GOTAS DEL SABER (59)

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30 de octubre de 2021
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12:08 am
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GOTAS DEL SABER (59)

Vicente Mejía Colindres a Carías Andino: “DESEO QUE EN ESTE CARGO SEAS MENOS INFORTUNADO QUE YO”

Juan Ramón Martínez

I
El presidente del gobierno federal, José Manuel Arce, enfrentó una primera intentona por parte de sus adversarios que, a poco tiempo de inicio de sus gestiones, tuvo que atender a las fuerzas que lo querían deponer. Una vez derrotado “el partido que había intentado arrojarlo del solio de la presidencia; pero este triunfo no podía afirmar su poder; el quedaba a merced de los serviles. Su unión con estos no podía ser duradera porque no estaba cimentada en la simpatía de sentimientos. Arce no podía haber olvidado tan pronto el agravio que le hicieron las familias de Guatemala en tiempos de la dominación mexicana; a pesar de su afectada imparcialidad, nadie creía que se hubiese desnudado enteramente de su espíritu de provincialismo; y, aunque procuraba ocultarlo, era partidario de la nueva Mitra (pretensión de sus compatriotas salvadoreños por tener un obispo) y mantenía intimas relaciones con su tío el presbítero Delgado; se recelaba por lo mismo encontrarle parcial en todo lo que tuviese atingencia con este asunto o con otros en que en que fuera interesada la provincia de su naturaleza. Arce por su parte, no debía creer sincera la adhesión que le manifestaban los serviles ni imaginarse que le incensasen de buena fe los mismos hombres que poco antes lo habían execrado; sin embargo, uno y otro procuraban alucinarse, y, aunque llenos de mutuas desconfianzas, aparentaban la mayor intimidad. Más una liga, que solo había formado el interés, naturalmente debía tener por término el cambio de los mismos intereses que la habían creado” (Alejandro Marure, Bosquejo Histórico de las revoluciones de Centroamérica, Tomo II, página 16). Los problemas estaban empezando. Pronto Arce entraría en dificultades con los liberales hondureños, que tiempo después, provocaría su caída en 1829.

II
En febrero 19 de 1856, el coronel Víctor Matamoros, comandante de armas de Choluteca, mediante carta se dirige a José Meza, ministro general, informándole acerca de movimientos de los filibusteros en Nicaragua. Entre otras cosas le dice que, “ un vecino de El Corpus me ha informado: que un su hijo de bastante crédito, ha venido de León y ha dicho: que a su presencia entraron 200 yanquis; que Walker queda en Pueblo Nuevo con fuerzas; pero que no pudo averiguar en qué número; que salieron cuatro carretas con objeto de conducir enfermos; y que oyó decir que la fuerza venia infestada; que a poca distancia de la salida de Granada habían muerto diez y ocho; que algunos vecinos de León le dijeron que Walker venía a invadir a Honduras; que el oyó que un jefe yankee preguntó a unos leones, con cuanta fuerza contaría el gobierno de Honduras para formar su defensa, que este le contestó que apenas reuniría 500 soldados por estar divididos en varios partidos; que la fuerza yankee asciende a mil. (Que) a esto se agrega: que en estos momentos he recibido comunicación del señor comandante de Amapala, en la que me comunica, que por personas dignas de fe, sabe: que con los últimos desembarcos, asciende la fuerza ( de Nicaragua) a mil cien hombres, de los cuales debemos rebajar los que han muerto, que no son pocos: que de los hijos de Nicaragua no hay un soldado en servicio, que la escasez de fondos ha llegado tal extremo, que el ejército yankee, se haya en el caso de estacionar sobre otro país, para hacerse de recursos; pero que bien puede ser la invasión sobre Costa Rica por considerarla con muchos fondos; pero yo opino que si es cierto que Walker ha llegado a León con sus fuerzas, haga su invasión primero a Honduras, razón porque he tomado a bien dar este parte a usted, para conocimiento del señor senador presidente, sin perjuicio de que en esta misma hora, hago salir un espía a la capital de León, y con lo que resulte daré aviso a usted, ya sea favorable o adverso. Al comunicar lo expuesto a usted, me hago la honra de firmarme por su más atento y obediente servidor. D. U. L. Víctor Matamoros” (John Charle Moran, Potencias en Conflicto, 185, 186)

III
Mediante decreto de la Asamblea Nacional Constituyente, convocado por Marco Aurelio Soto el 30 de octubre de 1880, declaró a Tegucigalpa, capital de la República de Honduras. El decreto es el siguiente: “Decreto No. 11. La Asamblea Nacional Constituyente, Considerando: Que la ciudad de Tegucigalpa reúne las condiciones y elementos necesarios de población y riqueza para la residencia del gobierno y la Corte Suprema de Justicia y reunión del Congreso; que en ella se encuentran el almacén principal de guerra, la Casa de Moneda y la imprenta nacional, lo mismo que las oficinas centrales de rentas, telegráfica y de correos; por tanto: Decreta. Articulo Único. Se declara la ciudad de Tegucigalpa, por ahora, capital de la República. Al Poder Ejecutivo, Manuel Gamero, presidente; Luis Bográn, secretario; Jerónimo Zelaya secretario”. Cáceres Lara dice que, “con la emisión del Decreto antes citado el cual fue dictado a la Constituyente por el presidente Soto, se cumplía u largo proceso de intrigas y de lucha, de parte de los tegucigalpenses, para traer al viejo “Real de Minas”, la capital, es decir, la metrópoli del Estado”. En el curso del tiempo, muchas causas se han esgrimido para explicar el cambio de capital de Honduras de Comayagua a Tegucigalpa. El mismo Cáceres Lara, aporta algunas explicaciones en las que podemos observar, con todo, una de ellas, poco explorada, por cierto: el carácter retraído de Marco Aurelio Soto. Al efecto, dice el autor citado para explicar el cambio: “que la sociedad de Comayagua no veía con buenos ojos a doña Celestina Mijangos, después de Soto, por antecedentes conocidos; que el pueblo de la vieja capital entorpecía la obra de progreso de don Marco Aurelio y derribaba frecuentemente los postes de las líneas telegráficas que se estaban tendiendo; que don Marco Aurelio Soto no se sentía muy seguro en los cuarteles generales del doctor Céleo Arias, a quien el joven estadista veía como un peligro seguro, y por último, que el Presidente Soto se quería hallar más cerca de las vetas de oro del Rosario o San Juancito. La verdad solo puede sacarse por deducciones. El doctor Soto se llevó primero la capital para La Paz donde contrajo matrimonio con doña Celestina y después se la trajo a Tegucigalpa. Aquí el progresista mandatario erigió un Versalles en pequeño, hubo mucha literatura palaciega y hasta palanquines para la primera dama. El presidente, general Ponciano Leiva tuvo algún tiempo la capital en Comayagua por el respeto que le inspiraba el comandante de armas de Tegucigalpa, general Domingo Vásquez. Pero los comayaguas, entregados al liberalismo de su antiguo jefe don Céleo Arias, no supieron atraerse al débil gobernante, sino que más bien lo hostilizaron. En 1921, cuando ya parecía casi segura la unión centroamericana, Comayagua fue por breve tiempo, capital del Estado de Honduras. Al fracasar el intento, la capital fue traída de nuevo a Tegucigalpa” (Víctor Cáceres Lara, 363, 364). Tegucigalpa ha sido históricamente poco agradecida con Marco Aurelio Soto. No se tiene información que alguna vez se haya celebrado la fecha como algo importante en la historia de la ciudad. Y solo un busto mezquino de Soto, hay en una zona escondida del barrio Guanacaste. Y en Goascorán, el instituto de segunda enseñanza por sugerencia nuestra lleva el nombre de instituto Marco Aurelio Soto. Solo eso. Muy poco frente a lo que hizo en favor de Honduras.

IV
“En la noche del 10 de julio de 1829, todo el cuerpo clerical, con el Arzobispo de Guatemala, que se decía había conspirado contra Morazán, fueron arrestados y enviados a pie al Puerto de Omoa y embarcados hacia la Habana. Tampoco fue (Morazán) tan benevolente con sus antagonistas, aplastando todo lo que se le oponía. En una ocasión, por ejemplo, Morazán invito a los habitantes más distinguidos en influyentes de Guatemala; siendo la mayoría hombres de la oposición, para que lo visitaran en su despacho; el punto era, para discutir un tema de suma importancia, posiblemente un préstamo estatal, etc. Ellos llegaron puntualmente, en la forma más elegante como era la costumbre; el ayudante que los recibió en la Cámara de Audiencia, les comunico que el general Morazán vendría muy pronto; pero en lugar de Morazán, los que aparecieron fue un pelotón de soldados, arrestándoles a todos, trasladándolos inmediatamente a un puerto en el Pacifico y embarcándolos a Panamá. Sin embargo, en cuanto estaban en alta mar y siendo pasajeros a la fuerza, se amotinaron y obligaron al capitán a cambiar su curso y que les llevara a México” (Carls Scherzer, Viaje Nicaragua, Yuscarán, Tegucigalpa, en Extranjeros hacia Tegucigalpa, compilación de Ramón Rosa Izaguirre, página 29). La expulsión de los religiosos, está comprobada. Sobre la de los personajes influyentes expulsados a Panamá, no hay evidencias. Posiblemente el autor, un extranjero de paso, oyó la historia y la creyó. Como siempre ocurre en quienes confían para escribir, en las declaraciones de la primera persona que les narra una historia que les parece bonita o conveniente, como en este caso, para denigrar a Morazán que nada ganaba con expulsar a los personajes influyentes que más bien le eran más útiles en Guatemala que, en el exterior.

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