Cuando La historia se cubre de oro

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20 de noviembre de 2021
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12:35 am
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Cuando La historia se cubre de oro

Obreros mineros en la labor diaria.

¡HOLA, HOLA! AMIGOS Y FIELES LECTORES. Nuevamente con ustedes para seguir aportando a la cultura de nuestro suelo. Esa rica historia muy poco valorada por estudiantes y una buena parte del pueblo, que saben más lo de afuera que lo que pasó en su país en el transcurso del tiempo. Pero seguimos…

Comenzamos con la historia de la minería en Honduras. A finales del siglo XVI, XVII y XVIII, la provincia de Comayagua prosperó económicamente gracias a sus principales rubros: el cultivo de la planta del tabaco de buena calidad, la producción de anís, las extracciones en los yacimientos mineros y por último el cultivo de la palma de banano en la costa norte.

En los pueblos prehispánicos ya extraían metales preciosos con el fin de aprovecharlos en sus vestimentas y objetos diversos. Pero no fue hasta la llegada de los conquistadores españoles que estos yacimientos mineros tuvieron un importante crecimiento tanto demográfico como económico.

Antier. San Juancito, durante la explotación de sus minas por la Rosario Mining Company.

LAS PRIMERAS MINAS

A mediados del siglo XVIII solo en la provincia existían alrededor de 300 minas y otras que se extinguían por la escasez del mineral. En 1538 Las primeras minas producían significantes cantidades de oro los que eran trasportados fuera del territorio nacional.

En 1540 con el descubrimiento de oro y plata en el valle del río Guayape, la ciudad de Gracias a Dios, hoy Gracias (Lempira), dejó de ser la capital de la provincia para ser trasladada a Santa María de la Nueva Valladolid de Comayagua que estaba localizada más cercana a los centros mineros.

Las primeras localidades mineras fundadas fueron: “Santa Lucía”, “El Corpus”, “Cuculmeca”, “Apoteca”, “Cedros”, “Yuscarán”, “Sensenti” y “San Miguel de Heredia de Tegucigalpa”.

Durante la administración española entre los siglos XVIII y XIX y siendo Gobernador Intendente de la Provincia de Honduras el coronel Ramón de Anguiano- en el período del 25 de marzo y 25 de mayo de 1799 -hizo la solicitud de traer 1,000 negros para la explotación de las minas hondureñas.

El 25 de febrero de 1800, Anguiano expuso al monarca de Madrid el proyecto de creación de un Banco Nacional de San Carlos, cuyo fin sería el de facilitar créditos a los mineros y cosecheros de la provincia.

Mineros descansando después de una jornada. Oriundos de San Juancito confundidos entre obreros gringos.

MILLONARIOS DE ACÁ

Durante la presidencia del general Luis Bográn sale a la luz el Código de Minería de 1886. El 1 de enero de 1899 entra en rigor el nuevo Código que regula la explotación de los yacimientos mineros del país.

Entre 1876 y 1915 se otorgaron 276 concesiones a empresas inglesas, estadounidenses y algunas nacionales que quedaron en manos de millonarios hondureños como Marco Aurelio Soto, Enrique Gutiérrez Lozano, Luis Bográn, Abelardo Zelaya, entre otros que aportaron capitales de inversión.

Terminaron siendo absorbidos por empresarios estadounidenses que acapararon el rubro minero formando el Central American Syndicate Company.

La minería fue muy importante para Honduras en las dos últimas décadas del siglo XIX donde se reflejó un promedio del 50% en exportaciones. De ese 50% la Compañía Rosario Mining acaparó el 90% de ganancias, es decir 45% de las exportaciones totales del país.

Entre montañas y neblina que besa el Parque Nacional La Tigra, San Juancito guarda los vestigios de lo que un día fue un emporio gracias a la explotación minera de la Rosario Company

MINA DE SAN JUANCITO

Esta mina fue explotada por la internacional compañía estadounidense “Rosario Mining Company”. La concesión de explotación la obtuvo siendo presidente de la nación el doctor Marco Aurelio Soto.

Este, además tenía acciones dentro de la compañía junto a uno de sus ministros, Enrique Gutiérrez Lozano. Entre sus empleados contables más famosos fue el presidente Julio Lozano Díaz.

En 1037 la empresa minera norteamericana llegó a un punto culminante de ganancias mediante una superproducción aproximada de 3,211296 onzas de oro registradas como plata por motivos impositivos.

En este lugar funcionó la primera embajada de Estados Unidos. También se colocó la primera planta hidroeléctrica que generaba buena parte de electricidad a la nación.

La mina de San Juancito se encuentra a inmediaciones de la ciudad de Tegucigalpa y el parque nacional “La Tigra”. A su paso se pueden apreciar la boca de minas por donde se extraía el mineral.

Este era trasladado hacia Tegucigalpa a lomo de mulas y luego su exportación al extranjero. Uno de los gerentes generales de esta compañía fue Joseph Weddle.

Primera planta hidroeléctrica en Honduras, funcionó en San Juancito.

AUGE ECONÓMICO

La fecha exacta de fundación de San Juancito podría coincidir con la instalación de la compañía minera The New York and Honduras Rosario Mining Company. Comenzó operaciones en 1880.

Empezó a operar la mina en el centro de San Juancito para después trasladarse a la aldea El Rosario a unos 2 Kms del eje de este poblado. Desde 1880 hasta 1954 esta comunidad alcanzó un fuerte desarrollo económico por la actividad minera.

Su población se estima que pudo llegar a más de los 30,000 habitantes entre nacionales y extranjeros. Los gringos se ubicaron en la aldea El Rosario con todas las comodidades.

Tenían un club equipado con cine y boliche, al que casi ningún hondureño podía asistir. Las casas construidas de madera y levantadas sobre polines. La residencia del gerente de la mina contaba con una cancha de tenis. Todo era lujo de entonces.

Y…

Y por hoy hasta aquí. Hemos dejado otra HUELLA cubierta de oro, de parte de la historia minera de nuestro país. Continuaremos en otra oportunidad…

QUE DIOS NOS CUIDE A TODOS

NO MÁS APOLOGÍA AL ODIO
De cara al próximo proceso de elecciones del 28 de noviembre. Agobiados por la crisis económica que nos ha afectado al pueblo que trabajamos honestamente, aunado con la incertidumbre, rumores, derivado por las provocaciones de algunos seudo líderes atizando el fuego con sus virulentas arengas que incitan a la confrontación, odio y violencia, es que estamos inmersos en un ambiente tóxico.

Esas “redes fecales” ponen playa, no granitos de arena, contribuyendo a esto.

Ningún voto, ningún proceso, candidato o partido político vale más que la vida. Muchos la han perdido o a punto de perderla de manos delincuenciales. Aunque se le diga al pueblo -que no cree- que no es por tintes políticos.

Políticos, activistas, haga la fiesta en paz. El pueblo trabajador merece respeto. Necesita, debe continuar luchando en un clima de tranquilidad. Reponerse en estas fiestas decembrinas de lo provocado por esta pandemia y los desastres naturales que nos azotaron.

Pueblo: razonen su voto. No lo vendan al mejor postor. Que este proceso eleccionario se desarrolle con transparencia, respetando resultados, pero también en orden y paz.

Aunque aquí lo pedimos a favor de la colectividad, una golondrina no hace verano…

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