Nada es lo que parece

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15 de noviembre de 2021
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12:05 am
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Nada es lo que parece

Por: PG. Nieto
Asesor y Profesor CISI

“Estamos peor, pero estamos mejor. Porque antes estábamos bien, pero era mentira. No como ahora que estamos mal, pero es verdad”. Una reflexión cargada de ironía atribuida a Cantinflas, que pongo en el pensamiento de los siete millones de venezolanos, emigrantes y exiliados, cuando recuerdan que hace veintidós años fueron engañados para votar por unos políticos que prometieron cambiar sus vidas. A fe mía que lo consiguieron. Políticos que llegaron al poder de forma democrática, para después quitarse la máscara e implementar una democracia socialista bolivariana, eufemismo de dictadura chavista, y perpetuarse en el poder. ¿Eso es lo que queremos para nuestras vidas?

Estas elecciones dejan al descubierto el verdadero rostro de algunos aspirantes a cargos de elección popular. Analizando perfiles y comportamientos destaca la habilidad para mudar la piel, como hacen ciertos insectos y reptiles. Necesitan cambiarla porque el continente que ahora publicitan no se corresponde con el contenido que utilizaron en su día para atraer un rebaño de curiosos, ignorantes, incautos bien intencionados, y de fracasados en busca de pesebre, quienes se creyeron la verborrea trilera de principios morales e ideológicos que enarbolaban. Ahora los miramos defendiendo aquello que decían repudiar. Políticos mercenarios, política líquida.

En política mudar la piel queda difuminado tras un lenguaje ambivalente, por ejemplo, que el fin loable justifica cualquier procedimiento. En religión no cabría esa dualidad: eres musulmán o cristiano, luterano o católico, evangelista o católico. Cambiar de valores y principios, de modelo de vida y prácticas, no es como cambiar de marca de papel higiénico, salvo que el sujeto padezca diarrea mental. En política nada es lo que parece. Hay un mantra de uso generalizado: “en política todo es posible”, como identificador del quehacer político, sin entender que estamos enalteciendo una aberración porque en ese “todo” cabe cualquier cosa para que sea posible.

Consecuencia de ese mantra cancerígeno convertimos la política en un lupanar. Reparemos en algunos de sus protocolos: 1.El fin justifica los medios; 2.No importa lo que se diga sino el efecto que produce, por tanto, se puede engañar; 3.No hay una sola verdad, depende de la coyuntura y el enfoque, utilizaremos la que nos interese; 4.Ética y moralidad no pueden frenar el desarrollo, el nuestro; 5.La ideología debe supeditarse al interés social, es decir, el propio. Y como elemento cohesionador el político necesita del elector, imprescindible para agarrar el poder. Pero no les sirve cualquiera. Descartados quienes piensen en lo que conviene para su futuro y familia; quienes no se dejen utilizar como carne de cañón para dirimir vendettas de terceros; quienes rechacen discursos de odio que promuevan la fractura social… Para los Morlocks ese electorado está comprado por el imperialismo yanqui y el narcotráfico, mientras ellos, benditas palomas, promueven la salvación con el socialismo chavista democrático. Estos salvapatrias necesitan un electorado ignorante, agobiado por las necesidades y carencias, manipulable, al que sacrificar como ariete en el altar de la democracia.

En este fétido caldo de cultivo surge un nuevo tipo de político, el converso. Aquel que muda de piel para incursionar en una ideología diferente de la que profesaba, porque aquella no respondía a sus expectativas para agarrar poder. Así, tenemos a nacionalistas promocionando el socialismo chavista porque quieren vengarse del Partido Nacional; a liberales que habiendo perdido las elecciones internas, en lugar de apoyar al candidato electo, por tanto al Partido Liberal, se dedican a torpedearlo, presionando a sus correligionarios para que voten por el socialismo chavista; etcétera. ¿Políticos traidores? Sin duda, se les cayó la máscara, mudaron la piel como los reptiles.

Políticos conversos siempre hubo, pero desde las elecciones del 2013 algunos han mutado. El científico Jean Lamarck, investigó que el órgano se desarrolla por necesidad y con entrenamiento, y se pierde por falta de uso o desuso. Cincuenta años antes de que Darwin revolucionara el conocimiento con su teoría de las especies y la selección natural, Lamarck estableció: “La función crea el órgano y la necesidad crea la función”. Ya no tienen que mudar la piel para incursionar en otro hábitat político, desarrollaron la habilidad para cambiarle el color, como los camaleones. Así la aceptación y adaptación a otro partido es más rápida, y si después no les interesa el botín pueden regresar a una pigmentación ya utilizada anteriormente. En la política hondureña tenemos una mutación, nueva cepa, el ¡político converso reversible!

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