Por: Otto Martín Wolf
Quien repite los errores del pasado arriesga su futuro.
Durante más de doscientos años los Estados Unidos de Norteamérica se han presentado ante el mundo como una democracia perfecta.
Desde su independencia, en 1776, no se ha producido ningún golpe de estado y la transferencia de poderes de una autoridad a la otra ha sido tranquila y pacífica.
Todo eso es válido hasta la última, cuando el expresidente Trump se negó a reconocer la victoria de Biden, posición que mantiene hasta la fecha y que creo no va a modificar.
Insiste que le ganaron con fraude sin mostrar ninguna evidencia.
Por el contrario, existen suficientes pruebas de que él, en persona, trató de modificar los resultados de su derrota pidiéndole a simpatizantes, entre los que se encontraba al secretario de estado de Georgia -Brad Raffensperger- que le consiguiera donde fuera unos 11 mil votos, los necesarios para ganar ese estado y que “él se encargaría de lo demás”.
También el Senado de ese país sigue una investigación para determinar si el asalto al edificio del Congreso el pasado 6 de enero, lugar donde se debía producir la certificación de Biden como ganador, fue promovida, organizada o dirigida por Trump y sus allegados, en un intento de cambiar la voluntad electoral, llegando al extremo de gritar “Ahorquen a Pence”, vicepresidente de Trump y encargado, por la Constitución, de la mencionada certificación.
Nunca en la historia de ese país se había producido algo similar, acciones e imágenes antes solo reservadas para las llamadas “Banana Republics”, nosotros entre ellas.
Pero eso era impensable hasta que llegó Trump.
Derrotado en las elecciones, solo tiene su mente puesta en volver al poder, aunque para eso arriesgue provocar una nueva guerra civil.
Su influencia en el Partido Republicano es tal que los pocos que se han atrevido a retarlo han visto su futuro político destrozado por Trump.
Ligados a Donald Trump se encuentran grupos de fanáticos políticos capaces de creer y hacer cualquier cosa, inclusive la lucha armada.
La ceguera de Trump puede conducir fácilmente a otro intento de secesión o, en el peor de los casos, a la lucha armada.
Para los que acaban de llegar, la Guerra Civil del siglo antepasado (Guerra de Secesión) que costó más de 750 mil vidas se produjo, básicamente, por la liberación de los esclavos negros. Un grupo de estados sureños no estuvo de acuerdo y se separaron de la unión norteamericana.
Podría ocurrir de nuevo? Fácilmente! Las condiciones están dadas.
A pesar de haber tenido un presidente negro, el racismo persiste en los llamados “red necks” y otros grupos fanáticos, como los QAnon, los Proud Boys y varios más, gente que cree en la superioridad racial de los blancos (o la inferioridad de negros y latinos).
Ese sentimiento ha sido capitalizado por Trump quien goza de enorme popularidad entre esa gran cantidad de descarriados mentales.
Para agravar el asunto, aunque no existe una cifra confiable, se supone que en los USA hay más armas que habitantes. Estamos hablando de subametralladoras y armas de repetición, como las que provocaron una masacre en Las Vegas en la que, durante un concierto de rock, en solo 20 minutos un desquiciado mató más de 50 personas e hirió a una gran cantidad.
Todas esas armas podrían participar en un conflicto civil armado, las consecuencias serían desastrosas.
No puede suceder en los USA?
Claro que sí, nada más hay que recordar lo ocurrido en el Capitolio el 6 de enero, siete muertos, muchísimos heridos y solo se trató de una manifestación política violenta, nada comparado con lo que puede ser una lucha armada.
Los países y su gente a veces se vuelven locos, los ejemplos históricos son muchos.
Una nación culta y preparada como Alemania se volvió loca detrás de Adolfo Hitler lo que llevó a una guerra que costó 50 millones de muertos, entre ellos el exterminio de 6 millones de judíos, asesinados simplemente por su raza o religión.
Puede suceder en los Estados Unidos?
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