UNA MUESTRA

ZV
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30 de octubre de 2021
/
12:58 am
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UNA MUESTRA

PASA ya mucho tiempo. Sin embargo, aún ahora, la memoria registra las trágicas sombras del siniestro. Con apesarado sentimiento de luto y de dolor. Aunque también, en retrospectiva, visto a través de un calidoscopio imaginario, resaltan las luces coloridas del deber cumplido. Convocados a encarar la gigantesca prueba que por designio divino y de la naturaleza enfrentamos, de milagro pudimos salir airosos. Nos levantamos inalterados, como pueblo que no pierde la fe, del fondo a que caímos. Salimos del lodazal y de los escombros con ejemplar ahínco y reanimado espíritu. Con el orgullo del esfuerzo propio y la generosa solidaridad internacional, bajo el amparo bondadoso de la Providencia Divina. Honduras pudo asomarse otra vez a la vida después de casi perderla. De aquellos ingratos episodios –aciagos días de lamento, de angustia, de desesperación y de impotencia– los muy jóvenes posiblemente sepan poco. Lo que sus mayores les contaron. Los adultos tendrán alguna vaga impresión de acontecimientos lejanos que mejor ni recordar.

Retrocedimos –golpeados por la adversidad– 50 años en el camino de modestos avances. Aún así, con la geografía hecha trizas, con el corazón en la mano, hubo incontables actos de genuino heroísmo. Desde los que arriesgaron lo suyo salvando preciosas vidas hasta los que dieron cuanto podían dar asistiendo a los más de 2 millones de compatriotas damnificados. Desafiamos la emergencia, incansables trabajamos la rehabilitación, y repusimos lo que las aguas y el viento se llevaron. Los organismos internacionales calcularon que el retroceso era de varias décadas; se esfumaba lo que había tomado más de medio siglo edificar. Que recobrarse tomaría por lo menos eso y más. Pero, en el término del período constitucional, se restituyó lo perdido. Cultivos e infraestructura y todo lo que el huracán arrasó, quedó mejor de lo que estaba. No se sufrieron epidemias, no se perdió un día de clases. En tiempo récord se restauraron las escuelas que sirvieron de refugio durante las evacuaciones. A la hora en punto para el inicio del próximo año escolar. En consulta de cabildos abiertos fue consensuada una Estrategia de Reducción de la Pobreza. El FONAC elaboró –con la participación del magisterio y otros sectores interesados– una reforma integral al Sistema Educativo. Igual, se puso en marcha un ambicioso plan del Sistema de Salud. Con el plan de reconstrucción y transformación nacional, gestionamos el financiamiento de la comunidad internacional en sendos grupos consultivos, de Washington y Estocolmo.

Valoraron la imagen de unidad proyectada por un pueblo en aprietos, pero dispuesto a no dejarse vencer. Pese a que desgracias ocurren en el mundo a cada rato, haciendo que con la última se olvide la anterior, pudimos mantener vivo el interés internacional garantizando los desembolsos comprometidos y las inversiones totales al Plan”. Entre innumerables conquistas, mencionamos tres: El TPS a los hondureños ausentes y la moratoria a las deportaciones. Elevaron las remesas de apenas $300 millones que eran antes a los casi $7 mil millones anuales de ahora. Son como complemento a los ingresos, el factor de reducción de la pobreza y el equilibrio a la endeble economía nacional. Los beneficios ampliados de la Cuenca del Caribe ensancharon el gran mercado norteamericano a las exportaciones hondureñas. Transformaron la estructura productiva, salvaron y fortalecieron al sector maquilador que son fuente de empleo para cientos de miles de hogares. La condonación de la deuda –hubiese sido preferible si los gobiernos sucesivos la hubiesen destinado a la inversión humana– fue para el país borrón y cuenta nueva. Sin ello, todos los gobiernos subsiguientes no habrían podido contratar deuda concesional de los organismos internacionales de crédito, que es lo que al día de hoy le da recursos frescos al país, evitando el desplome económico. El huracán, decíamos ayer, no fue un castigo. Fue una lección que permitió dar muestras de valía. De caer, no desmayar, perseverar y resurgir.

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