Por: Edgardo Rodríguez
Politólogo y Periodista
Hace una semana, junto a un grupo de jóvenes voluntarios, efectuamos un sondeo de opinión electoral, en 12 ciudades del país, todas ellas están entre las de mayor carga electoral, con una muestra de 1,300 personas, que tienen el nuevo documento de identidad y que antes de ser encuestados dijeron que sí acudirían a las urnas el 28 de este mes. La muestra fue estratificada por edad, sexo y condición socioeconómica, ello para equilibrar ciertos aspectos de conducta electoral, que son fundamentales considerar, para no sesgar el ejercicio y obtener una “fotografía” de la intención de voto, lo más cercana a la realidad posible.
Por prohibiciones legales no puedo referirme a los resultados obtenidos, sí puedo señalar que coinciden con los que en las últimas semanas he visto de otras fuentes privadas y confiables. Es por ello que mi comentario de hoy se basa en una aproximación seria a la realidad política que en este momento existe en Honduras. Con total certeza les comento que los resultados finales serán apretados, a favor del Partido Nacional o de Libre, sin embargo, aclaro que esa estrecha diferencia podría variar, de producirse algún acontecimiento de impacto, en las próximas semanas, o que el voto indeciso tome posición días antes de la fecha fatal.
Pero, si nada de lo antes señalado ocurre tendremos lo que algunos ya califican de “final apretada”. Ello implica que nadie debería proclamarse ganador la noche del 28 de noviembre, hacerlo sería incendiario y de gran peligro para la paz y estabilidad del país. Tampoco, se deben esperar resultados oficiales por parte del Consejo Nacional Electoral esa noche, porque para no generar una crisis de insospechadas dimensiones, deberá tener resultados de todo el país, en un buen porcentaje, para que la tendencia sea estable, ya que cada voto va a ser fundamental a la hora de señalar quien encabeza los resultados finales del proceso electoral 2021.
En vista de las particulares circunstancias que envuelven al actual proceso electoral, que lo han retrasado, confrontado y desprestigiado, es que distintos sectores de la ciudadanía organizada están señalando que se debe primero alertar sobre posibles actos triunfalistas que conduzcan a un innecesario enfrentamiento y segundo, que se promueva entre las fuerzas políticas con mayor probabilidad de triunfo un pacto de paz, de respeto a la voluntad del soberano y a la autoridad del CNE. Esto enviaría un potente mensaje a la militancia de los partidos para que se contengan de realizar demostraciones triunfalistas tempranas, que sean después desdichas por los resultados oficiales.
En lugar de estar cada organización o institución de sociedad civil pretendiendo ser “dueña” de la opinión pública, dando sermones o mensajes de redes sociales, hace ratos se hubieran sentado a conversar, si de verdad les interesa el país, para crear una sola masa crítica que trabaje por prevenir a los políticos de realizar una acción suicida durante o después de las elecciones. Aisladamente, como lo han venido realizando no provoca un impacto importante en los líderes que conducen los partidos, se requiere vigor, fuerza y autoridad para sentar a las partes más importantes de esta contienda para, casi que obligarlos, a deponer cualquier intención de generar desorden.
El CNE está trabajando en esa línea, para alcanzar un pacto entre los partidos, para que dejen que sea la institucionalidad la que maneje los resultados y los brinde al país cuando tenga la suficiente información. Digan lo que digan estamos en momentos y condiciones muy distintas a las del 2017, hoy prácticamente la oposición tiene el control de los órganos electorales y registrales, por eso ya nadie habla de fraude como hace cuatro años atrás, no se puede alegar desventaja, todo lo contrario, hoy las cosas están a la inversa. Esperemos que se logre ese acuerdo de paz por el bien de todos.
