Eterno retorno y otras apariencias

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28 de noviembre de 2021
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12:07 am
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Eterno retorno y otras apariencias

Clave de SOL:

Por: Segisfredo Infante

Es normal que cuando se habla de la doctrina del “eterno retorno” se evoque de inmediato el nombre de Friedrich Nietzsche, como si este pensador alemán hubiese inventado los ciclos históricos repetitivos. Tal postura, como varios lectores deben saberlo, es oriunda de la más antigua mitología griega, tal vez con raíces indoeuropeas, que los pobladores micénicos, espartanos y jónicos, heredaron por la vía de las migraciones y de la lengua sánscrita.

Nietzsche, intentando desconocer los méritos de personajes claves de la gran “Filosofía” ateniense, entre ellos Sócrates, y minimizando la personalidad moral de Jesús de Galilea, adopta el mito del “eterno retorno” de las más antiguas teogonías relacionadas con la evolución de la naturaleza y de la historia. Era tan fuerte aquella cosmovisión de lo repetitivo, que el mismo Aristóteles, un hombre de pensamiento sobrio, se vio en la circunstancia de reducir los ciclos históricos a unos pocos miles de años.

Agustín de Hipona, desde una visión cristocéntrica de la historia, rompe en forma definitiva con los ciclos del “eterno retorno” que también habían asumido los romanos herederos directos e indirectos del “paganismo” griego. Pues para el obispo de Hipona la verdadera “Historia” marcha hacia adelante, es decir, hacia el encuentro contradictorio entre la ciudad celestial y la ciudad terrenal, en el momento glorioso en que logre prevalecer la primera. En el fondo se trata de un discurso más elaborado, teológica y filosóficamente, a partir de las sagradas escrituras bíblicas en donde se postula el advenimiento de una “Nueva Jerusalén”, tabernáculo de la humanidad redimida. Podría aproximarse la hipótesis (más bien tesis) que, con Agustín de Hipona, aparte de romperse con la visión cíclica de ciertas culturas mediterráneas, comienza a elaborarse la llamada “filosofía de la historia”.

Guillermo Hegel también coquetea en ciertas páginas aisladas (mucho antes que lo hiciera Nietzsche) con la doctrina del “eterno retorno”. Pero su mismo sistema filosófico ascendente y sus lecturas historiográficas, le impiden continuar con el antiguo mito de los griegos primigenios. Porque la idea de la evolución o del progreso histórico del “Espíritu” es esencial en el sistema filosófico hegeliano. Así que la noción del “retorno” de la historia es un simple coqueteo de Hegel, cuya noción habrá de asumir en serio, mucho más tarde, como doctrina suya, ese gran literato negativista llamado Friedrich Nietzsche, admirador de Richard Wagner y de Arthur Schopenhauer.

La doctrina de la eterna recurrencia en que la evolución cosmológica y la historia humana se repiten infinitamente, la encontramos también en las cosmovisiones de las culturas y civilizaciones mesoamericanas de los tiempos prehispánicos. Según Salvador de Madariaga, el emperador Moctezuma y los aztecas cerraban un ciclo histórico en el preciso momento en que se aproximaba a Tenochtitlán el conquistador Hernán Cortés, como si se tratara de una reencarnación regresiva de Topiltzin Quetzalcóatl. El mismo Octavio Paz hace fuertes alusiones al respecto.

Previo a los aztecas, los mayas también exhibieron esa cosmovisión de los ciclos históricos cerrados, al grado que algunos autores sugieren que el abandono de las ciudades mayas del período clásico, coincidió con el cierre de una circularidad numérica. Sin embargo, frente a esta trayectoria interpretativa se interponen varias hipótesis de los arqueólogos recientes, según se trate de cada ciudad. En el caso de la “Acrópolis de Copán” se ha trabajado con la teoría del agotamiento de los suelos por causa de una agricultura monocultivista intensiva. Otros autores hablan de guerras. Nosotros hemos sugerido la posibilidad de un desgaste espiritual de los mayas civilizados.

Sea como fuere tenemos ante nosotros la tentación reiterada de percibir los hechos históricos como meras repeticiones del pasado. Perdemos de vista que la “Historia” trabaja con analogías. No con meras repeticiones mecánicas. Los personajes históricos (o anti-históricos) pueden semejarse. Pero tanto ellos, como las circunstancias, presentan herencias ancestrales comunes y contenidos diferentes. Una especie de espejismo se presenta ante nuestros ojos y creemos que tales o cuales hechos se están repitiendo al pie de la letra. No percibimos las analogías ni tampoco las diferencias sustantivas. Un solo ejemplo es que los imitadores caricaturescos de Napoleón Bonaparte, unos más fieles que otros, han aparecido en ciertos escenarios políticos. Pero también en los manicomios.

Este tema de Friedrich Nietzsche con su teoría del “eterno retorno”, apenas lo he tocado en la superficie apariencial. Aunque a veces las apariencias conectan con las sustancias. Me parece, además, que Karl Jaspers es uno de los filósofos que aborda con mayor profundidad y enorme cautela la personalidad controversial de Nietzsche.

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