¿LA MODA?

ZV
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18 de noviembre de 2021
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12:53 am
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¿LA MODA?

LA disyuntiva de la oposición venezolana –o de los pedazos dispersados de oposición–, si participar en las elecciones regionales o abstenerse de concurrir. Si van, legitiman el montaje de la autocracia. Si no van, sucede como la vez pasada que las boicotearon y, sin estorbo de la competencia, barrió Nicolás. La preocupada comunidad internacional no aceptó los resultados. Pero toparon con punto muerto. El nominado presidente provisional nunca tuvo poder; ni empujado por los halcones de Washington cayó Nicolás. No hay mucho entusiasmo, pero el ejercicio electoral –con observación de la Unión Europea– le da al gobierno un respiro de normalidad. Este es el paso intermedio a las elecciones generales sobre las cuales tampoco la oposición, en diálogos fracasados, ha conseguido garantías. La continuada ausencia de los grupos opositores en la disputa política juega en su contra. El “forfeit” asegura que el régimen continúe controlando el poder absoluto.

La vaina es que ganar tampoco les sirve. Sucedió cuando controlaban la Asamblea Nacional –después que triunfaron en una elección aliados unos con otros– y no hubo resolución emitida por el pleno que tuviese resultado efectivo. Los obedientes magistrados del Poder Judicial se encargaban de anular cualquier decisión de los congresistas. La autocracia acabó montando una constituyente paralela a la Asamblea Nacional hasta hacer que expirara. Las protestas multitudinarias –reprimidas a palos, balas y gases lacrimógenos, sin que el gobierno tuviese que enfrentar consecuencias– dejaron de producirse. Los dirigentes opositores perdieron la fuerza de convocatoria a las calles. Los muy inconformes se marcharon del país mientras los que toleran la mala vida que sufren se resignaron a su desgraciada situación. Sin ánimo de continuar arriesgando el pellejo para nada, en manifestaciones callejeras. Los fieles generales bien estimulados se encargan de poner en orden a los revoltosos cuantas veces sea necesario. Además, pareciera que la estrepitosa debacle de la economía, de un país postrado por la crisis demasiado tiempo, finalmente tocó fondo. Ahora, cualquier rebote, por leve que este sea, se percibe como una ligera mejoría. Un alivio para el régimen ahora que los precios del crudo han repuntado en el mercado internacional. No hay mayor entusiasmo electoral. Pero el oficialismo va a mover toda su base a enfrentar opositores desunidos. Asegurando votos del clientelismo, de gente necesitada. “Apúntese, –nombre, teléfono y dirección– para recibir su bono social y su bolsa de Clap”. Ese es el sistema de distribución de alimentos. Cada bolsa trae cuatro paquetes de arroz, azúcar, una lata de sardinas, 100 gramos de café y 400 gramos de leche en polvo.

La otra consulta este domingo es en Chile que va a elecciones generales. Son siete competidores y ninguno sobrepasa el 30% de intención de voto. Encabezan los sondeos el candidato de la izquierda, apoyado por Frente Amplio y el Partido Comunista, y el de derecha del Partido Republicano, que no pertenece al oficialismo. Ninguno de los candidatos del centro –el centro izquierda y el oficialismo de Piñera– parecen tener posibilidades de ir a balotaje. Como que la moderación y el centro –sucede en otros países– están desactualizados. Con la odiosidad transmitida en las redes ahora la moda está en los extremos. Golpeando duro al enemigo. Sucedió en Bolivia, donde la izquierda recuperó el poder después del interinato desastroso y mal manejo de la pandemia. Ocurrió en Perú donde el profesor rural de sombrero de paja de ala ancha se impuso al fujimorismo. En Ecuador, y pese a la funesta gestión de Lenín Moreno, ganó la derecha. (Con razón el Sisimite no se ubica ni en la derecha, ni en el centro ni a la izquierda, sino que arriba. Bien arriba, en la empinada montaña).

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