San Antonio de Oriente y José Antonio Velásquez en el bicentenario

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20 de noviembre de 2021
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12:05 am
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San Antonio de Oriente y José Antonio Velásquez en el bicentenario

Pintor José Antonio Velásquez.

Miguel Rodríguez A.

En el devenir de estos 200 años de historia, los hondureños hemos sido y somos uno de los pueblos más complejos de entender de las nuevas naciones del mundo. Apenas registramos 2 siglos de existencia y las cosas parecen ser como antaño. La vida de nuestros pueblos trascurre independiente a los devenires del mundo. Y la vida pasa.

Tantas vidas que se han desarrollado en estas tierras. Soñadores, filantrópicos, uno que otro revoltoso, otros llenos quizá de mucha humanidad. Esta que nos enseña a que, incluso en los más oscuros tiempos, prevalecerá, ante todo. La expresión humana es lo último que nos queda ante tanta desidia y abandono. ¿Qué hacer por ella? Somos seres históricos y de alguna manera somos una forma de representación de esta. Anhelamos a nuestros antepasados. Los visitamos cada noviembre. Muchos todavía los lloran, a pesar del tiempo. Esas personas que marcaron un camino, una vida, un porvenir.

La vida que hoy recordamos es una que, con su humanidad, quizás entre muchas alegrías o amarguras, le dio tanto a este país. José Antonio Velásquez, un pintor que vivió y vivirá para siempre en la memoria de Honduras.

Su obra representa una nueva forma de ver el mundo. Para la época en que se desarrolló, entre 1930 hasta el ocaso de sus días, fue de constante aprendizaje y cambio. Su pincel, como cualquier otro aprendía y desaprendía. E independiente de las circunstancias históricas, su producción prevalecerá para la historia de toda la humanidad.

Iglesia La Merced, San Antonio de Oriente. Noviembre 11, 2021. Programa cultural dedicado a José Antonio Velásquez.

Y sí que hablamos de alguien relevante para la vida de nuestro país y el mundo. Velásquez, tanto por su vida y obra, dimensionaron a lo hondureño. Su vida como cualquier hondureño en cuanto tal, de origen rural, entre su mundo y el exterior, su lienzo, por transmitir la vida que pasa. Lo cotidiano, lo simple, quizá una visión ingenua del mundo; el “primitivismo”.

Su vida transcurrió entre el pasado y una nueva cosmovisión del presente que vivió, que es el arte. Su lienzo con mucha inocencia o mucha premeditación, entre días de sol o noches de oscuridad, produjo para Honduras su principal pintura, la más popular. Una forma de dimensionar lo hondureño. Una forma de ver su arte es ver en ella todo lo contrario a lo que muestra, en apariencia. Las características de esta entre otras atañen en la sencillez, pasividad, lo bello o lo inamovible. En resumen, lo perfecto. La discusión prevalecerá, entre tanto, nos debemos preguntar qué hacer con su legado. Quizá este día sea para, además de recordar, un comienzo para trabajar por su memoria tangible e intangible. San Antonio de Oriente y Honduras se lo merecen. Como su inspiración, además de casa y cotidianidades, merece reivindicar esta figura. Y este tiempo es el ideal. Este que todos nos exigimos un futuro mejor.

Todos los países del mundo, principalmente aquellos que entienden su cultura e historia, ponen en agenda su patrimonio. Este que nos lleva al pasado, pero también a ver una nueva forma de ver el futuro. San Antonio de Oriente tiene estas particularidades, de origen colonial, gente de tradición e idealismo, capaz de rescatar la figura de Velásquez en la historia y reivindique su provenir. Hacer de ese lugar un punto de encuentro de la cultura e historia.

Mesa principal.

El alcalde, Antonio Maradiaga, la Sra. directora municipal de Educación y regidor No. 7, Digna Italia Ruiz, el señor William Pedraza, director de la Biblioteca Wilson Popenoe de la Escuela Agrícola Panamericana, EAP Zamorano, el Dr. Nery Alexis Gaitán, representante de la Comisión Nacional del Bicentenario, promotora del encuentro, la Sra. Elia Ruth Velásquez, hija menor del pintor, y la Dra. Daniela Navarrete Cálix también de la EAP Zamorano, integraron la mesa principal, en un evento cultural en que San Antonio de Oriente presenció de nuevo el calor humano que un día dio Velásquez.

Las palabras de todos cautivaron al público, mientras el sol fulgurante impregnaba el ambiente y humor. Este calor no era asfixiante. Al contrario, los vientos del norte y una que otra nube desarrollaban un aura campiñesco. El valle del Yeguare se impone al horizonte. Los pueblos que lo habitan se miran a lo lejos como añorando las montañas. Lleno de minas, leyendas y una tradición popular e historia común con lo que hoy conocemos como el departamento de Francisco Morazán, antiguamente la Villa de Tegucigalpa, lo hacen un pueblo encantador, mágico. Desde la loma que esta antes de llegar, al ver su iglesia imponente frente a un conglomerado de casas todavía de tejas y adobes, calles empedradas con más de un perro, transeúntes impasibles y muchas bocaminas arriba en las laderas, personas en las ventanas y corredores, lo azul del cielo etéreo, el paisaje que inspiro y plasmo Velásquez en sus pinturas.

Estos habitantes, viendo con extrañeza a los visitantes, confluyen a la iglesia La Merced, lugar del encuentro. Este lo inició el Sr. alcalde. Antonio Maradiaga. Reconoció la importancia de estas actividades culturales y congratuló a los que la promovieron. El Sr. Nery A. Gaitán pronunció un discurso sobre la patria y la importancia en la conciencia común de la sociedad hondureña. El Sr. William Pedraza resaltó la vida de Velásquez y su relación con la institución que él presidió para tal programa cultural.

Digna Italia Ruiz, se refirió a la necesidad de poner a su pueblo en tela de juicio. La necesidad de su desarrollo y porvenir. Rescatar a Velásquez del propio abandono “ingrato” de los hondureños del presente, y traerlo de nuevo al pueblo de sus amores como él mismo lo llamó un día.

Elocuentes fueron las palabras de la Sra. Elia Ruth Velásquez. Hija menor del laureado. Su discurso sobre la vida de su padre, desde su infancia en el sur del país, hasta su ocaso con 77 años de edad en Tegucigalpa (1983), admiraron al público. El legado de Velásquez se hace notar en su familia llena de ilusión y alegría por la memoria de su antepasado. Particularmente resaltó el papel de su madre, doña Raquel Maradiaga, mujer abnegada a su familia. Una mujer que lo cautivó, contrajeron nupcias en 1930 y procreó toda una estirpe, 6 hijos. Elia Ruth Velásquez, presentó al pintor, pero lo acercó también a la figura de vecino, barbero, y un abnegado padre.

Panoramica parcial del publico en el homenaje a Velásquez.

El encuentro continuó con la presentación de la doctora Daniela Navarrete Cálix, investigadora y profesora de historia de la EAP Zamorano, pormenorizó las principales particularidades de Velásquez en lo que atañen a su obra. “La invención de un pintor internacional”. Comentó que, entre otros factores, fue este mismo -refiriéndose a Velásquez- el promotor de su obra. Un filantrópico. Su relación con Zamorano, su vida de barbero y su producción artística. Wilson Popenoe y Helen Barsaloux como sus promotores, sus inicios, su devenir, exposiciones e interminables viajes. Su obra representa, en palabras de muchos críticos -explicó la Dra. Navarrete- la más importante de las pinturas en Honduras.

Distinguidos invitados entre otros la Dra. Mélida Velásquez coordinadora de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), el Sr. Héctor Portillo Machuca, director del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), la abogada Sara Antúnez Nassar, representante del Ministerio de Gobernación y el Dr. Guillermo Varela Osorio, profesor de historia de la UNAH presenciaron y motivaron tal encuentro.

Esta figura hoy nos reclama, más allá de su estudio y recuerdo, una forma de traerlo a la realidad actual. Con ello, a San Antonio de Oriente, lugar que le dio su inspiración y tantas alegrías. También se deben de contar las amarguras. Las contrariedades que vivieron (y viven) los artistas del pasado y del presente. A poner en tela de juicio nuestra actual responsabilidad ciudadana para con el arte.

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