Domingo electoral

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27 de noviembre de 2021
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04:32 am
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Domingo electoral

Por: José María Leiva Leiva

 

Ha llegado el día de las elecciones. Y para conmemorarlo, vamos a recordar puntuales obras cinematográficas, sobre el sufragio popular, políticos, corrupción y demás temas que siempre rodean al mundo del poder. Comienzo con las genialidades de Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, Cantinflas, expresadas en tres películas: (1) “Si yo fuera diputado”, es una película de comedia y política mexicana de 1952 dirigida por Miguel M. Delgado y protagonizada por Mario Moreno, Gloria Mange y Andrés Soler.​ Esta película muestra plenamente la corrupción política que existía en ese tiempo, por lo cual es un guiño a la lucha interminable con el gobierno sobre la corrupción y el bien común.

 

En su discurso electoral, Cantinflas señala: “Pueblo que me escucha, aquí me tienen delante de ustedes y ustedes delante de mí y es una verdad que nadie podrá desmentir. Y ahora me pregunto ¿y porque estoy aquí? Y enseguida tengo mi “respuestación”, porque soy muy rápido en todo. Estoy aquí porque no estoy en ninguna otra parte y porque ustedes me llamaron y si el pueblo me llama, el pueblo sabrá por qué lo hizo. Yo, contrariamente a lo que dijo cierto sujeto, que no quiero pronunciar su nombre pero que lo estoy viendo, no represento a ningún partido y no represento a ningún partido porque me represento yo solito, porque como dice el dicho “más vale solo que mal acompañado”

 

“Agradezco estos aplausos tan desnutridos a la par que merecidos, que me incitan a seguir discurseando. Y ustedes se preguntarán: Este joven de tan tierna edad, de aspecto tan distinguido, de facciones regulares y agradables, ¿será capaz de conducir la nave a buen puerto? ¿será capaz de sortear todos los peligros, hasta encontrar el faro de la felicidad donde les deje positivamente seguros? Y este joven, este mismo, que entre paréntesis es el que les habla les contestará: A pesar de ser tan pollo, tengo más plumas que un gallo y, sobre todo, tengo ganas de hacer justicia y darle al pueblo lo que el pueblo necesita”. Y sentencia, “yo al revés que otros les voy a dar pan, pero mucho pan, no bolillo como siempre les han dado”. En nuestro medio, desde luego, es una canción trillada, una característica propia de los demagogos de siempre.

(2) “El ministro y yo”, película de comedia mexicana del año 1976 dirigida por Miguel M. Delgado, donde Cantinflas interpreta el rol de Mateo Melgarejo que harto de los malos tratos de su odioso jefe (Raúl “Chato” Padilla) y ante la desidia de sus compañeros, renuncia a su trabajo en la oficina como servidor público, mientras los enfrenta y les lava la cara, pronunciando un aleccionador discurso sobre la burocracia y sus deberes en una sociedad democrática, en el que se ven reflejados muchísimos empleados del ejecutivo de países subdesarrollados como el nuestro.Sus monumentales palabras son: “Ustedes tienen un concepto muy equivocado de lo que es la burocracia. ¿Saben de dónde viene esa palabrita? “Buró”, del francés. “Bureau”, que en español quiere decir escritorio. Y “cracia”, del griego “Kratos” que significa poder. En otras palabras: es decir, ustedes, ejercen el poder desde los escritorios”.

“Pero no toda la culpa es de ustedes. No, si ustedes son buenas gentes. La culpa, más bien, es de sus superiores. ¡De jefes como usted! ¡Y de muchos como usted! (dirigiéndose al “Chato” Padilla), que son aves de paso. Que no han sabido inculcar, en los empleados públicos… el verdadero sentido de la burocracia y la responsabilidad que ésta encierra.Porque las fallas en la administración, frenan el desarrollo, el progreso, la democracia. ¿Y saben lo que es democracia? El poder del pueblo, por el pueblo. Y aunque ustedes también son pueblo, se olvidan de los que están ahí afuera. De los que esperan”.

 

“¡De los que hacen colas como éstos! Que también son pueblo. ¡Y que ellos dependen de ustedes, pero ustedes también dependen de ellos! Porque ellos al pagar sus impuestos, sus contribuciones, están pagando los sueldos de todos ustedes. Sus vacaciones, sus servicios médicos y sus jubilaciones. En otras palabras: ¡todos necesitamos de todos! Vivimos en un mundo agresivo, en un mundo angustioso, en un mundo donde nadie creemos en nadie. Hemos perdido hasta nuestra propia fe”.¡Genial!

Y (3) ni qué decir tienen las palabras pronunciadas en “El patrullero 777”, una película de comedia mexicana de 1978 dirigida por Miguel M. Delgado y coprotagonizada por Ana Bertha Lepe y Valeria Pani, donde el talentoso mimo interpreta al Sargento Diógenes Bravo, Agente 777, que en una secuencia del filme manifiesta: “Mucho se ha dicho que se hará justicia caiga quien caiga, y resulta que caen los que no debieran caer, mientras aquellos a quienes les cae de todo, esos nunca caen”. Un espejo irrefutable de nuestra realidad política con la manga de bandidos que nos mal gobiernan.

 

Por último, me acerco a tres tragicomedias políticas más recientes: “El candidato” (2016), dirigida por Álvaro Velarde, hace referencia a los episodios más delirantes de la política peruana de los últimos años y a la vez nos muestra cómo los políticos están más preocupados por las promesas y el desprestigio de sus oponentes que en formular un plan de gobierno. Todo ello visto, en la carrera por la presidencia a la que optan cuatro contendores:

 

Un ex presidente con muchos anticuerpos; el corrupto que está en funciones y se quiere reelegir; un ingenuo académico y un militar caricaturesco con ínfulas de revolucionario de cafetín. Película divertida, subversiva e inteligente. Lo más creíble es que los personajes y situaciones están basados en la vida real. Por supuesto, tiene un mensaje continental que sirve para reflexionar sobre nuestras frágiles democracias y la tendencia cada vez más en alza a escoger caudillos en vez de ideas tal como acontece en estas honduras.

Bajo ese mismo molde y espíritu descarnado luce la cinematografía del aclamado cineasta mexicano, Luis Estrada, particularmente con su monumental “La Ley de Herodes” (2000), que desvela una despiadada crítica al burocratismo, la corrupción y el funcionamiento de las instituciones del Estado al servicio de unos malandros privilegiados, que de igual modo se pudo haber ambientado en muchos otros municipios de América Latina, con idénticos resultados.

Se trata, en definitiva, de una efectiva sátira corrosiva a una cultura política que concibe el “Estado como botín”, que entiende el acceso a la administración del Estado como una oportunidad para robar y hacerse rico y no como un servicio público a la ciudadanía. Sin duda, uno de los problemas más graves para el desarrollo y la reducción de la pobreza que enfrentan nuestros subdesarrollados países tienen que ver con este tipo de cultura y prácticas políticas, y Honduras no es la excepción.

 

Por último, en la cinta italiana “La hora del cambio” (2017), del dúo cómico Salvatore Ficarra y Valentino Picone, asistimos a un pueblo imaginario de Sicilia que harto de vivir en un caos derivado de saltarse las normas de convivencia urbana y vecinal, con la complicidad de su corrupto edil municipal, deciden por un cambio que se opera en los siguientes comicios electorales. El candidato electo lleva orden y legalidad. Pero ello, ha sido solo un espejismo e intenciones tibias de los electores, ya que toda la ciudad e incluso el país entero están llenos de deshonestidad.

 

Por ende, su política acaba siendo vista como una amenaza por los vecinos, que presionan para echarlo, haciendo que finalmente renuncie. El filme nos deja una ejemplar moraleja: ¡Cuidado!, pues a los que viven en el desorden, en la anarquía y la inmoralidad no les gusta que se les impongan reglas que dictaminen lo contrario. La banda de politiqueros del ruedo nacional, están retratados en todas estas cintas nominadas. Es cuestión que las vean y se identifiquen con el siniestro personaje que les toca. Pero como la esperanza es lo último que se pierde, conociéndolos a ellos y a los partidos que representan, mañana habrá que votar por el menos malo.

Sin descartar una tendencia creciente del abstencionismo, y sin llegar, claro está, al relato de Saramago en su “Ensayo sobre la lucidez” (2004), que, en un día de elecciones en una ciudad sin nombre, la mayoría de sus habitantes decide votar en blanco. “La novela es una reflexión sobre los mecanismos del poder y las actitudes de los gobernantes ante una posible revolución pacífica protagonizada por un pueblo desesperanzado e incrédulo en medio de las elecciones que legitiman la democracia”.https://es.wikipedia.org/wiki/Ensayo_sobre_la_lucidez.

 

 

 

 

 

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