Nuevas elecciones con las mismas promesas

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27 de noviembre de 2021
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12:05 am
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Nuevas elecciones con las mismas promesas

Esperanza para los hondureños

LETRAS LIBERTARIAS

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

En setenta años de ejercicio democrático, lo único que ha cambiado en la política hondureña son los rostros de los políticos, pero las promesas siguen siendo las mismas: traernos el progreso y la prosperidad que cada día se ven más distantes. El problema es que los políticos hondureños siguen pensando que los electores son seres irrazonables que pueden manipularse a punta de propaganda, como si se tratase de ofertas en un “Black Friday” politiquero.

Pese a que hoy en día las comunicaciones nos permiten ser testigos de lo que sucede en otras partes del mundo, nuestros políticos siguen empecinados en tratar de persuadir al electorado con los mismos artificios del pasado, como si estuviésemos en la década de los 50. Por aquellos años, los camiones de liberales y nacionalistas pasaban cargados de campesinos inocentes y analfabetos que llegaban hasta la ciudad procedentes de las aldeas para aplaudir la charlatanería altisonante de los “elegidos por el pueblo”. En las zonas bananeras, los campeños eran trasladados a las urnas a través del “machangay”, ese viejo y olvidado tren de pasajeros que las compañías fruteras destinaban para que los trabajadores y sus familias fuesen a recrearse los domingos a La Lima, El Progreso o La Ceiba, mientras el “hombre de la casa” aprovechaba para visitar los burdeles locales. Entonces no existía la propaganda, porque los electores tenían muy claro cuál era su bando predilecto, al que defendían, incluso, con pistolas y machetes. Después de ese domingo de algarabía electoral, nada pasaba en las vidas de los ilusos votantes; estos creían que solo era cuestión de esperar por los tiempos prometidos, mientras el sistema político se distanciaba, poco a poco, de las necesidades más esenciales de la población.

Hoy en día, a pesar de que las redes sociales facilitan la entrada de información en la mente de las personas, en Honduras, las caravanas de activistas y la tarima de madera siguen siendo los espacios predilectos que los políticos prefieren para difundir la engañifa sobre un futuro mejor. La tarima es el ágora del soliloquio donde se dan cita los pedigüeños, los aprovechados y los predicadores de la mentira, mientras la demagogia se propaga y se disipa entre los olores del barrio y de las colonias, pero también en el terreno de las redes sociales. Los políticos aceptaron -no muy convencidos, por cierto-, que los “tiktokers” y “facebookeros” juegan un papel primordial en la difusión de promociones chatarra, que la gente compra impulsivamente sin importar la veracidad del contenido publicitado.

Consejo medular de los mercadólogos de marras: solo basta con machacar los mensajes políticos para activar el mecanismo psíquico que encenderá el entusiasmo colectivo el día de las elecciones. Los petulantes asesores de imagen lo llaman “marketing experiencial” que, al parecer, opera con cierto grado de fiabilidad científica en la mente del elector, mientras los medios de comunicación privados complementan el enjundioso trabajo de la persuasión colectiva.

A pesar de las eternas promesas que siguen teniendo el mismo contenido, la confianza y la paciencia se reducen, mientras la miseria y la desesperanza siguen su marcha ascendente, convirtiéndose en el negocio más lucrativo para los políticos en campaña. Las promesas que se erigen en torno a la desesperación rinden frutos extraordinarios. A través de la manipulación de la angustia, los políticos han descubierto que la seducción principal se encuentra en esas propuestas extravagantes, huecas e incumplibles que prometen paliar el hambre y el calvario de cada día. Fue así como llegamos a la mentira legitimada, que ha sido elevada a la categoría de fundamento esencial de la política, y sin la cual, la publicidad electoral carecería de contenidos seductores.

Y ahí vamos de nuevo, a otras elecciones con los mismos oferentes, con las mismas ofertas, pero con un electorado que, a pesar de la fe caída, sigue creyendo que el día menos pensado, alguno de los políticos de izquierdas, del centro o de derechas, se saldrá de la fila para darle un sentido responsable a esas promesas de campaña.

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@Hector77473552

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