Campaña y realidad

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26 de octubre de 2021
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12:18 am
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Campaña y realidad

Juan Ramón Martínez

La campaña electoral está alejada de la realidad. Fuera del tema de la corrupción y el narcotráfico que, son coyunturales, los ejes estructurales temáticos, están ausentes del discurso político. No hay nada referido a la consolidación y corrección del estado, especialmente del gobierno. Tampoco los temas referidos a la cultura, la educación formal e informal, el carácter del hondureño y la psicología colectiva, son mencionados por ningún candidato. Y mucho menos los defectos estructurales que crea la desigualdad, la falta de democracia en la vida colectiva (familia, instituciones educativas, iglesias, partidos, asociaciones privadas de desarrollo y medios de comunicación, alternos o tradicionales), la ausencia de una burguesía nacional, la difícil operatividad de un sistema económico mixto, en que el favoritismo y la corruptela, impiden que salgamos de la pobreza, creemos riqueza, produzcamos suficiente empleo y evitemos la migración de nuestras mejores fuerzas que las preparamos para que le vayan a servir a Estados Unidos. Nada de ello se escucha en las declaraciones de los candidatos. Y en los anuncios publicitarios, tanto en los medios tradicionales como en las cloacas sociales, lo que priva es la descalificación, el odio condimentado de maldad condensada; y la egolatría en la que quieren convencernos que solo el que hace el anuncio es, capaz sobre la tierra, para distribuir el presupuesto nacional que es, en el fondo, el tema central, -no desde ahora, sino desde siempre-, el eje real de la disputa política. Con tan solo unas pocas excepciones que, no hay la necesidad de señalarlas, porque son increíbles.

Por ello, los resultados electorales, cualesquiera que sean, no producirán grandes cambios. Los socialistas, los liberales y los conservadores no son tales. Los primeros están impregnados de un marxismo estalinista, intolerante con el cual no se puede discutir. Solo requiere la adhesión incondicional. El liberalismo ha perdido sus esencias, y los conceptos centrales que le dieron justificación para la defensa de la libertad. Han desaparecido del discurso político de quienes se declaran sus líderes y adherentes. Y los conservadores, carecen de valor para definir qué es lo que hay que conservar, porque para ello deben recurrir a la historia, valorar el pasado y, por supuesto, interpretar críticamente el presente para desde allí, construir las líneas maestras que definan el futuro.
A los políticos en campaña, les interesan las próximas elecciones. Nada más. Carecen de la preocupación del estadista, interesado en las futuras generaciones. Ni siquiera el vaticinio de Yuval Harari sobre la posibilidad que Honduras, por incapacidad de ajustar su desarrollo tecnológico a las exigencias de un mundo automatizado, les ha llamado la atención. Lo que el científico diga, que Honduras puede desaparecer el 2050, no les interesa absolutamente. Viven el día a día. Sin conexión con los errores del pasado, mucho menos con las lecciones del presente. Su ego desmesurado, los desvincula de la realidad. Afectados de una neurosis desatendida muestran, -algunos de esos líderes apasionados, que se ofrecen para dirigir a Honduras–, preocupantes señales de sociopatía que, después del próximo 28 de noviembre, nos pueden conducir a la guerra civil o por lo menos, a la revuelta que repita los hechos del 2009 y 2017.

No podemos cometer los errores del pasado. La tiranía, la falta de libertad, la ausencia de la participación democrática, el continuismo y la reelección, el familismo, el nepotismo y la corruptela de los medios de comunicación para esconder deshonestidades, no pueden continuar. Y tampoco la dirección del país puede seguir en manos de los incompetentes, irresponsables y deshonestos. Requerimos un cambio democrático, fruto de un pacto entre los estadistas, que no participan en la campaña; pero que son los únicos que pueden parar esta locura repetida que, nos mantiene bajo la cola de Centroamérica y por encima de ella, en el continente.
Con los votantes que irán a las urnas, no hay que contar. Son simples electores, manipulados por las pasiones, sin espíritu crítico porque lo que les interesa es que, no gane el adversario. Sin importarles, si ello es útil para el país, sus familias y para ellos mismos. El sistema educativo no nos ha dado a los ciudadanos qué necesitamos para detener esta marcha lenta, arrastrando los zapatos, en que Honduras se mueve, implorando la ayuda internacional, hacia su destrucción. Casi, hemos perdido el orgullo de cuidarla y defenderla.

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