COVID-19 y período postelectoral

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19 de noviembre de 2021
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12:01 am
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COVID-19 y período postelectoral

Por: Guillermo Fiallos A.
Mercadólogo, abogado, pedagogo, periodista, teólogo y escritor.

Sin lugar a dudas, uno de los puntos que le da vueltas a la cabeza de la mayoría de los hondureños -como un satélite molesto del cual no es posible escapar-, es el referente a las próximas elecciones del 28 de noviembre.

Estamos cansados de tanta propaganda nefasta que vemos y escuchamos a toda hora, de tanta promesa mentirosa que lanza a los vientos esa raza y casta llamada políticos; sin embargo, lo más preocupante es qué va pasar luego de darse los resultados.

Seguramente, vendrán acusaciones y contra acusaciones de fraude, de usurpación del poder, no aceptación de resultados y -ojalá que no-, llegarán las revueltas y hordas callejeras que terminan en vandalismo y destrucción de propiedad pública, cultural y privada, que nada tienen que ver con la película de vaqueros y guerreros acabada de exhibir.

Bueno, pero ya los hondureños estamos acostumbrados a todo este circo que se da antes, durante y después de las elecciones. Sin embargo, en esta oportunidad hay una situación totalmente diferente a la vivida en anteriores contiendas electorales.

Estamos en medio de una pandemia y esa realidad no la pueden negar ni rojos, azules, rojinegros, amarillos, verdes, descolorados y todos los demás. Gane quien gane, pierda quien pierda; celebren algunos y se revuelvan otros; la COVID-19 siempre estará acechando a la República y sus ciudadanos.

Aparentemente, no hay planes para saber qué se hará desde finales de noviembre a finales de enero, acerca de los centros de atención para esta pandemia y la continuación de la vacunación que -hay que reconocerlo-, ha sido efectiva en los últimos meses.

Se dé o no la inestabilidad social luego de las elecciones, ese virus siempre estará allí, esperándonos como un ave cazadora que desde la oscuridad atrapa a sus presas desprevenidas. A pesar de las cifras alentadoras que indican que ha bajado, ostensiblemente, la ocupación en las salas de los hospitales por esta enfermedad, no debemos pensar que todo ha acabado.

Después de estas concentraciones partidarias y de la aglomeración el día de las votaciones, existen grandes posibilidades que esa nube negra se estacione para expandir, de nuevo y con fuerza, ese letal virus.

Serán casi dos meses -hasta la toma de posesión del nuevo o la nueva cacique en Casa Presidencial- que estaremos como en el limbo, pues un cambio de gobierno siempre produce incertidumbre, y provoca bajar la guardia en los empleados y funcionarios públicos.

Además, es preocupante que a partir de los últimos días de enero, comienzan a gobernar nuevos señores feudales -esta expresión puede sonar extraña, pero es cierta pues este y todos los gobernantes pasados y los que vendrán, han considerado a Honduras como su feudo habitado por sus siervos de la gleba-, quienes tienen que empaparse de la administración pública; y mientras se toman el tiempo -con la desidia y lentitud legendarias- para conocer el desarrollo de los asuntos en su flamante reino; la COVID-19 se estará propagando y quizá, con más velocidad debido a que el aparato de salubridad se encontrará en estado de hibernación.

No es posible que se dé la situación anterior en medio de tanto dolor y luto que ha causado esta pandemia mundial. Los gobernantes deben estar conscientes de su responsabilidad social y ponerse a trabajar, tanto los que van entregar el poder como quienes lo reciban.

No hay espacio para seguir causando dolor y pérdidas de vida al pueblo hondureño. Todos nosotros, los ciudadanos anónimos y que no vivimos de la política, merecemos respeto y el accionar rápido de los gobernantes. Para eso se les eligió. Para eso les pagamos. No es un favor que nos están haciendo. ¡Es su deber!

Aparte de la COVID-19, también tenemos otra grave enfermedad que nos está atacando: el dengue. No podemos ni pueden los entes gubernamentales de hoy y de mañana, estar de brazos cruzados y esperar que estos males se esparzan más y más.

Necesitamos acciones concretas y que ya olviden sus vacías propuestas expuestas en las campañas electorales. La angustia y la muerte, no esperan ni son inmunizadas con esa verborrea política que solo sirve para sus caminos torcidos.

Los hondureños merecemos el debido cuidado de las autoridades. De no hacerlo, estarán incumpliendo su obligación y aunque, difícilmente, serán juzgados en esta vida -por la impunidad vigente-; sí le tendrán que dar cuentas a Dios cuando su existir terrenal llegue a su fin.

circulante.fi [email protected]

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