Hacia adelante

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29 de noviembre de 2021
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01:19 am
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Hacia adelante

Edmundo Orellana

El pasado es experiencia y en el caso del gobierno de JOH una muy mala. Tanto que nada útil puede rescatarse de su gestión y son innumerables los problemas que hereda al próximo gobierno, algunos de los cuales cargarán pesadamente varios períodos presidenciales.
El gobierno que asumirá el 27 de enero no podrá excusarse en el trillado argumento de que muy poco se podrá hacer por las dificultades encontradas. Tiempo suficiente ha habido para conocer a fondo los problemas más gruesos, priorizarlos y diseñar la estrategia para abordarlos. Al menos eso es lo que se espera de un partido que ha participado en varias elecciones y ha sido víctima del fraude: estar preparado para gobernar.
La necesidad de sustituir los mecanismos que forjaron el autoritarismo sobre el cual se montó el gobierno a sustituir y las necesidades generadas por la crisis que provocó su desastrosa gestión, convocó, por primera vez, las fuerzas políticas y los movimientos sociales en torno a una candidatura, dejando atrás sus diferencias, con la seguridad de que no había otra opción que la expulsión de los que ostentan el poder, a la espera de que nuevos tiempos vendrán de excepcionales y determinantes prodigios.

Dotado o no de atributos extraordinarios, no podrá acometer todos los desafíos que enfrentará sin el concurso de otras fuerzas políticas, sociales y económicas, por lo que tendrá, perentoriamente, que convocarlas y negociar. En este punto habrá que preguntarse cuánto de los intereses del pueblo se sacrificará en estas negociaciones.
La escasez de recursos financieros es un impedimento para impulsar todos los programas y proyectos que el nuevo gobierno atenderá con urgencia para contener la crisis provocada por JOH y para atender la crisis histórica acumulada. Aprobar nuevos impuestos sería aplicar la “ley de Caifás” por la maltrecha situación de la economía producto de las medidas adoptadas durante la pandemia y la, en general, pésima gestión gubernamental.
Captar recursos del exterior es la meta y en esto el nuevo gobierno tendrá que aprovechar su posición estratégica en el área, codiciada, desde siempre, por las grandes potencias. Hoy surge una nueva con marcado interés en ganar simpatías en la región, despertando la preocupación del vecino del Norte, que se apresuró a enviar a un emisario para advertir a los actores políticos del patio del peligro que entraña aproximarse mucho a ese nuevo actor del tablero internacional, que amenaza su hegemonía mundial.

Es el único país del denominado “Triángulo Norte” que se presenta como un aliado de los vecinos del Norte, porque los demás países, hostiles a Estados Unidos, no presentan la oportunidad de un cambio de dirección como el nuestro, convirtiéndolo en el único idóneo para continuar con lazos estables de intercambio de intereses. Sin embargo, las bases sobre las que seguirán esas relaciones bilaterales podrían cambiar por la ingente necesidad de recursos financieros del nuevo gobierno, los que podrían proveer, con la oportuna y decisiva participación de los Estados Unidos, los organismos multilaterales en cuya dirección la opinión de este es decisiva.

De lo contrario, tendrá que acudir a otras fuentes de financiamiento entre las que se encuentra la tan temida (por el gobierno gringo) potencia amarilla, cuya presencia en El Salvador amenaza el patio trasero gringo. Si al nuevo gobierno se le cierran las opciones en occidente, seguro que se abrirá a la posibilidad de relaciones con China continental, pero todo dependerá de los gringos.

Reconducir el combate a la corrupción, narcotráfico y lavado de dinero será otra tarea que no podrá eludir el nuevo gobierno. La opinión generalizada es que tendría que instituirse un modelo parecido a la MACCIH, sin embargo, resulta más económico, rápido y seguro nombrar en la Corte Suprema y en el Ministerio Público quienes han demostrado ser confiables por su lucha desde instituciones como la UFECIC, hoy UFERCO, y el CNA, protagonistas de esa épica aventura de perseguir al crimen organizado de la corbata, a sabiendas de que era una guerra perdida porque el verdadero enemigo es el sistema de impunidad sostenido por la red de corrupción integrada por políticos, funcionarios, uniformados, algunos empresarios, organizaciones de la sociedad civil y ciertas iglesias. Pero esta opción está amenazada por la perversa tradición de colocar a incondicionales en los cargos no políticos, según los votos obtenidos por los partidos, lo que favorece a esa red.

En todo caso, es hacia adelante donde debe enderezar sus pasos diseñando lo que sea necesario para enfrentar la pesada carga que le hereda el gobierno que institucionalizó la negligencia criminal, la rapiña generalizada, la promoción del crimen organizado y la impúdica entrega de territorio y soberanía a extranjeros. No se trata de “borrón y cuenta nueva”, sino de privilegiar la atención de lo que viene para que nunca más se repita esta trágica experiencia. Repitamos, pues, con fuerza: ¡BASTA YA!

Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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