Eimy Barahona, la doctora que le da guerra al COVID-19 para salvar vidas

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30 de octubre de 2021
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05:20 am
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Eimy Barahona, la doctora que le da guerra al COVID-19 para salvar vidas

La médico internista, Eimy Yazmín Barahona Moncada, labora en la Sala COVID de Cuidados Intermedios del Hospital Escuela.

Por: Carolina Fuentes

Vestida con un traje azul de bioseguridad que apenas permite ver sus ojos, la médico internista, Eimy Yazmín Barahona Moncada, se esfuerza cada día por salvar la vida de cientos de hondureños en la Sala COVID de Cuidados Intermedios del Hospital Escuela Universitario (HEU), conocida popularmente como “el domo”.

Con su título profesional en mano, a pocos meses de haberse graduado en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), en el 2020, a la doctora Barahona se le presentó su primera oportunidad de trabajo, justo en esas salas COVID-19 rechazadas por muchos de sus colegas.

En ese entonces, a octubre del 2020, el Colegio Médico de Honduras (CMH) ya registraba la muerte de 61 médicos víctimas del virus, sin embargo, pese al peligro del contagio y a las limitaciones que en un inicio enfrentó el centro asistencial, la profesional aceptó el desafío de integrarse al área COVID-19.

“Había muchas cosas que aún desconocíamos, todo se iba aprendiendo sobre la marcha, pero acepté el trabajo con los mismos temores que todos al inicio, no fue algo que lo tuve que pensar mucho, sabía que para eso me había formado y que en esos momentos se necesitaba de nuestro apoyo en esas áreas”, recuerda la doctora.

Pese al riesgo de contagio, la doctora se esmera a diario en salvar vidas.

DOÑA ARGENTINA

La doctora Barahona explica que en la Sala de Cuidados Intermedios para pacientes con COVID-19 se atiende a pacientes “que no requieren oxígeno, pero que se vigilan porque tienen alguna patología de base que los puede complicar”.

También son remitidos a esa sala “pacientes que sí requieren oxígeno, ya sea puntas nasales, mascarilla con reservorios, incluso pacientes con alto flujo, y también hemos tenido pacientes con casos graves, que es un manejo un poco más complejo, es una sala bien variada”.

Entre los cientos de enfermos que han pasado por esas camas blancas del domo, la profesional recuerda a doña Argentina, una paciente que fue trasladada desde la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).

Con la voz resquebrajada por la conmoción que aún le causa la experiencia, la doctora relata que la paciente “tuvo una larga hospitalización, casi dos meses entre estas dos salas, y la determinación de esa señora es increíble, es una paciente que luchó bastante por poder salir y afortunadamente fue dada de alta”.

Meses más tarde, la doctora se volvió a encontrar con doña Argentina en los pasillos del hospital.

“La verdad fue algo muy bonito, poder ver a una paciente que sí supimos dio todo de sí, igual, nosotros hicimos todo lo posible por que ella pudiera tener su alta y regresar con su familia”, comenta la galena, satisfecha.

“Cuando me la encontré en los pasillos del hospital iba a una de sus citas de seguimiento, ya recuperada, todavía con secuelas porque sí tuvo bastante afectación por el COVID-19, pero esa determinación y esas ganas de vivir todavía la acompañan”, afirma la entrevistada.

Para la doctora Barahona, el trabajo en equipo que se hace en el área COVID-19 del Hospital Escuela es digno de destacarse.

“CARTITAS” Y PANCARTAS

La médico internista cuenta que apenas llegan los nuevos pacientes a la sala, se le explica su condición de salud, “qué es lo que vamos a hacer por ellos, y durante todos los días, en las evaluaciones, no falta el saludarlos, preguntarles cómo se sienten e informarles paso a paso su evolución”.

Muchos, atormentados al descubrir que tienen que ser hospitalizados por COVID-19, lo toman con mucho temor, al estar conscientes de que miles de hondureños han perdido la batalla contra el mortal virus.

Sin embargo, “en el Hospital Escuela se les da un manejo integral, tanto estamos nosotros, como médicos, está el personal de enfermería que está capacitado y también se les da atención por parte de psicología”.

Según la doctora, el aislamiento que amerita la enfermedad, les afecta mucho a los pacientes, por lo que, cuando es posible, a la persona “se le permiten llamadas con sus familiares”.

De igual manera, “si ellos les quieren escribir una cartita, hacerles pancartas, nosotros permitimos que eso se les lleve y se les leen a ellos, así ellos sienten el apoyo de sus familiares que están afuera del hospital”.

En el Hospital Escuela, Barahona ha aprendido el valor que para un paciente con COVID-19 tienen esas expresiones de amor de parte de su familia, pero también lo valioso de trabajar en equipo.

Según la doctora, es “invaluable el trabajo del equipo del Hospital Escuela, desde los ayudantes de enfermería, enfermeras, auxiliares, licenciadas, médicos generales, especialistas, quienes nos coordinan, el grupo que coordina COVID-19 en el Hospital Escuela”.

La profesional, junto a su pareja, Roberto Rodríguez, con quien procreó a su hijo Ramón Eduardo.

FE CRISTIANA
TRABAJO PARA SERVIR

Pese al riesgo al que se expone a diario, para cumplir con su misión de salvar vidas en el área COVID-19 del Hospital Escuela, la doctora Eimy Yazmín Barahona Moncada no siente temor, pues considera que es Dios “quien me tiene en la posición en la que estoy actualmente, trabajando en esta sala para servir, ser un instrumento para ayudar a aliviar a la población que lo necesita”.

La profesional comenta que “he visto en los pacientes cómo la fe es algo que los ha ayudado a soportar esta enfermedad, que gracias a sus creencias ellos se mantienen fuertes, motivados, con ganas de luchar”.

La doctora Eimy Yazmín Barahona Moncada nació en Tegucigalpa, el 28 de mayo de 1988, sin embargo, creció en el municipio de Trojes, en el departamento de El Paraíso, de donde son originarios sus padres, la registradora municipal, Maurilia Moncada; y el militar retirado, José Barahona.

Ambos le brindan su apoyo incondicional, igual que su compañero de hogar, Roberto Rodríguez, con quien procreó a su hijo, Ramón Eduardo, de año y medio, quienes llenan de alegría sus días.

Junto a sus padres, José Barahona y Maurilia Moncada, cuando se graduó de médico internista en la UNAH, en el 2020.
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