El amor muere todos los días: el bien y el mal en la paradoja de Teseo

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14 de noviembre de 2021
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12:25 am
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El amor muere todos los días: el bien y el mal en la paradoja de Teseo

Josué Álvarez

El amor muere todos los días es la tercera novela de Nery Gaitán. Relata la historia del bien y del mal, del pecado y la redención, pero más que, como polos opuestos, como efectos codependientes.

Estructura
La historia es contada con diversidad de recursos. Algunos capítulos se desarrollan en tercera persona y otros, en primera. Gaitán también se asiste de la noticia, que roza con la compilación histórica. Igualmente, es posible hallar diálogos puros como en el capítulo IX. Es esta una de las bondades y astucias de la novela. Probablemente lo que permite que un texto que guarda entre su primera y última página -alrededor de cien- tanta distancia, se piense como un armazón y no se perciba como un salto brusco que lleva a la discontinuidad.

Personajes transformacionales
Los dos personajes más importantes, símbolos del bien y del mal, son transformacionales, echando un vistazo a la paradoja de Teseo. Caín hace su camino de errante adaptándose una y otra vez a sus entornos, y transformándose finalmente en Judas. Pero conserva en sí el mal y la perversión, esa esencia nunca cambia. Por su parte Jesús también se transforma, pero conserva su poder y su propiedad divina.

Caín -de todos sus nombres es el que más me gusta- se propone como la universalidad de la maldad. El destierro de Caín es la última parte del relato del pecado de Adán y Eva. Lo que comienza con la manzana acaba con el camino errante, es la maldad que se exporta al mundo en una onda expansiva, la causante de las atrocidades más grandes de la tierra: Animé conquistadores en sus planes perversos y mandé innumerables reyes a realizar cruentas batallas […], pervertí vírgenes, corrompí religiosos y ascetas; hice de regentes honrados, rufianes que saqueaban hasta el último céntimo que les habían confiado (págs. 42-43).

La novela, aunque es cronológica, está provista de un espiral. Es Caín quien una y otra vez interviene en el mundo. Es Caín quien permite la limpieza de su primer hogar al marcharse, es Caín quien redime al mundo —en el disfraz de Judas— facilitando la muerte del Redentor, es Caín quien siglos después lo vuelve a hacer. Es, dentro del misterio divino, la victoria, pero también la derrota.

En el caso de Jesús, recreado como Emmanuel se reinventan los pasajes. Le dicen a Jesús: Recordad queridos hermanos las palabras de este impostor (pág. 58). También a Enmanuel le vociferan: ¡Impostor! ¡Blasfemo! ¡Tú eres hacedor de maldad! (pág. 95).

Los paralelismos también se encuentran en los milagros y la recepción hacia ellos: Y su fama se extendió por toda Siria, y le trajeron a todos los que tenían dolencias: los afligidos por diversas enfermedades y tormentos (pág. 54). Mientras que de Emmanuel se dice: La popularidad de Emmanuel Bassermann se había ido incrementando a medida que realizaba curaciones: milagros que hasta a los más escépticos maravillaban (pág. 93).

Emmanuel no es solamente real y concreto, también es simbólico. El Papa que lidera la Iglesia Católica de la novela sufre de una grave enfermedad, una terminal, representando una crisis en la Iglesia. Pero es sanado, al mismo tiempo que la Iglesia se revitaliza: El Santo Padre […] sufría de una enfermedad terminal […]. Espléndido de ternura, el hijo de Dios lo ayudó a incorporarse, otorgándole la sanidad. Lo que provoca la sanación de la Iglesia: Los que no creían encontraron una razón para validar su fe (pág. 99). Es decir, solo la fuerza divina puede revitalizar lo divino.

La novela no pierde la oportunidad para recordar dónde se concreta la maldad que aún nos doblega en los tiempos modernos, a pesar de la redención, del destierro de Caín. Gaitán explora en el corazón y la piedra fundacional de la novela un paso más en lo que propone Mary Shelley en el Frankenstein: la recreación de lo divino.

1. Bibliografía
Gaitán, N. (2021). El amor muere todos los días. Tegucigalpa: Perseo.

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