Ramón Velásquez, compañero

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3 de diciembre de 2021
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12:03 am
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Ramón Velásquez, compañero

CONTRACORRIENTE

Por: Juan Ramón Martínez

Después de una vida, de plena dedicación al bien común, acaba de morir Ramón Velásquez. Hijo de Rosa Nazar y de Brígido Velásquez, que “Moncho” me contó que, lo fue también de 37 hijos. Curioso le pregunté y “que número eres” y sonriendo; dijo, soy de los primeros”. “Papá era dueño de camiones y como los marineros, en cada pueblo que se quedaba a dormir, tenía una mujer esperándolo”. Lo crio su abuelo Salomón Nazar. Había aprendido a aceptar los hechos de su vida, con naturalidad. Tenía gran sentido del humor, que lo volvía cercano y fraterno. Lo conocí en 1966 en Langue, Valle, en donde yo era el director del Instituto John F. Kennedy. “Moncho” trabajaba con Fernando Montes que dirigía una organización comunitaria que buscaba movilizar a la población, para que identificara y gestionara su propio desarrollo. A principios de 1966, pasó a ser extensionista de Facach, siendo responsable con Antonio Casasola, “Toño” Rodríguez, René Chinchilla, Rubén Fuentes y otros más, de la organización de las cooperativas de ahorro y crédito. En abril de 1966, se creó la Federación de Asociaciones Cooperativas de Honduras, Facach. Arístides Padilla representó la cooperativa “Esfuerzo Langueño”, de la cual, yo era su vicepresidente. Tres años después, la asamblea celebrada en Tegucigalpa, un grupo de líderes jóvenes, que resentimos el trato de cuasi colonizados que nos daban los funcionarios de AID, encabezados por Daniel Chaid, organizamos un movimiento y llevamos a la presidencia de Facach a Orlando Iriarte. Le acompañamos como directivos, Rubén Solano conspirador nato -nunca sabíamos de qué lado estaba, porque, siendo “cachureco” dudaba de nuestra militancia católica y voluntad de llevar los valores cristianos a la política- y Carlos Martínez Chiquimula. Fui nombrado secretario. “Moncho”, más maduro que nosotros, era el ideólogo del movimiento. Los “gringos” de AID, dijeron que éramos comunistas y que destruiríamos la federación, cosa que no ocurrió. Más bien la encaminamos para lograr el desarrollo que actualmente exhibe. Como efecto del movimiento, nombramos a Arnaldo Castillo Guiza, como gerente, temerosos que Ramón Velázquez, recibiría más rechazos de los funcionarios de AID e incluso de algunos “gringuindios” atrincherados en la Cooperativa “Elga”. Siempre creí que debimos haber nombrado a “Moncho” Velásquez para el cargo. Pero al final, se impuso la prudencia y “Moncho” se incorporó como jefe de todos los extensionistas del país. Años después, coincidí con Daniel Chaid en Guatemala; y ante el extraordinario desarrollo de Facach, reconoció que se habían equivocado al valorarnos.

En 1968, con Ramón Velásquez, Fernando Montes, Vicente Williams, Orlando Iriarte, Alfredo Landaverde, Rafael Corrales -el suegro de Quintín Soriano, alcalde de Choluteca-, Carlos Martínez Chiquimula, Arístides Padilla, Adán Palacios, Antonio Casasola, Marcos Rojas, Rodolfo Sorto, Ventura Álvarez y yo, fundamos el movimiento para crear la Democracia Cristina en Honduras. Era el 10 de septiembre de 1968. “Moncho” Velásquez, junto a Fernando Montes, Vicente Williams, Landaverde y Chiquimula, integramos el primer Directorio de la DCH, llenos de ilusiones y seguros que, podíamos desde el humanismo cristiano, hacer las transformaciones que necesitaba el país, sin necesidad de recurrir a la violenta. Es como lo reconocen los estudiosos de la política, el único esfuerzo nacional, coherente y lógico, que se ha producido para enfrentar el atraso. Pero no pudimos hacer crecer al partido, tanto por la opción de escoger a los campesinos como actores principales, y por la falta de un caudillo estrafalario, que la población hondureña casi siempre, ha creído ideal, para entregarle los destinos de la nación.

Hechos los primeros esfuerzos, “Moncho” fue en tres períodos diputado al Congreso Nacional, llegando a ser vicepresidente del mismo. Además, consagró casi toda su vida a dos pasiones: la formación de líderes y la medicina natural. Un día dijo que, no volvería a comer cadáveres. Y, nos reímos. Creemos que cerca de dos tercios de su vida, fue un vegano, moderado en algunos momentos; y total, en los últimos años de su existencia. Trabajamos juntos y soñamos juntos. Tuvimos diferencias; pero cuando enfrenté dificultades, nunca me negó su abrazo solidario y la compañía fraterna para apurar los tragos amargos de la vida. En el momento de su muerte, pese a su discreta estatura, siento la fuerza de su carácter y la grandeza de su alma que, como nunca ahora, en tiempos difíciles, nos hará mucha falta. “Moncho”, ¡eterno compañero, adiós!

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