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15 de noviembre de 2021
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12:03 am
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Por: Edmundo Orellana

El Partido Nacional no se irá si la oposición no vota masivamente en su contra. En otras palabras, votar por partidos de maletín o por opciones electorales sin ninguna posibilidad de triunfo, es votar a favor del Partido Nacional.

En esta coyuntura nuestro deber no es con el partido en que militamos, es con el país. No se trata, como siempre, de privilegiar al correligionario o al amigo, sino de apoyar a quien, correligionario o no, pueda vencer en las próximas elecciones a quienes pervirtieron nuestras instituciones, garantizaron impunidad, mediante aprobación de las respectivas leyes, a los corruptos, narcotraficantes y lavadores de activos, saquearon las entidades estatales, mutilaron nuestro territorio, fragmentaron nuestra soberanía, condenaron a muerte a cientos de hondureños en esta pandemia y propiciaron el contagio de miles.

El voto debe ejercerse contra los traidores a la patria, corruptos, lavadores de activos y protectores del crimen organizado, aunque con ello debamos sacrificar a candidatos que, en condiciones de normalidad, es nuestro deber votar. No se trata de cambiar un gobierno por otro, sino de expulsar del poder a los responsables de colocarnos en las peores posiciones de las evaluaciones internacionales en todos los temas de país: en pobreza, en corrupción, en inseguridad, en un largo, etc. Nuestros hermanos cuyas oportunidades en el país desaparecieron -víctimas de la exclusión, de la discriminación, de la explotación, de la represión estatal y del hostigamiento y persecución del crimen organizado-, y decidieron huir, en condiciones infrahumanas, hacia el extranjero, demandan que nuestro voto no se disperse, que sea contra los responsables de su exilio.

Votar en contra del partido de gobierno entraña lo siguiente: rescatar el país de las redes de corrupción en las que está atrapado; impedir que sigan despojándolo de sus recursos; desmontar el sistema de impunidad que protege a los corruptos y al crimen organizado; restaurar la República; redimir la democracia; y, reconstruir el Estado de derecho.

Por el voto se ejerce la soberanía. Este es el momento en el que los ciudadanos ejercen realmente el poder público, sin intermediarios, decidiendo a quienes delegarlo. Y es el único momento. Porque, en adelante, lo ejercen en su nombre quienes resultan electos, muy frecuentemente, en su provecho y en contra de quienes los eligen.

Para evitar que aquellos que pretenden erigirse en representantes del pueblo se alejen de él, actuando en su contra, debemos crear las condiciones para evitarlo, exigiendo transparencia en la gestión, control riguroso en la ejecución de los presupuestos y supervisión y evaluación continua de las acciones y resultados.

Votando masivamente en contra del Partido Nacional expulsamos aquellos cuya corrupción y complicidad con el crimen organizado avergüenza el país, pero también garantizamos que el gobierno que asumirá el 27 de enero actúe bajo la estrecha vigilancia del pueblo para que atienda eficazmente las emergencias de la crisis que nos hereda JOH y aborde con energía y eficiencia los problemas históricos de orden económico y social.

Votar por la oposición se traduce en la expulsión del poder al Partido Nacional. Sin embargo, no toda la oposición tiene posibilidades de triunfo. De las encuestas y el clamor popular resulta inequívoco que la propuesta electoral con mayores posibilidades de triunfo es la Alianza constituida por los partidos Libre y Salvador de Honduras.

El liberalismo se encuentra en una encrucijada porque el Partido Liberal aparece muy débil en las encuestas, por lo que no representa, por sí mismo, una opción electoral capaz de expulsar al Partido Nacional del poder. Si no lo es, debe contribuir con la fuerza política capaz de hacerlo, para rescatar el país y sus instituciones, seriamente deterioradas por el desgobierno del Partido Nacional. De no sumarse, restaría, dividiendo el voto de la oposición y disminuyendo las probabilidades de expulsar al Partido Nacional del gobierno, con las funestas consecuencias que ello implica. Dispersar el voto no es una opción, porque favorece a quienes han provocado tanto dolor al pueblo hondureño. Sumarse a la Alianza, en estas condiciones, se convierte en un deber patriótico. Por consiguiente, si no es una decisión partidaria, será decisión de cada liberal asumir su deber.

Sumarse no significa perder identidad ni entregarse, sino contribuir a rehacer lo que destruyó el autoritarismo, el latrocinio y la inseguridad jurídica. Lo que será menos difícil -porque nada será fácil para el próximo gobierno- si toda la oposición participa activamente en esa labor.

La patria demanda que la liberen de quienes la tienen secuestrada y la deshonran sin piedad. Por eso, votar nunca ha sido tan importante. La orden del día es votar masivamente para que la derrota sea aplastante y no haya margen para el fraude.

Para que el voto se traduzca en la expulsión de quienes deshonran la patria, invitemos a todos a votar masivamente en contra del Partido Nacional y digamos con fuerza: ¡BASTA YA!

Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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