Diez años o más en el Poder

ZV
/
13 de noviembre de 2021
/
12:05 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Diez años o más en el Poder

Esperanza para los hondureños

LETRAS LIBERTARIAS

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

Antes del 2016, hablar de una reelección presidencial en Honduras, era un verdadero sacrilegio que se pagaba con la excomunión partidista o con la hoguera mediática. Pero, ante el fracaso del bipartidismo y los pobrísimos efectos sociales de la llamada “alternancia en el Poder”, algunos vieron que esta jugada política podría convertirse en la única posibilidad para salir del atraso económico, a pesar de las trabas legales y las prescripciones constitucionales que impedían cualquier intento continuista.

Lo que pasó después lo conocemos de sobra: a partir de ese año se buscaron afanosamente las fisuras legales y se justificaron las acciones políticas para que los nacionalistas se prolongaran por más de un periodo en el Poder. Lo que fue prohibido desde 1982, se volvió preceptivo en menos de siete años. A pesar del rompimiento constitucional, las protestas públicas demostraron que poco o nada se puede hacer frente a la omnipotencia del Poder, pues existen fuerzas externas poderosas que no pueden ser detectadas a simple vista.

En Nicaragua y en El Salvador, el fenómeno continuista se propaga como un virus, y aunque las intenciones de Bukele no se han vuelto “trending topic” en Twitter, ya sabemos en qué anda. En tanto Ortega colmó la paciencia de un 80 por ciento de los nicaragüenses y de la comunidad internacional con el “show” electoral del domingo recién pasado. Haber metido en la cárcel a sus opositores, exiliarlos y presentarse como candidato único, solo nos recuerda a los nefandos días del comunismo cuando los partidos se perpetuaban casi un siglo en el Poder con la excusa hegeliana de saltar hacia una nueva etapa cualitativa de la historia. De ese peligro continuista ningún país centroamericano está exento en estos tiempos de inestabilidad e incertidumbre, y porque no tenemos mucho de dónde escoger.

Más allá de los pretextos “democráticos”, los nuevos dictadores han encontrado la fórmula populista para imitar a Fidel o al mismísimo Hugo Chávez, a saber: renegar del imperialismo norteamericano, de la obsoleta oligarquía nacional y de los desprestigiados partidos tradicionales. O “por amor a la patria”, lo que nos recuerda la postulación de Porfirio Díaz en su sexto mandato consecutivo, cuando un delegado del Estado de Morelos argumentaba en su discurso durante la convención de 1904, que la reelección debía servir “para que el General completara su obra”.

Pero todo es una mampara: nadie se queda en la silla presidencial por voluntad propia. Detrás de la soberbia del demiurgo existe un trasfondo de carácter externo al poder local. Gramsci decía muy bien que, para determinar un fenómeno político y social, había que estudiar la estructura política de un país y las influencias económicas internacionales, lo que nos lleva a concluir que, en el caso de la región centroamericana, fuerzas poderosas como China y Rusia se mueven en la penumbra para desplazar a los norteamericanos del escenario económico y geopolítico. Los acercamientos se muestran a través de estrategias como la cooperación bilateral, -ver el Libro Blanco de China-, aunque es bastante probable que ya deben haber analizado y contactado a grupos organizados de cada país para esbozar una agenda bastante reservada, lo cual no es malo.

En Honduras, la situación se muestra incierta, y se esclarecerá solamente hasta que haya pasado un tiempo después de las elecciones del 2021. El paisaje va a cambiar en el futuro inmediato, de eso no debemos tener dudas: se crearán nuevas estructuras de poder que incluirá la participación de actores sociales -hasta ahora excluidos-, el surgimiento de agencias de desarrollo diferentes a las actuales, y, desde luego, los adormitados movimientos sociales tendrán mayor beligerancia, sin importar su razón ideológica. Ahí es donde entran en escena los gobernantes y los partidos que se prolongarán por más de diez años en el poder con el propósito de mantener la estabilidad social en la región. En conclusión: el fenómeno del continuismo democrático no se origina en las estructuras internas de un país, sino en los grandes centros de las decisiones geopolíticas. “Just business”, como dirían los gringos.

[email protected]
@Hector77473552

Más de Columnistas
Lo Más Visto