Búsqueda de raíces

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5 de diciembre de 2021
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12:01 am
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Búsqueda de raíces

Clave de SOL:

Por: Segisfredo Infante

En las sociedades jóvenes, o más o menos inmaduras, se buscan los substratos étnicos de las comunidades, con el propósito inmediato de afianzar las identidades respectivas de tal o cual sociedad. No está nada mal la búsqueda de los ancestros colectivos, siempre y cuando se evite la distorsión en las conclusiones, en tanto que de entrada ocurre lo siguiente, sobre todo en los tiempos que corren: Un grupo “equis” de seres humanos mestizos, con tres o cuatro tipos de ancestros genéticos circulando por sus venas, pretenden sobredimensionar a un solo grupo de sus antepasados. De hecho, a nivel mundial, existen naciones modernas que exhiben, por lo menos, dos grupos de ancestros mezclados en sus genes. La cosa va más lejos cuando ahora estamos en condiciones científicas de evidenciar tales mestizajes múltiples más allá de sociedades atrasadas. Tal vez por eso el pensador mexicano José Vasconcelos postulaba la idea de una “raza cósmica” a partir de una sociedad predominantemente mestiza.

Hace unas seis décadas aproximadas, a ciertos escritores, de adentro y de afuera, se les ocurrió que los antepasados de los hondureños eran “mayas”. La propuesta parecía en extremo atractiva en tanto que los aportes de los mayas copanecos del período clásico fueron maravillosos, tanto en materia artística como en la práctica avanzada de los números. Cuando hablamos de la ciudad estatal de los mayas de Copán, hablamos de una auténtica civilización. Pero debemos reconocer con toda la objetividad posible, que cuando los españoles llegaron a esta tierra que posteriormente se llamó “Provincia de Honduras” (podemos incluir también la “Provincia de Guatemala”) los mayas del periodo clásico habían desaparecido con unos seis siglos de antelación. De las antiguas civilizaciones mayas apenas quedaban las ruinas. Sin embargo, en algún momento los hondureños difundimos la especie, por conveniencia, que nosotros éramos descendientes de aquella civilización desaparecida, cuando la verdad de las verdades es que los españoles se mestizaron con mujeres predominantemente lencas, y a veces con africanas traídas como esclavas para el laboreo de minas y administración de ganado. También se mezclaron hombres africanos con mujeres indígenas y con mestizas.

Otras sociedades, más avanzadas que las nuestras, han buscado sus raíces en los hombres y mujeres que realizaron aportes materiales y espirituales para su propia colectividad; a veces incluso con miras a la posteridad. Naturalmente que cada sociedad debe elaborar sus ponderaciones de acuerdo a las posibilidades y a los límites de cada subregión y época, evitando sobredimensionar los hechos. El caso de Honduras es singular porque sobre este terruño han nacido hombres que han producido arte y pensamiento más allá de las fronteras, incluso desde la época colonial. No digamos durante el proceso de formación republicana y en la historia particular de las ideas, en donde destaca, en un primerísimo lugar, José Cecilio del Valle. Y luego su discípulo indirecto Francisco Morazán Quesada. Más tarde podríamos añadir los nombres de otros estadistas como Juan Fernández Lindo y Ramón Rosa. Y el nombre del primer historiador científico de Honduras: El padre Antonio R. Vallejo, sin olvidarnos de la constelación de jóvenes literatos reunidos en torno de Froylán Turcios y Rómulo E. Durón, entre ellos los poetas de primera línea José Antonio Domínguez y Juan Ramón Molina.

En una video charla reciente con jóvenes olanchanos y de otros rincones hondureños, aun cuando el tema era básicamente una introducción a “La República” de Platón, nosotros hicimos énfasis respecto de la necesidad de buscar las verdaderas raíces olanchanas en las figuras y en las obras de José Antonio Domínguez, Froylán Turcios, Salatiel Rosales, Clementina Suárez y me parece (solo me parece) que hasta sugerí los nombres de Alfonso Guillén Zelaya, Medardo Mejía y Lucila Gamero de Medina, ya que cuando esta narradora vino al mundo, Danlí todavía pertenecía al departamento de Olancho. Y aunque ninguno de los personajes mencionados produjo filosofía en el sentido estricto del término, sí produjeron buena literatura. Los casos de Salatiel Rosales y Alfonso Guillén Zelaya merecen una mención aparte, porque ambos periodistas formalizaron innegables esfuerzos por producir pensamiento con giros filosóficos.

He subrayado los nombres de los intelectuales anteriores en tanto que son auténticos substratos de nuestra identidad nacional objetivada. Nuestros jóvenes no están obligados, en ningún momento, a fotocopiar las conductas de personajes pendencieros o coléricos de por aquí o de por allá. Particularmente cualquiera de nosotros puede sentirse orgulloso de ser hondureño, en la esfera del pensamiento y de la historiografía, con solo mencionar los nombres de José Cecilio del Valle, Ramón Rosa, Céleo Arias López, Antonio R. Vallejo, Alberto Membreño, Paulino Valladares, Rafael Heliodoro Valle, Medardo Mejía, Ramón Oquelí, Elvia Castañeda y Roberto Castillo Iraheta.

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