas, finezas y atenciones de que fui objeto, visitando los principales acueductos de esas cuatro naciones, al final de la jornada, digo, ya estaba loco por regresar a mi querida Comayagüela, debido a la nostalgia provocada por la ausencia familiar, las amistades y el propio ambiente en que nos desenvolvemos en nuestro patio.

Esa es la Comayagüela que llevamos prendida en nuestro corazón y mente, desde que asomamos al mundo hace ya cerca de nueve décadas.

Es la Comayagüela, cuna, además de Juan Ramón Molina, Luis Andrés Zúñiga, Rómulo E. Durón, Salvador Turcios Ramírez, Alonso Brito, Marco Antonio Ponce, Rafael Heliodoro Valle, Guillermo Bustillo Reina, Armando Cerrato Valenzuela, Santos Juárez Fiallos, Carlos Roberto Reina, Manuel Ramírez, Vicente Machado Valle, padre e hijo; Miguel Ángel e Inés Navarro; Agustín Alonso, Ramón Valladares h. y de mujeres excelsas como Martha Raudales de Midence, Adriana Hernández de Valerio, Alba Alonso de Quesada, Antonia Velásquez de Flores, Corina Falope, Ángela Valle, Matilde Durón de Lagos, Nicolasa Cálix y tantas otras y otros hombres y mujeres que con su presencia han levantado el perfil de una ciudad que por otro lado algunos malos hondureños la han agraviado, como cuando le quitaron su autonomía allá por 1938 y otra serie de atropellos a los connacionales de esa heroica, señorial, augusta y noble ciudad de los poetas.

Suenan tambores de alegría en lo que se anuncian nuevas voces reclamando la autonomía de la ciudad gemela y es que, existen fundadas razones para reclamar tal derecho, ya que siempre lo hemos dicho, mientras Tegucigalpa se viste de gala a Comayagüela la visten con caites e indumentaria de manta discriminándola siempre, porque despectivamente desde que asomó al mundo a su población se le ha llamado indígena, como que si los indios no fueran seres humanos y en este caso particular catrachos de pura cepa.

En realidad, muy pocos gobiernos se han preocupado por el ornato y engrandecimiento de Comayagüela y para ser sinceros solo en la administración Gálvez-Lozano se mejoró un poco la fisonomía de la misma, pues se pavimentaron algunas calles, se remodeló el paseo El Obelisco, se embelleció el parque Colón, se construyó el puente Guacerique, el edificio de Banafom (Banco Nacional de Fomento), terminal y pista del aeropuerto Toncontín, en fin, hasta el sistema de aguas negras se introdujo y Comayagüela tuvo un respiro bastante satisfactorio; sin embargo, el descuido en que actualmente se encuentra esta ciudad es tristemente conmovedora, porque sus calles y avenidas han sido convertidas en mercados ambulantes y la inseguridad pulula por todos lados, además de los tugurios que en su periferia se levantan, los cuales generalmente están habitados por personas malvivientes, que como los demás habitantes exigen los más elementales servicios de agua, luz y transporte para su subsistencia.

Pero, estamos llegando al final de nuestro comentario de hoy y queremos destacar un aspecto muy importante relacionado con la topografía de esta noble comunidad, ya que hace algunas semanas leíamos en este mismo rotativo que la Avenida Centenario o sea la sexta de Comayagüela había sido bautizada así en 1821 con motivo del I Centenario de la Independencia centroamericana, asunto que con las disculpas del caso rectificamos pues esta importante arteria fue bautizada con ese nombre en 1942 conmemorando así el I Centenario del Asesinato del Héroe Epónimo General Francisco Morazán Quesada (1842) en San José, Costa Rica.

De acuerdo con la monografía que sobre Comayagüela nos legara nuestro gran y buen amigo maestro del periodismo Juan Ramón Ardón, escrito en 1937, Comayagüela constaba de las siguientes avenidas: 1ª. Avenida “Francisco J. Mejía”. 2ª. Avenida o Calle Real, “Marco Aurelio Soto”. 3ª. Avenida “Erasmo Velásquez”. 4ª. Avenida “Francisco Morazán”. 5ta. Ave. José Cecilio del Valle. 6ª. Ave. “Ramón Rosa” hoy Avenida Centenario y 7ª. Avenida “Tiburcio Carías Andino”.

Este croquis tiene cerca de noventa años y en el mismo no aparece ninguna nomenclatura en relación a las calles de la misma; sin embargo, Comayagüela ha crecido enormemente, por lo que, es urgente y necesaria una nomenclatura moderna y actualizada, ¿por qué no? Si la ciudad de México, D.F., con cerca de 30 millones de habitantes tiene completamente bien demarcada su topografía, misma que fue renovada y actualizada en los años cincuenta de la pasada centuria durante la administración edilicia de un alcalde de apellido Uruchurto.

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