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16 de noviembre de 2021
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Bicentenario

Por: Carlos López Contreras
Ex Canciller de la República

Este año, conmemorativo de nuestra independencia política, es propicio para recordar las personalidades ya fallecidas que dedicaron su inteligencia, energía y tiempo para defender los derechos territoriales y marítimos de Honduras.

Mencionaré solo los que en épocas más recientes han fallecido, sin que ello represente menos aprecio a los que les precedieron: Salomón Jiménez Castro, Jorge Fidel Durón, Roberto Ramírez, Eliseo Pérez Cadalso, Andrés Alvarado Puerto, Virgilio R. Gálvez, Ramón Ernesto Cruz, José Ángel Ulloa, Carlos Roberto Reina, Ramón Valladares, Pedro Pineda Madrid, César Batres, César Elvir, Roberto Palma Gálvez, Rodolfo Rosales Abella, Delmer Urbizo Panting, Max Velásquez Díaz, Luis Martínez Figueroa, Tiburcio Carías Castillo, Policarpo Callejas, Luis Torres, Arnulfo Pineda López, Gerardo Martínez Blanco y Roberto Arita Quiñonez.

Como se puede observar, en su mayoría eran abogados ilustres. Con razón decía nuestro consultor, Julio González Campos, que Honduras “es una República de abogados”; y yo agregaría que de abogados constitucionalistas.

Vivimos en un mundo de espionaje; hace 200 años Napoleón Bonaparte decía que “los embajadores son espías con título”; en este mundo de espionaje se emplea alta tecnología, lo cual hace muy difícil mantener los secretos de Estado. Por tal motivo, hay quienes afirman que la única manera de mantener un secreto entre dos es matando al confidente.

Si lo anterior fuera cierto, creo que, en el caso de la firma del tratado de límites marítimos en el mar Caribe y el océano Pacífico entre Nicaragua y Honduras, tendrían que haber matado al confidente; pues todos resultamos sorprendidos por la noticia del 27 de octubre de 2021 que ese día se firmaría en Managua el referido tratado. Todo lo cual significa que, al menos en dos países tropicales y latinoamericanos, todavía es posible mantener en reserva asuntos de Estado.

Ese tratado de límites con Nicaragua tiene una suprema importancia geopolítica y estratégica para Honduras y, por ser ejecución de una sentencia internacional, debería ser aprobado por el Congreso Nacional sin dilación y por unanimidad, como lo ha hecho la Asamblea Nacional de Nicaragua, al día siguiente de la firma.

Nuestro fundamento constitucional es el artículo 15 que dispone que “Honduras proclama como ineludible la validez y obligatoria ejecución de las sentencias arbitrales y judiciales de carácter internacional”.

Obviamente, se trata de la ejecución de las sentencias dictadas por la Corte Internacional de Justicia el 11 de septiembre de 1992, que decidió el diferendo terrestre, insular y marítimo entre Honduras y El Salvador, Nicaragua interviniendo, y la del 8 de octubre de 2007 sobre el diferendo con Nicaragua en el mar Caribe.

Hay que recordar, también, que esa sentencia trae causa del Tratado General de Paz de 1980, el cual fue aprobado por unanimidad por la Asamblea Nacional Constituyente y que dicho tratado preveía el recurso a la Corte Internacional de Justicia, cuyas decisiones, en este caso, se cumplen y ejecutan por medio del tratado de límites marítimos Honduras-Nicaragua.

Ahora, volviendo al tema de los documentos reservados o secretos, estoy seguro que no incurro en infidencia al compartir con ustedes que en 1979, vale decir, 8 años antes de comparecer a la Corte Internacional de Justicia en el caso de nuestro diferendo con El Salvador, la lucidez y sabiduría del profesor Julio González Campos, nuestro principal consultor, anticipó que el hueso duro de roer en ese juicio sería la delimitación de la bocana del Golfo de Fonseca y la proyección de nuestros espacios marítimos en el océano Pacífico, es decir, mar territorial, zona económica exclusiva y plataforma continental.

Tan difícil de roer, que es hasta 30 años después de dictada la sentencia que se cumple su ejecución efectiva.

El profesor González Campos estaba consciente que El Salvador y Nicaragua, que dominan la entrada del golfo, sostenían posiciones políticas que apuntaban a dejar a Honduras enclavada en el fondo de la bahía, sin derechos en el océano Pacífico.

Por tal motivo, encargó a un jurista, especialista en bahías históricas internacionales y en espacios marítimos, la formulación de un informe para sostener nuestros derechos en la bocana y el océano Pacífico ante un probable contencioso en la Corte Internacional de Justicia, el cual efectivamente se produjo.

Se trataba de un jurista superlativamente magnífico, de nacionalidad francesa, me refiero al profesor René Jean Dupuis, quien cumplió el encargo previendo todos los escenarios posibles en las decisiones de la Corte y, en todos arbitró fórmulas para evitar un enclavamiento de Honduras en el fondo de la bahía. Eso se llama previsión diligente.

Pues bien, ese informe tiene más de 40 años de haberse producido y su existencia era secreto de Estado, hasta hoy, que la comparto con ustedes.

No obstante, el avance de la tecnología, todavía se puede abrigar la esperanza de guardar algunos secretos de Estado que son esenciales a su misma existencia. Todo lo cual prueba, que no es necesario matar al confidente para guardar un secreto.

Ahora deseo compartir con ustedes una experiencia de mi vida como consultor de la Cancillería. Ocurriría como a finales del 2003, siendo canciller el abogado Leónidas Rosa Bautista, quien recibía la visita oficial del vicecanciller de Polonia, acompañado de su cónsul en Honduras don Pamy Marinakys. Durante la reunión, se me pidió que explicara los problemas de soberanía territorial y marítima que enfrentaba Honduras en aquella época.

Comencé por expresar las ventajas y los problemas derivados de ser un país con tres fronteras terrestres con Guatemala, El Salvador y Nicaragua, y muchas más fronteras marítimas. Evoqué las dificultades que había supuesto definir nuestros límites territoriales en una Centroamérica convulsionada a lo largo de más de un siglo, teniendo que sufrir los conflictos internos de nuestros vecinos, que se desbordaban hacia nuestro territorio.

En ese momento el ilustre visitante me interrumpió para decirme:

“Cuando escucho sus explicaciones, me parece que usted se está refiriendo a mi país. Afortunadamente, nosotros hemos resuelto nuestros problemas limítrofes con la desaparición de nuestros vecinos, sin que nosotros tuviéramos que levantar un tan solo dedo para lograrlo”.

Después de esa observación, yo concluí mis explicaciones, pero al final, intrigado, pregunté al dignatario polaco:

“Sin que nosotros tengamos interés en que nuestros vecinos desaparezcan, ¿cómo logró Polonia resolver sus límites territoriales, con la desaparición de sus vecinos, sin siquiera levantar un tan solo dedo?

A lo que él respondió: “Muy sencillo: tener papa”. Se refería a Juan Pablo II, el papa polaco.

Los vecinos que desaparecieron fueron la República Democrática Alemana, la Unión de República Socialistas Soviéticas y Checoslovaquia. Sus vecinos actuales son: Lituania, Bielorrusia, Ucrania, República Checa, Eslovaquia y Alemania.

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