Cuando se ensombrece la imagen de un partido

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19 de noviembre de 2021
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Cuando se ensombrece la imagen de un partido

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

En la nómina de escritores políticos, uno de ellos, Lucas Paredes, tuvo ribetes distintivos. Reducto de la vieja guardia del Partido Nacional, incursionó en asuntos históricos con enfoques antiliberales y críticas apaciguadas sobre personajes y la bandería de sus afectividades. En 1958 vio la luz su libro Drama político de Honduras. En extenso itinerario de 668 páginas, aborda y comenta muy a su gusto los gobiernos que se inician con el de Luis Bográn y concluyen con el régimen de facto de Julio Lozano Díaz, a quien en lo inmediato lo habían antecedido Juan Manuel Gálvez y Tiburcio Carías Andino, tripleta nacionalista con 23 años en el poder, 16 de ellos caracterizados por la oposición liberal con tres términos sumarios: encierro, destierro y entierro.

Véase lo que Paredes data y lucubra de este período gubernativo. A guisa de introducción, refiere: Estando el general Carías dedicado a sus faenas agrícolas en Zambrano, amigos y partidarios fueron a buscarlo en 1928 para que de nuevo se pusiera al frente de la bandera nacionalista. La convención del partido lo postuló a la primera magistratura. Poco después surgió la candidatura del doctor José María Ochoa por una facción liberal y, a continuación, la del general Vicente Tosta acuerpada por un pequeño grupo de desafectos de uno y otro bando político. Al iniciarse la faena electoral, los pseudoliberales -escribe- comenzaron su propaganda de desprestigio, acusando a Carías de estar preparado para en caso de que los nacionalistas perdieran en las urnas, no entregaran el poder. Pormenoriza: En respuesta a una hoja anónima con el marbete “Cadena patriótica”, el presidenciable Carías Andino expuso que en la misma “se afirma que la United Fruit Company, por medio de la Tela Railroad Company, me proporciona dinero para la actual campaña, y que siendo esa compañía la responsable de las desgracias que ocurren con relación a la desmembración del territorio, el que trabaja en favor del Partido Nacional trabaja contra la patria”, recalcando “que esa forma de adversar los trabajos del Partido Nacional es una aplicación de la campaña ruín que el tostismo ha estado haciendo en su prensa”. Sobre el mismo asunto, en nota anterior el “doctor y general” manifestaba que “prefería abandonar la política, antes que perjudicar los intereses de mi país y ensombrecer el nombre de mi partido”.

Con añagazas -dice Paredes- los liberales arrebataron el poder al cariísmo. Alude al hecho de que una coalición liberal hizo viable la candidatura y el triunfo -en los comicios- del doctor Vicente Mejía Colindres y del ingeniero Rafael Díaz Chávez, presidente y vicepresidente de la nación (1929-1933).

En octubre de 1932, Carías derrota al partido opositor -al mando entonces de Ángel Zúñiga Huete. En su período constitucional -aclara Lucas Paredes- Carías no es dictador, ni un tirano, ni un déspota, aunque -como anota de inmediato-, no hay obra material y cultural múltiple y admirable en su gobierno, ni varió el rumbo al destino “por el que se precipitaba escandalosamente el pueblo hondureño”. No obstante -añade-, se hizo creer o se obligó a creer que solo Carías era capaz de garantizar la paz. Así que los interesados en seguir beneficiándose personalmente, decidieron reclamarle continuara haciendo real tal anhelo. Los incondicionales, recuerda, pidieron en 1935 la reforma de la Constitución de 1924, para prolongar el período constitucional hasta el 1o. de enero de 1943. El caudillo -agrega con acento irónico- no hizo sino acatar la voluntad de su pueblo y procurar corresponder a su confianza y lealtad; sacrificándose, desde luego, si lo último es de creerse.

Esto, empero, no bastaba. Cual narra brevemente, en 1939 “instan” a los diputados proceder a la reforma del artículo 202 constitucional en el sentido de alargar sus efectos al 1º. de enero de 1949, o sea, asegurar la recontinuidad, cosa que en efecto acaece el 18 de diciembre. Al enunciar algunas de las vejaciones, entre otras, las cometidas el 4 de julio (en Tegucigalpa) y el 6 (en San Pedro Sula) de 1944, Paredes llega a decir que tal verdad no puede ocultar la historia; tal -dice- es la tragedia de Honduras. Por un olvido suyo no pudo consignar también, como verdad heredada, que el repetido continuismo del fornido gobernante ensombreció el nombre de su partido, en lugar de abandonar la política como decía preferir allá por 1928.

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