Después de mañana, ¿qué buena nueva nos espera?

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26 de noviembre de 2021
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12:05 am
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Después de mañana, ¿qué buena nueva nos espera?

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Como eslabonábamos en entrega anterior, tres gobiernos sucesivos, encabezados por Carías, Gálvez y Lozano, formaron una tripleta nacionalista con una estancia en el poder de 23 años. Siguieron correlativamente: una junta militar (1956-1957); Ramón Villeda Morales, liberal (1957-1963); Oswaldo López Arellano, militar (1963-1971); Ramón Ernesto Cruz, nacionalista (1971-1972); López Arellano, militar (1972-1975); Juan Alberto Melgar, militar (1975-1978); un triunvirato y Policarpo Paz García, militares (1978-1982); Roberto Suazo Córdova, liberal (1982-1986); José Simón Azcona, liberal (1986-1990); Rafael Callejas Romero, nacionalista (1990-1994); Carlos Roberto Reina, liberal (1994-1998); Carlos Flores Facussé, liberal (1998-2002); Ricardo Maduro, nacionalista (2002-2006); Manuel Zelaya Rosales, liberal (2006-2009); Roberto Micheletti, liberal (2009-2010); Porfirio Lobo Sosa, nacionalista (2010-2014); Juan Orlando Hernández, nacionalista (2014-2018); Juan Orlando Hernández, nacionalista (2018-2022). Toca puntualizar que, en mayoría, los personajes de uniforme -encumbrados al poder- eran tendencialmente del partido de la estrella solitaria.

Del somero registro bipartidista y castrense, queda evidente la falacia sectaria, según la cual ha sido el gonfalón liberal el que ha gobernado más horas, días y años en Honduras, de 1932 hasta el sol de hoy. Las cifras son inequívocas: en casi nueve décadas, el Partido Liberal entibió el sillón presidencial, 25 años; el Partido Nacional, 44; los militares (cercanos adeptos suyos), 20. Con las “chascadas” del continuismo y la reelección, cinco figuras -Carías, Gálvez, Lozano, Lobo, Hernández-, han acarreado 35, y 9 entre Cruz, Callejas y Maduro. ¿Qué tal? En tan espeso entramado, ¿no se halla, acaso, la semilla de la penuria popular y el subdesarrollo del país, sin omitir la dependencia cuasi absoluta que en todo deja su impronta? ¡Ciertamente, lo es!

Ahora bien, ¿qué factores subrepticios y notorios abonan la prevalencia política nacionalista en las cosas del Estado? Un primer elemento, su armazón conservadora, que la vuelve compatible con los sectores plutocráticos más fuertes del patio y más profundamente allegados al capital extranjero. Un segundo elemento, su abierta propensión a complacer y expeditar los intereses estratégicos de Estados Unidos, aunque excesos viciosos -corrupción, narcotráfico, fraude en demasía- pongan en precario incluso su obsecuencia servil. Otro factor, su índole autoritaria, se gesta por influencia o confluencia militar, como ha sido proverbial y llega a su clímax ahora en cómplice correlato. De igual modo, los nexos de recíproco interés con la jerarquía evangélica sectaria, patrocina al partido votantes fanatizados. El carácter, en fin, de bandería pudiente, gestora a raudales de dinero contante y sonante, le da la fórmula de acceder a todo cuanto le es ventajoso en materia electoral: medios de comunicación de masas, votos y partidos bisagra, padres de la patria advenedizos; las mil y una formas de torcer pobres y acomodaticias voluntades.

Las elecciones generales -de después de mañana- denotarán, pese a todo, si es factible aún desmontar una hegemonía política de 44 años. Un partido liberal -a decir verdad- no en sus mejores momentos y una fuerza opositora combinada, enfrentarán en las urnas a una aceitada maquinaria en busca de cuatro años más y sumar 48. ¿Tocará a Yani dar la sorpresa? Se antoja asaz improbable, aunque sí obtendrá su partido un buen número de alcaldes y varios diputados -no fiables algunos-, que van por la reelección. ¿Vencerá por vez primera una mujer? La simpatía alcanzada por Xiomara, es signo esperanzador, siempre y cuando arrastre consigo un caudal de votos significativos para asumir consensos decisorios en el Congreso Nacional, con apoyo preferible de la bancada honesta liberal.

Nada está labrado en piedra. Temores y esperanzas se codean en el llano en llamas de la oposición; dudas y desesperos, rondan en el partido de gobierno, por más que el masivo traslado de personas al estadio Chochi Sosa -un bien deportivo del Estado- haya endomingado las rasgadas vestiduras de su optimismo. El hombre que no vota -comparaba José Martí- es como en el Ejército el soldado que deserta. Y en esta ocasión, votar masivamente y hacerlo con sentido patriótico, es también ejercer soberanía allí donde las ZEDE buscan afianzar su foráneo dominio privado.

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