HABLEMOS DE ARTE: LO QUE NO SE USA SE PIERDE

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28 de octubre de 2021
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12:47 am
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HABLEMOS DE ARTE: LO QUE NO SE USA SE PIERDE

Keyla Morel

Estaba leyendo un artículo de una profesional de la psiquiatría hablando de cómo el “desuso” cerebral es un problema grave de la sociedad actual; sobre todo nuestros jóvenes y niños están viviendo en una época en donde se exige poco a ciertas zonas del cerebro como la imaginación o el control de emociones. Es paradójico que hoy que estamos atiborrados de imágenes e información, sea cuando muchos están teniendo problemas para ser creativos… ¿Por qué sucede esto?

Les haré una serie de preguntas:
¿Cuánto ha mejorado su sentido de ubicación desde que existe Google Maps? ¿Cuántos teléfonos de amigos y parientes tiene memorizados desde que posee celular? ¿hace cuanto no hace una multiplicación, suma o resta de algún dato mayor de tres cifras sin usar una calculadora? ¿Cuántos han desarrollado su memoria desde que descubrieron Wikipedia? ¿Quién ha mejorado su ortografía en los últimos años sin hacer uso de los diferentes correctores con que los dispositivos electrónicos cuentan?… nos hemos acomodado y acostumbrado a que otros nos resuelvan todo, sin que tengamos que esforzar nuestro cerebro.

Por ejemplo: ¿Qué es mejor para un niño: contemplar la caricatura animada de “La Caperucita Roja” o leer el libro que relata su historia? Ver el cuento ya elaborado y editado por profesionales es bueno, pero estimula menos la imaginación… cuando se lee, por fuerza se debe poner a trabajar la mente para crear imagines, gestos, contextos, etc. que fortalecen las conexiones neurológicas del cerebro.

Al hablar del arte, pasa algo similar: todos nacemos artistas (unos con más vocación que otros) pero todos dibujamos antes de hablar, bailamos antes de correr, cantamos antes de aprender a leer… es en el camino que nos olvidamos de practicar estas cosas que alimentaron nuestra alma de infantes. Es muy común escuchar a muchos contar de sus sueños frustrados en la pintura, actuación, canto, ejecución de un instrumento y en fin… tal vez comenzaron a hacer lo que les apasionaba y con el tiempo lo dejaron y lo abandonaron y ya ni siquiera se atreven a intentarlo de nuevo.

Les voy a contar una historia de la vida real: una joven madre paseaba con sus tres hijos menores por el centro de la capital; sus edades estaban comprendidas en el rango de cinco a ocho años. Ella fue siempre una apasionada del dibujo y la pintura, y al reco-nocer que en ese momento estaban realizando un concurso infantil de arte a nivel nacional, inscribió a sus pequeños en la categoría que les correspondía, que casualmente, por ser de una edad tan similar, era la misma para todos. Su sorpresa fue que cuando mencionaron a los ganadores, sus tres hijos ganaron los primeros tres lugares en su categoría: Su hijo mayor ganó el primer lugar, su hijo menor ganó el segundo lugar y la hija de en medio ganó el tercer lugar. Era evidente que los tres habían heredado el talento y gusto artístico de su madre. Pasó el tiempo y los ganadores de los primeros dos lugares dejaron de dibujar y pintar y se dedicaron a otras labores en su vida, pero la niña que obtuvo el tercer lugar se apasionó por el arte y siempre fue u compañero de vida; practicándolo, apreciándolo y aprendiendo todo lo que pudo acerca de él.

Para los que no lo han adivinado todavía, la niña es quien hoy les escribe. Mis hermanos son felices y se han realizado en otras cosas, pero (lo digo con humildad) al día de hoy no pueden realizar los trabajos artísticos que yo elaboro… ¿Es que yo nací con más talento? ¡Por supuesto que no! Pero está en nuestra naturaleza humana que lo que no se usa… se pierde.

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