Noviembre: el mes de la buena esperanza

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12 de noviembre de 2021
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12:05 am
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Noviembre: el mes de la buena esperanza

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Llegó el undécimo mes de 2021, al cabo de doce años de haberse desquiciado los postreros restos de democracia en Honduras y, en su defecto, llegado una era non grata para el pueblo en general con la instauración de una minoría, armada de un poder devenido absoluto.

Es historia recordar que la debacle dio punto al rayar el alba del domingo 28 de junio de 2009. Ese día -registra el historiador Guillermo Varela Osorio- fuerzas especiales del Ejército allanaron la vivienda del presidente de la República José Manuel Zelaya Rosales, y procedieron a expatriarlo a Costa Rica. Fue al filo de la una de la tarde cuando en cadena nacional de radio y televisión comenzó a conocerse la historia oficial por parte de lo que quedaba de los poderes del gobierno hondureño, es decir, desde el Congreso Nacional y la Corte Suprema de Justicia, refiere Varela Osorio, quien adiciona: Desde la sede del primero se transmitía una sesión extraordinaria en la que se daba lectura a un apretado informe sobre presuntos delitos políticos cometidos por Zelaya y a una presunta carta suya de renuncia, desmentida por él desde su destierro por medio de entrevista telefónica a CNN en español.

En su documentada Historia de Honduras (quinta edición, agosto, 2016), el susodicho autor narra otro hito de aquella fecha: A continuación se leyó un proyecto de decreto (CN 141-09) mediante el cual se destituía al presidente y, mediante lo que en adelante se llamaría sucesión constitucional, se tomó promesa como nuevo presidente al presidente del Congreso Nacional, Roberto Micheletti. (Fin de las citas).

En medio de protestas y represiones callejeras, la actividad electoral del 29 de noviembre adjudicó la presidencia del país al candidato nacionalista Porfirio Lobo Sosa, y marcó la derrota aplastante del aspirante liberal Elvin Santos Ordóñez, cercano adepto del golpe de Estado. Como hongos malignos, el narcotráfico, la corrupción, la impunidad, afloraron prontamente, además de expeditarse un decreto de amnistía en favor de aquellos involucrados -militares y civiles- en los cruentos sucesos de 2009. Otro tóxico ingrediente, el fraude en las urnas, advino y tuvo grave incidencia en los procesos de 2013 y 2017, de los cuales surgió la figura presidencial de Juan Orlado Hernández, entonces íntimo aliado de Lobo Sosa, a tal punto que en septiembre de 2013 promovieron la antipatriótica Ley de las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), única en el globo terráqueo por su ilímite entreguismo. Histórico es, asimismo, el segundo gobierno de JOH, por ser el fruto prohibido de la reelección.

A dieciséis días de un cuarto ejercicio comicial, noviembre es el mes de la buena esperanza para una inmensa suma de compatriotas deseosos de un relevo de gobierno y de salir del mar de calamidades -pobreza, desempleo, violencia, enfermedades, imposiciones, carestías, injusticias en suma-, imperantes a lo ancho y largo del país. Pese a la campaña mendaz colocada en los medios, la popularidad de que goza la principal candidata de la oposición y el hecho inédito de que una hondureña a carta cabal puede asumir la presidencia de la nación, hacen que encarne esa buena esperanza, por encima de otros aspirantes y de las encuestas que, con el espantajo del comunismo, expelen canales y noticieros a la orden, ahora, de quien excedió el pago de los bienes inmuebles.

Acompaña a Xiomara Castro, en el rol de designada otra fémina pundonorosa, Doris Gutiérrez, cuya carrera política -regidora, diputada- contrasta con algunas de su género infortunadamente penetradas por las aguas descompuestas de la corrupción.

Con la asesoría de acreditados profesionales -como Hugo Noé Pino-, la candidata olanchana adelanta un programa de gobierno que, de efectuarse en los próximos cuatro años revertirá -en una amplia medida- las acciones y decisiones tomadas por la élite política y económica que detenta el poder. Vital será la recomposición de fuerzas en el Congreso Nacional, a efecto de que legisladores honestos y no maleables del sector opositor contribuyan a los cambios patrióticos y demandas sociales, prometidos de viva voz en el corre corre del trajín proselitista.

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