Se repite la gran mentira

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18 de noviembre de 2021
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12:04 am
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Se repite la gran mentira

Por: Rafael Leiva Vivas

Una publicación del CNA (Consejo Nacional Anticorrupción) titulada “100 años de corrupción e impunidad en Honduras”, en un afán de notoriedad vuele a repetir aquella gran mentira, asegurando que el monumento al General Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, no es realmente Morazán, sino el Mariscal Ney, y que la comisión enviada a Europa para encargar una estatua de Morazán fue consumiendo sus fondos y se vio reducida a comprar, a bajo precio, una figura ecuestre del Mariscal Ney, fundida para una ciudad francesa que luego no quiso aceptarla. Otros escritores cuentan la misma historia, entre ellos Eduardo Galeano y Gabriel García Márquez, con lo que, por ignorancia hacían causa común con la reacción más conservadora de Centroamérica, responsables de este truco publicitario, sin mayor argumento que restar méritos a la figura más ejemplar de la revolución liberal pequeño-burguesa.

Con los años esta fantasía fue tomando la forma de una verdad hipotética, y se ha venido repitiendo con desaprensión y colmo del ridículo, solo comparable a la falsa identidad que se atribuye a los pueblos centroamericanos y al deseo exhibicionista de comparar la realidad con la caricatura.

Los escritores Galeano y García Márquez se disculparon por haber caído en esa trampa.

Habiendo permanecido en Francia, cumpliendo funciones diplomáticas, tuve la oportunidad de investigar en los archivos de París, encontrándome con abundante información que respalda la autenticidad de la estatua de Morazán, como ser, la ejecución de la obra se encargó al artista francés Léopold Morice, autor también de la estatua de la Plaza de la República de París.

En la obra de Morice está representado el General Morazán de brillante uniforme, con la espada levantada y sobre un fogoso caballo, que detiene de improviso para hacer frente al enemigo.

La actitud varonil del personaje y el movimiento del caballo, descuellan con gran maestría en el conjunto de la obra.

La narración anterior es tomada del periódico “Le Journal des Arts”, de fecha 5 de diciembre de 1882, archivado en la Biblioteca Nacional de París, en la que aparecen los nombres del monumento y del escultor.

El mismo periódico dice: “Hace tres días tuvimos la ocasión de ver casi terminado el trabajo del joven escultor Morice. Muy pronto se trasladará, para ser fundido en el establecimiento de los hermanos Thiebaut. Deberá inaugurarse la estatua durante el estío, así es que no podrá figurar este monumento en el próximo salón”.

La documentación que prueba de forma irrefutable la autenticidad de la estatua de Morazán, también se puede consultar en mi libro “Francisco Morazán y sus relaciones con Francia”, y de esta manera se entierra con la comicidad de la publicación del CNA, por lo que los hondureños podemos sentirnos orgullosos de contar con un monumento a la memoria de Francisco Morazán, desde el punto de vista artístico, grandioso e imponente.

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