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15 de noviembre de 2021
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12:33 am
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ESTE MES

APARTE de Honduras que va a elecciones generales dentro de unas semanas, Argentina tuvo elecciones intermedias este domingo y Venezuela celebra elecciones de alcaldes y gobernadores el 21 de noviembre. Con la novedad que la Unión Europea envió una misión de observadores. El comandante sandinista, con un quinto mandato y su cuarta reelección consecutiva –sin el estorbo de contrincantes opositores, presos e inhabilitados, solo seis desconocidos para dorar la píldora– salió del maíz picado. Hasta ahora ha recibido el reconocimiento de Rusia, Cuba, Corea del Norte, Bolivia y las regiones separatistas de Georgia, Abjasia y Osetia del Sur. China mostró prudente cautela y México tibio rechazo a las elecciones, pero dice que no interviene. La OEA en su reciente asamblea general sacó una resolución patrocinada por Canadá.

Fue aprobada por una mayoría de 25 votos de los 34 miembros activos del bloque. Solo que allí en el asiento de Venezuela –cuando desconocieron el montaje de Nicolás– acomodaron al representante de Guaidó. “Siete países se abstuvieron: Honduras, México, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Belice, Bolivia y Dominica. La delegación de San Cristóbal y Nieves estaba ausente y Nicaragua votó en contra”. Las dos rarezas fueron los votos de los gobiernos izquierdistas de Argentina y de Perú. Ambos votaron a favor de la resolución aunque anteriormente “Argentina se abstuvo de apoyar dos resoluciones del Consejo Permanente que pedían elecciones libres y la liberación de todos los opositores detenidos”. Lo que resolvieron por mayoría, sobre la situación en Nicaragua, fue “pedir al Consejo Permanente, órgano ejecutivo de la OEA, que realice una inmediata evaluación colectiva, a ser completada a más tardar el 30 de noviembre y tome las acciones apropiadas”. “Las instituciones democráticas en Nicaragua han sido seriamente socavadas por el gobierno nicaragüense” lee otra parte de la resolución de la OEA. El delegado nicaragüense reprochó lo actuado por el organismo hemisférico, arguyendo que “no es árbitro o auditor del proceso electoral y que las elecciones se llevaron a cabo en total y absoluta paz”. En Venezuela esta vez los principales partidos opositores decidieron participar después de tres años de boicotear el proceso –por falta de condiciones y transparencia– y llamados a la abstención. Solo que van divididos. La táctica que le funciona al oficialismo. Agotarlos de cansancio para que sus simpatizantes no acudan a elecciones, decepcionados que por mucho que intentan, nada va a cambiar y nunca cae Nicolás. Esta vez hasta confusión hay sobre si van o no van a elecciones.

Guaidó, reconocido como presidente encargado por medio centenar de países, “considera que no hay condiciones para participar, aunque a diferencia de años anteriores, no ha llamado a la abstención”. Fracasaron, además, en conformar candidaturas unitarias –como antes hicieron– en la mayoría de los estados. Sucede que en la oposición todos quieren ser. Y aunque la autocracia sea hueso duro de roer, sabiendo que desperdigados no tienen chance, nadie depone. Hasta ahora, en el estado de Miranda, uno de los opositores retiró su candidatura “a favor de la unidad”, pero sin endosar al otro candidato opositor. Eso de consolidar candidaturas era algo que la oposición debió decidir meses atrás. A estas alturas podría ya ser demasiado tarde. Los cálculos son que un 44% de los 9 millones de ciudadanos participarán en los comicios. Por supuesto que los partidarios de la autocracia todos van a votar mientras los simpatizantes opositores –resignados a que de nada sirve– unos lo harían y otros no. Al momento de escribir estas líneas, la votación está en curso en Argentina. Posiblemente pierda la oficialista coalición kirchnerista de los Fernández. El gobierno izquierdista no ha cuajado en la opinión pública. Aparte que la reciente crisis política –cuando se pelearon para probar quién manda y la Cristina, siendo su vice, le ganó la partida– contribuyó a debilitar más el gobierno. (Bien decía el Sisimite que en época de pandemia ganar podría ser perder. Menos en las autocracias que eternizan. Nunca pierden y, por mucho que sufra el pueblo, ganan los de arriba que siempre están bien).

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