LEÑA VERDE

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29 de octubre de 2021
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12:49 am
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LEÑA VERDE

DESDE Ginebra la OIT informa que “la pandemia destruirá en 2021 el equivalente a 125 millones de puestos de trabajo en todo el mundo”. “La recuperación del mercado laboral global se ha estancado, empeorando sus previsiones”. “Las cifras no solo tienen en cuenta las pérdidas totales de puestos de trabajo, sino también la reducción de jornadas laborales y otros factores que contribuyeran a un descenso de horas trabajadas”. (Lo anterior, sin duda, es sin contar los dilatados puentes de feriado que se obsequian en algunos de estos pintorescos paisajes acabados . Que conste. No hay nada en contra del turismo interno, si el sector turismo ha sido uno de los más sacudidos por esta crisis, ni tampoco del derecho a vacaciones de descanso después de agotadoras jornadas de trabajo. Sin embargo, la actitud colectiva debiese ser de agacharse a trabajar como Dios manda, siquiera para reponer parte de lo perdido, después de más de un año de casi total confinamiento).

Aunque la situación es mejor que la del 2020, año en el que se perdió el equivalente a 255 millones de empleos, la OIT advierte en su informe de un “estancamiento de la recuperación mundial” acompañado de “disparidades significativas entre las economías avanzadas y en desarrollo”. “En Europa la pérdida de horas de trabajo respecto a los niveles prepandemia fue en el tercer trimestre del 2.5%, en Asia se situó en el 4.6%, en África subió al 5.6%; en América, al 5.4%, y en los países árabes, al 6.5%”. “Estas diferencias regionales –explica la OIT– se deben sobre todo al distinto ritmo de vacunación entre países desarrollados y en desarrollo, teniendo en cuenta que la tasa de inoculación roza el 60% en las economías de altos ingresos y solo es del 1.5% en los países más pobres”. (Fin de citas). Sobre esta merma del empleo debido a la debacle económica, ni de fuente oficial ni empresarial hay dato global confiable sobre la cantidad de trabajos perdidos durante la crisis. El único indicio palpable es el auge de los flujos migratorios. El gobierno mexicano –que ahora no recibe a sus hermanos del sur con trato de buenos amigos– informa sobre una ola migratoria sin precedentes, de gente angustiada cruzando su territorio. La agravada crisis política en Haití ha despachado millares de haitianos cuya única esperanza de vida es encontrar refugio, como una y otra vez intentan hacerlo los desesperados originarios del Triángulo Norte, yendo a la “tierra prometida”.

El éxodo obedece a un recrudecimiento de las mismas causas de raíz en los países de origen: El desempleo, la vulnerabilidad, el atraso, la violencia, la inseguridad, los desastres naturales y los desquicios políticos. Sobre los cuales mucho se habla y nada se hace. Parecido a lo que sucede con la asistencia urgente que los organismos financieros internacionales debieron dar a estas naciones en calamidad doméstica. Si bien el apoyo del FMI –en lo que a Honduras respecta– ha sido satisfactorio, lo mismo que la respuesta del Banco Centroamericano de Integración Económica, y en cierta medida la del BID, el auxilio de la burocracia internacional ha sido deficiente. Como leña verde, que echa más humo que dar calor. Aparte de insuficiente, la otra deficiencia ha sido el esmero de atender las necesidades gubernamentales –que si bien es parte del país no es el todo– descuidando el sector productivo que ha sufrido los golpes más devastadores. La columna vertebral del país y la fuente primordial de trabajos es el sector privado. Las empresas, grandes, medianas y pequeñas son las que más requieren de financiamiento, alicientes e incentivos. Con qué reponer sus inmensas pérdidas, recuperar su dinámica motora para volver a generar empleo. (Hablando de leña, el Sisimite –si se dejaran asesorar– podría indicarles dónde conseguir leña seca y hachones de ocote fino).

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