Un micrófono de oro

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21 de noviembre de 2021
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12:02 am
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Un micrófono de oro

Algo más sobre la numismática

Por: Mario Hernán Ramírez
Presidente vitalicio “Consejo Hondureño de la Cultura Juan Ramón Molina”.

En las postrimerías de mi existencia, cuando el otoño de mi vida emerge inexorablemente por mandato supremo de la naturaleza, una vez más experimento la alegría, el placer y el honor de un nuevo reconocimiento de parte del pueblo hondureño, a través del gremio al que tanto amo y en el cual se ha venido desarrollando mi vida, -por ya casi siete décadas-.

La augusta, noble, señorial y próspera ciudad de San Pedro Sula tenía que ser la sede de semejante galardón con el que la patria estimula y honra a sus buenos hijos, que con su actuar en el tránsito por la vida tratan de enaltecerla, exaltarla y honrarla, a través de una conducta irreprochable, o por lo menos aproximarse a esa virtud un tanto difícil de practicar.

En esta oportunidad habrá que reconocer el enorme esfuerzo que el licenciado Arnulfo Aguilar ha venido realizando durante los últimos 38 años como director y promotor de la primera Escuela para Locutores de Honduras, anexa al Instituto Semi Oficial Primero de Diciembre (Día Interamericano del Locutor), del cual han salido mucho mejor preparados aquellos colegas hombres y mujeres que por vocación y en aras de su superación personal han buscado el apoyo de este importante centro de enseñanza superior, que mucha falta hacía en este país.

Yo, desde hace más de cincuenta años he venido luchando por la fundación de una escuela para locutores, a nivel nacional, anexa posiblemente a la Universidad Nacional Autónoma o a la Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM); pero, también he soñado con la fundación de la primera fonoteca, en la que se recoja y guarden las voces más influyentes con que se le ha ido dando forma a este girón de tierra centroamericana que se llama Honduras; México, para solo mencionar un ejemplo posee su fonoteca desde el año de 1910 y las voces de los más influyentes personajes de aquella nación están registradas y guardadas celosamente en el Palacio de Bellas Artes del cosmopolita Distrito Federal; pero aún hay más, lo ideal para completar este sueño algún día convertido en realidad consiste en el nacimiento de una radioemisora que con el sugestivo nombre de “Radio Veteranía” serviría como refugio para aquellas compañeras y compañeros que han hecho de la radio su principal ocupación y que por razones de salud o impedimentos de cualquier naturaleza hallan causado baja en las plantas privadas y oficiales de la República.

La oportunidad es magnífica para recordar al insigne colega Tomás Antonio González, quien desde muy joven emigró a los Estados Unidos en busca de mejores rutas para su existencia y encontró tan ambicioso anhelo, a tal extremo que cuando falleció hace aproximadamente cuatro o cinco años, Tomás Antonio había sido objeto de la honrosa distinción de 11 micrófonos de oro otorgados por las más influyentes empresas cinematográficas, televisivas y radiofónicas de la inmensa ciudad de Los Ángeles en el estado de California.

Hoy se reconoce en Honduras, también, la labor de otro titán de cabina y micrófono como es Renán Almendarez (El Cucuy de la mañana), hombre que con su voz e ingenio logró acaparar la audiencia de millones de personas no solo de los Estados Unidos sino de México y otros países que tuvieron la honra de escuchar su voz privilegiada; este hondureño estelar, es el único que figura en el prestigiado paseo de la fama, de Hollywood en donde están grabados en mármol y oro los nombres de las más sobresalientes figuras del arte en aquella gran nación.

Sin embargo, este año el jurado calificador nombrado para otorgar los premios con que la Escuela para Locutores gratifica a quienes pulsamos nuestras voces, penetrando hasta los más recónditos lugares del planeta con nuestro talento al reconocer el profesionalismo de jóvenes valores cuya presencia en esta industria, hacen maravillas ya que para ser locutor en primer lugar se debe tener vocación, estudio, arte e imaginación sublime para poder complacer a ese público exigente del mundo moderno.

Al recibir, este nuevo galardón no puedo más que agradecer al Altísimo, a la memoria de mi inolvidable madre, esposa e hijos y demás familiares, que con su presencia a mi lado se han constituido en algo así como el báculo en el cual me he apoyado para alcanzar lo que, con esfuerzo, lealtad y gratitud, en esta fecha nuevamente tengo el agrado de saborear: Un micrófono de oro, presea que guardaré en el más exclusivo y sagrado rincón de mi humilde residencia.

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